2020-11-24

 GRANDEZAS LITERARIAS DE ALCALÁ

 

QUEVEDO Y ALCALÁ. UN COMENTARIO A SU “POLÍTICA DE DIOS. GOBIERNO DE CRISTO” DONDE SE NOS MUESTRA COMO UN ESCRITOR ENTERO. CATÓLICO Y ESPAÑOL. Días de las Cabañuelas expira agosto pasé una noche entera son poder dejar el libro de las manos. Otros curen del gobierno, el mundo y sus monarquías. Por la tele y por la radio hablan de un Lope que no reconozco. Es un porno-Lope. Esta sociedad perversa e inicua todo lo bate con su mortero metrosexual en el ojo de boticario de la lascivia. Lope bien pudo ser un follador impenitente pero esos chicos de la SER no han leído la pobre barquilla mía ni degustado la ternura de sus Villancicos. La verdad es que don Francisco de Quevedo y Villegas no fue un asalta cunas como el bueno de Lope ni un galán de monjas. Más bien parece ser que fue pájaro de un solo nido y se acreditó como el autor del mayor canto al amor en castellano. Polvo enamorado pero su Lisi le salió rana. No es que fuera una pilungui. Era una mosca mojonera que hizo de su matrimonio un infierno portátil se llamaba Felipa... Desencantado por este amor juglaresco y hereje, un nido vacío, un lugar común, falaz, tornó los ojos a Baco y de lupanar conoció muchas más hembras que el melifluo e hispido Lope como era zambo y ya se sabe que los cojos poseen una capacidad sexual hipermetropita su icono falico era muy reverenciado y hasta fue famoso en las casas llanas de Castilla, de Cataluña, de Italia. Pues a Alcalá putas que viene san Lucas. Creo que esta es frase suya para honrar al 18 de septiembre Por desgracia los chicos de la SER nunca leerán ni sabrán leer al monstruo de las letras españolas Quevedo siempre fascina y subyuga. Incluso como comentarista político y apologeta religioso- no me pasa lo mismo con san Juan de la Cruz ni con el padre Granada y fray Luís de León pese a sus calidades eximias es un autor rollo, y Lope, tan católico tan español, suena a hueco- el mensaje de sus libros se preserva fresco transcurridos cuatro siglos. Y es que don Francisco era un hombre de su tiempo, un hombre de hoy y un español de todos los tiempos. Característica y pervivencia del genio. Lo que dice y como lo dicen llegan igual ahora que hace cuatro siglos. La voz del autor de los “Sueños” hace que el lector no se encuentra sólo con un autor sino con un país que es la España eterna. Las zahúrdas de Plutón donde toda corrupción, todo meneo, toda larcenia están tan vivas que parece que han renovado el fuego del infierno y la corte del Borbón es el nadir de lo que fue cenit con Felipe IV y siguen creciéndonos los enanos y es nadir con Juan Carolo I, el rey bartola, ahí me las den todos, debe de tener una flauta con un agujero solo, que nunca creíamos que con ese individuo en el trono España pudiera caer tan bajo. Este Zapatero puede ser el bufón de corte don Francesillo el alemán al que pinita Velásquez en las Meninas Con las mismas me voy a Alcalá. Es la ciudad de España junto con Segovia, tal vez, mi pueblo donde se siente y se entiende el mundo quevediano en su españolidad apasionada y candente. El estilo es el hombre y la huella de su paso por esta tierra está en las piedras, en las torres de las iglesias, en los muros de los conventos, en los dinteles blasonados de los colegios mayores. Hay muchos en esta ciudad de genio alegre, estudioso y militar. Busco al caballero de las espuelas de oro, el de la cruz colorada sobre la ropilla de limiste, la mirada profunda un tanto irónica y desvergonzada atravesada entre las lentes el labio superior un poco sumido y el inferior prominente, que se plegaba en rictus entre lo irónico y lo despectivo. Me pierdo entre los figones con trastienda y corralillo bajo las parras el pámpano a la puerta un pozo con brocal en el medio y