(IV) VILLAAMIL
ESCRITOR Y PERIODISTA. CLARIN Y PALACIO VALDÉS LE SALVARON DE UN DUELO. LA
MARINA DE GUERRA ACUSÓ AL AUTOR DE LA REGENTA DE INSULTOS.PERO VILLAAMIL Y PALACIO
VALDÉS ANDUVIERON AL QUITE
El capitán Villaamil tenía
una columna en “El Carbayón”. No tuve acceso a sus escritos pero siendo archivero
me cupo la suerte de hojear su único libro: “Viaje de circunvalación de la
corbeta Nautilus”.
Es la vuelta al mundo
de unos hombres intrépidos ardidos navegantes proa al sur siguiendo rumbo por
la rosa de los vientos, émulos de Magallanes, Elcano, Colón y Malaespina. Barloventearon
y españolearon hacia Australia, Ciudad del Cabo, Sidney. Un amor en cada
puerto.
En Buenos Aires y en
Medellín todas las damiselas querían bailar con el capitán de navío. No faltan
incidentes trágicos como la muerte del gaviero Letamandía que obedeciendo la
maniobra del capitán que quería ceñir velacho trepa por el trinquete y uno de
los foques al inflarse lo de arriba y cae sobre cubierta.
Se llamaba Esteban
Latamendia el cabo gaviero se había casado al zarpar con una gallega en Ferrol.
No regresó ni conoció al hijo que nació durante su ausencia. “Ese sonido, dice
en sus memorias el capitán, lo he escuchado muchas veces… desgarra el corazón,
es un sonido seco y un grito amargo del que lucha contra las leyes de la
gravedad. La sangre se derrama sobre cubierta. Al gaviero enterraron en la mar.
Impresionante ceremonia con una relinga por sudario y un lastre a los pies.
Aporta la corbeta en
Nueva York y en Plymouth. Cuando atraca en Pasajes. Salen a darle acogida la
reina regente acompañada de su hijo Alfonso XIII. Al capitán Villaamil se le
abren las puertas de la fama.
Vive algún tiempo en Oviedo tiempo de permiso
donde visita a su amigo Leopoldo Alas Clarín quien por cierto se encontraba en
dificultades porque acababa de ser desafiado a un duelo de primera sangre.
Se había ido a pique
en aguas del Estrecho la cañonera “Reina Regente”. Perece toda la tripulación. Clarín
escribe una sátira dejando en evidencia a la escuadra. “No hemos ganado ninguna
guerra. Perdemos todas las batallas”.
El dicterio exaspera a
dos lobos de mar los oficiales de Marina Armada y Moreno. Que le envían los
padrinos. Clarín se caga en los calzoncillos y no quiere saber nada. Pero ahí
están Fernando Villaamil y don Armando Palacio Valdés que ya era un novelista
de prestigio para echarle un capote. La cosa se arregla con avenencia... Queda
a salvo el prestigio de nuestro ejército y la libertad de conciencia del
escritor para expresar sus ideas. Villaamil era un hombre de bien.
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