por allí cercas una alberca. Me hice hace muchos años de la orden de Fray Jarro. Quevedo es el divino beodo de las letras castellanas. Antes de llegar a Complutum había siete ventas y una estaba en pie hasta hace poco y en ella tuvo lugar el famoso episodio del Buscón de los estudiantes las dos putas y el clérigo gorrón que no había cenado. Todos tratando de engañar a aquel maldito ventero morisco que se las sabía todos pero los gramáticos y el clérigo cornadas del hambre hacen una burla del mesonero y es allí donde consuma su bautismo de fuego en la picaresca el bueno de Pablillos que era cabe recordar paisano mío, hijo del que dispensaba en Segovia el garrote vil con borla del Santo Oficio. Me siento a la puerta del ventero mientras el ventero morisco me mira de reojo con cara de pocos amigos porque en su establecimiento debe de ser ramadán todos los días. Don Francisco pasea por el estragal y hace momos detrás del cura que va rezando el breviario o hace como que responsea. Las putas se emborrachan a costa de los estudiantes y una de ellas debe de ser prima mía. Se llama Leonides la vi el otro día por la fiesta y diz ejerce o ejercía el oficio más antiguo del mundo en Barcelona. Pasan dos ciclistas. A lo lejos se escucha silbar el tren de cercanías. Perdonen el anacronismo pero este oficio de la literatura carece de tiempo lo trasciende e inmortaliza las visualizaciones interiores. El timbre de un móvil llama la atención del Caballero de la Cruz Colorada que me sonríe. Su boca desalmenada luce unos buenos paletos. La única que le quedan pero aun quedan raigones en una boca oscura como un cuévano y llena de mellas. El cura ha parado de rezar o de hacer que reza ser tercia un poco el bonete y mira con hilaridad para los dos mozas que se mueren de risa y que no acaban de ajustar tarifa con los dos estudiantes que deben de ser novato. Rastros conversos aquí y acullá; pero aquí el pueblo de Israel desapoderadamente renuncia a la ley vieja y abraza la catolicidad. He ahí uno de los enigmas del misterio español, del que don Francisco, en sus contradicciones, resulta uno de sus más insignes representantes. Sus raíces judías se compadecen poco con la vehemencia que ataca a Judas en sus tratados religiosos, a los sumos sacerdotes del Sanedrín, fámulos de Anas y Caifas que fueron con palos con antorchas al Huerto de los Olivos (érase un hombre a una nariz pegado) o la vehemencia con que defiende el patronato santiaguista en contra de los conversos que querían sustituir al Hijo del Trueno por Santa Teresa la cual sería canonizada junto con san Isidro Labrador e Ignacio de Loyola en 1521 un cinco de abril cuando es entronizado Felipe IV. Fue el gran rey de las Españas y del imperio al que hace subir Velázquez en un caballo triunfal y ruano, el monarca que ronda los conventos y que se parece un poco a Lope en su sexualidad insaciable casi femenina. En Flandes empezó a ponerse el sol pero aquel glorioso ocaso duró bastante tiempo. El cuarto de nuestros Felipes. Nieto del prudente, biznieto del invencible e hijo del santo al que Góngora epitomiza como el crisol de las monarquías y que va a servir de modelo a Quevedo para trazar la imagen de lo que debe de ser la monarquía absoluta en un príncipe cristiano, fue augusto en todo cuanto hizo incluso en sus debilidades. La epistemología al uso asevera que Quevedo era oriundo de la montaña un valle santanderino del mismo nombre. Sus padres entraron a servir como criados de los Reyes Católicos, el padre sería caballerizo de Felipe II y la madre azafata de Isabel de Valois. El se mofa de su heráldica cuando hablando de su casa desvencijada y en ruinas solariega “da el sol a todas las horas por haberse hundido el tejado. Es el único de nuestros clásicos que hablaba y escribía a la perfección el hebreo. Demuestra con soltura y mucha solercia y autoridad tales conocimientos en sus comentarios bíblicos sobre todo en los del Libro de Job, no superados por ningún exegeta. Sin embargo, por rencillas, rencores, y esa malquerencia que surge cuando menos te lo piensas en la vida española tuvo que aparecer un jesuita el padre Juan de Pineda que recela intrusismo en este afán por desmenuzar las explicaciones a uno de los libros más difíciles del antiguo testamento. “Yo profesé- responde Quevedo al padre jesuita el 8 de agosto de 1626- en la universidad de Alcalá teología y filosofía y estoy graduado; fueron mis maestros el dr. Montesinos, Thenas y el Padre Lorca; no los digo para suficiencia, solo para que vuestra reverencia sepa que, aunque mal a su parecer, hablo de lo que he profesado”. Pero en este país de qué dirán la envidia suele ser aliada de la ignorancia y los reparos del vilipendiado escritor que no sólo era un poeta satírico sino tambien un profundísimo teólogo cayeron en el vacío. Alto a la dueña. Le ofenden al más insigne de nuestros vates que los vates vinieran dirigidos desde la pluma acerada de un jesuita, ya que en esta carta hace profesión de fe y de respeto a la orden loyolea. “La Compañía está en mí y en mi corazón… a la que debo desde los estudios de gramática y pudiera deber grandes progresos si a sus diligencias no se hubiesen opuesto mi incapacidad y mis distraimientos…” en esta carta parece ser que e4xpresa su desconsuelo por no haber profesado en la Compañía de Jesús. Era sin embargo y lo fue de por vida un jesuita laico que fue a su aire. La jovialidad y la fama de revoltoso y algo díscolo que se ganó en Alcalá obstaculizaron su acceso a las ordenes por ser costumbre que los que se graduaban en teología recibieran el diaconado o al menos regresaban a sus pueblos de minoristas. El Gobierno de Dios es una apología de la monarquía absoluta y de la primacía papal, una defensa de la guerra justa contra la herejía y la invasión. Trono y altar han de aunar fuerzas y el pueblo y el ejército han de estar en colusión y en armonía. Pero al propio tiempo es una diatriba feroz contra los mohatreros, los advenedizos, las camándulas, los malsines, los bocazas, los validos, los monederos falsos, los malos sacerdotes, los reyes tiránicos, los autócratas, los lobos disfrazados de cordero, los explotadores, los enemigos de Dios, los impostores, los falsos pontífices… Quevedo escribía para los europeos de los comedios del siglo XVII pero por las trazas parece que ser que se está dirigiendo a los españoles de inicios del XXI Dada la gran carga ideológica, Quevedo que tenía terminada la obra en 1635 no se determina a darla a la estampa ante el cúmulo de enemigos que se amotinaron contra él toda su vida. Ese año fue e3ncarcelado en San Marcos de León. Sale suelto diez años más tardes y muere al poco tiempo. El libro es publicado en 1655 por su sobrino Pedro de Alderete y Quevedo miércoles, 01 de septiembre de 2010 Continuará

EL MANZANARES EN QUEVEDO Y GÓNGORA El arte de Quevedo es el luquete de naranja/limón que ponemos al vino para quitarle el acíbar y despojar a la vida de todos esos posos de amargura que la circunda, aunque, bien es cierto, los que seguimos a Xto hemos de beber el cáliz hasta las heces como lo bebió don Francisco tres veces desterrado, dos a punto de morir, una en la emboscada que le tendieron los venecianos, y se libraría por pies, por hablar el italiano sin acento ninguno, como un toscano, y la segunda en un lance amoroso en que acabó con tres de sus oponentes, que, en sacando la de Toledo, no había espadachín que le pusiera un pie delante y eso que era zambo, por lo que Góngora se mofa de sus cacorros, hacia adentro y desmangallados, así como de su presbicia (tenía los ojos malos y era cegato aunque su vista de lince fuera tan aguda como su daga). Dos veces lo desterraron de la Corte a sus predios de la Mancha y en una ocasión lo llevaron a presidio cinco años a León, en una fría mazmorra del convento de una orden militar(1) llena de humedades, lo que aceleraría su muerte. Como buen español(1), fue victima de la malsana yedra, que con harta frecuencia crece al sur de los Pirineos como el mal francés que del otro lado viene y que aquí se convierte en morbo visigótico, que llevó a Fray Luis, a Jovellanos, a Cervantes a la cárcel y a otros tantos al destierro. Dicen que la saña y mala baba constituyen el vicio y el deporte nacional. Por eso se ensalza aquí, hasta los cumbrales, a la medianías. Para triunfar en este país hay que ser del montón o tener buen parecer. ¡Ah! Las apariencias españolas. Aquí los mediocres nunca hicieron daño, mientras al que despunta en algo se le corta la cabeza. Y un consejo- vademécum para andar por las Españas: ser siempre del montón. Como Quevedo era egregio y aventajaba a todos en estatura literaria y en calidad humana, fruto de su vividura, pues, fueron a por él. Tengo para mí que el mejor libro, la mejor novela, y única en su género, es el Buscón, todo un tour de force estilístico y de solercia en el manejo del idioma castellano, del que su autor conocía todos sus recursos secretos. Que maneja como si fuera mago del idioma. Y esta esgrima verbal le hace fulgurante en el estilo y en sus estocadas, certero. Escritor, todo meollo, o carne sin hueso, nunca cáscara [hoy no lo entenderían] nada de hablar por hablar. El fondo se adecua a la forma en una perfecta hipóstasis del mensaje. Y esto es el desiderátum de la perfección. El no va más Mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos. Unas, cuernos; otras, huevos. ¿Se podrá contar mejor una historia sobre la condición femenina en este ras con ras, en este par de lineas, dos auténticos tijeretazos de versos? No. Los libros y los versos de este prócer, desde sus tratados teológicos hasta las letrillas jocosas como Erase un hombre a una nariz pegado en que pone en berlina a Góngora y con él a todos los sayones y escribas de nuestra España, tan voluble, tan tornadiza, turiferarios de Caín, no son para paladares delicados. Hay en ellos mucho cuajo, por lo que su literatura nunca será apta para cuáqueros miramelindos. Es Quevedo la antítesis de la cursilada a lo Julián Marías. Por eso le salieron enemigos a mansalva y aún lo queman en efigie los hijos de los hijos de los nietos de aquel linaje de narigudos ridículos, cornudos, o simplemente malvados que él tanto festejara. Aún lo tienen por peligroso y lo queman en efigie a la chita callando pero él sigue siendo el coloso del parnaso de las letras castellanas. Parece que me mira don Francisco desde la calcomanía con que honro su memoria en mi despacho y se sonríe con sorna. Saca pecho, enseña sus guedejas cansadas de tanto afán dejándolas colgar en desaliño de estudioso sobre el pescuezo y oculta el pie equino, de nacimiento, lo que, aún renqueante, no le impidió cabalgar y ser el mejor espadachín de la corche y no esos matasiete que pinta de cartón piedra e imitación Pérez Reverte en sus novelas de época. En el callejón de la rinconada de la iglesia de san Martín, justo donde está la calle de La Ballesta, un jueves santo, a la salida de los Oficios, tiró de espada y dejó muertos a tres contrincantes que le cerraron el paso. Todo un maestro de esgrima y no uno de esos valentones personajes de cartón piedra que circulan por las novelas por entrega de Reverte. ¿Causa del riepto? Uno de los caballeros abofeteó en el atrio del templo, a la vista de todos, a una dama. En guardia. A la salida nos vemos. Pues vale. Pero de uno en uno, caballeros. El maestro de esgrima no era un matasiete o uno de esos jaques que lampaban por la corte, galanes de monjas, cortejadores a la hora de misa y el triduo, única ocasión en que aparecían en público las señoras como dios manda. Las que iban al prado en coche tenían mala reputación. Dentro de las carrozas con las cortinillas bajadas recibían a sus amantes. Podía pasar de todo. A veces los bastidores se meneaban con un ritmo sospechoso, el tiro parado y tieso el tentemozo, dormitando el cochero ciego de vino y sin menearse silenciosos con el saco de granzas al morro los caballos ruanos de los caballeros o las mulas episcopales pues también tenían por costumbre de bajar al Prado los eclesiásticos en desguisa. Este era Quevedo. El caballero de las espuelas de oro como le llama casona. ¿Misógino? Ni por pienso. A su pluma debemos el mejor soneto en castellano y en él canta a la mujer. Y su lamento de letra herido y de amante despachado aun esparce el eco que han conseguido quebrar la vara de la muerte: "Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevase el blanco día y podrá desatar el alma mía hora a su afán ansioso lisonjera mas no desta parte en la ribera dejará la memoria donde ardía nadar sobre mi llama el agua fría Y perder el respeto a la ley severa; Alma a quien todos sus días pasión ha sido; Venas que humor a tanto fuego han dado; Médulas que han gloriosamente ardido; Su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido polvo serán, mas polvo enamorado" Se refería a Lisi. De quien fuera Lisi poco sabemos. Sólo que el poeta la inmortalizó en estos pensamientos. La vida real fue mucho más cruel con él. Los grandes hombres acaban contrayendo matrimonio con la que menos les conviene y su bodorrio de mozo viejo con una tal Felipa acabó en desastre. Pero ahí queda como pecio de aquel desastre conyugal aquella antífrasis: "mujeres y gallinas, vecinas, todas ponemos". ¿Don Francisco putañero? No sé pero conocía el mundo por de dentro y de ese mundo parte fundamental es el bello sexo. Habría que colegir al trasluz de sus escritos que ese conocimiento íntimo de la condición femenina no la ganó en los libros o en los confesionarios como Tirso, que era fraile, sino "viva voce" alternando en las tabernas(2) y abriendo la puerta llana de las mancebías. Su concepto de la existencia era demasiado grave para tomarse en serio a las mujeres. De ahí sus exclamaciones utópicas sobre el amor, el olvido y la muerte. Polvo y ceniza en definitiva pero polvo enamorado. "En tus ojos, Lisi, vi el oriente en hermosura duplicado", etc. cruzaba el deán el portillo y venían detrás un par de diosas. Amor divino y amor profano que lo uno no quita para lo otro. A lo que se ve debió de ser visitador frecuente de los puticlubs de entonces que se llamaban cuexcas(3). Había una en Madrid, la Casa del Tocame Roque y otra en Alcalá que dio pie al dicho de "A alcalá, putas, que llega San Lucas"(4). Es posible que la tal Lisi por la cual bebe los vientos el poeta fuera una de aquellas mozas de partido tan abundantes en Madrid, a lo mejor una de aquellas irlandesas tan mal vestidas y hablando con acento de Coca por su afición a empinar el codo, "tan mal vestidas y tan bien hechas" de cuya arribada da cuenta en alguna de sus cartas. Así que Alcalá, putas, que viene san Lucas y mujeres y gallinas todas ponemos. Ojos ponéis de vendimiar agüela, frase con la que alude a las alcahuetas. "Cuando te abracen, advierte, que segadores semejan, con una mano te abrazan, con otra te desjarretan... con un cuarto de turrón y con agua y con grajea goza un Píramo, barata, cualquier Tisbe gallega... corita(5) en cogote, gallega en ancas, gran mujer de pullas para los que pasan" está describiendo a las ventaneras, costumbre que tenía un nombre legal: solicitación... al trato torpe. So capa del desenfado burlesco, Quevedo es de una profundidad aterradora. Toda su poesía recuerda un cuadro del Bosco por las descripciones que hace de la corrupción y relajo de costumbres del Madrid del primer cuarto del siglo XVII. La rechifla con que describe el Manzanares es deliciosa: "Tieneme del sol la llama tan chupado y tan sorbido que en mi se mueren de sed las ranas y los mosquitos". Y es facistol de chicharras en la solfa de lo frito el aprendiz de río que lleva penosa vida condenada de charquillos, merendero de tusonas y de mirones que bajaban a ver las ninfas desnudarse en el arroyo estantío... muy hético de corriente, muy angosto y muy roído, con dos charcos con muletas... acostado en un puchero el cuerpo y el sueño a gatas", etc. En las numerosas aceñas que debía contar a la sazón la raquítica ribera del Manzanares observa el paso del tiempo, otra de las preocupaciones de Quevedo: "azudes de la noria de la vida son las horas; ayer ya no es, no existe mañana y hoy es un punto fugitivo... soy un fue y un será y un es cansado..". Pero hay otro detalle, aparte del panorama jocoso que traza sobre el Manzanares, en lo social y costumbrista con sus lavanderas a las que algún beneficiado baja a ver las nalgas mientras recuden los pañales del niño, con sus trémulas pausas y los mastines de Sodoma que hacen acto de aparición de atardecida, los azacanes o aguadoras, las damas de toldo y arandela o meretrices, los mendigos que acuden a despiojarse, los niños que van a bañarse en las pozas o a jugar al marro, y es la información meteorológica que facilita. Como colofón de lo dicho, el Manzanares, a falta en Madrid de una plaza del Potro cordobés, del Arenal de Sevilla, el Perchel malagueño, el Zocodover de Toledo, el Arrabal arevalense o el Azoguejo de Segovia, punto de encuentro de perailes, pícaros, rameras y gente del bronce, hace las veces de "locus communis", paradero del que va y viene. Garcilaso que debía de ser tan inocente como buena persona y mejor poeta ve al Manzanares lleno de cisnes, ninfas y nereidas, utilizando un tropo muy común entre los poetas del Renacimiento en su afición a la mitología. Era mucho pedir. Los otros dos grandes capitanes de la literatura hispana, Góngora y Quevedo, lo ven de otra forma. La ribera del Manzanares estaba poblada de ninfas pero de otras especie diferente a las que describe Garcilaso. Góngora y Quevedo en su sorna son más realistas al tiempo que nos proporcionan valiosa información sobre el referido "locus amoenus" que no era tan ameno como para mirarlo con ojos idealistas sino realistas. Por tales trazas el siglo XVII debió de ser seco. Se había producido un cambio climático en toda Europa. El clima que era lluvioso y bonancible en las centurias precedentes debió de acusar los efectos de una glaciación. En 1666 a causa de esta sequía acontece el gran fuego que arrasa Londres y la plaza mayor en 1634 también se quemó quedando sólo la Casa de la Panadería. Esta sequía trajo consigo aparejada la hambruna. Mientras, los literatos se toman la cuestión a pitorreo. Eso y empezar las jácaras todo fue uno. Fue tan capona la primavera que no pudo abrir. No hay agua pero no falta el vino. Se alude a los moscos irlandeses cuya borrachez se hace manifiesta en las calles de Madrid o a los moscos tudescos que ingerían una cantara de un golpe en las bayucas aledañas a las escaleras de San Felipe. España se desentiende, se despreocupa. Toros y cañas y autos sacramentales para olvidarse de los desastres de Flandes o los naufragios de la Flota de la Carrera de Indias. Los piratas ingleses estaban siempre al acecho. Ande yo caliente ríase la gente. Aquí cada uno va a lo suyo y eso le saca de las casillas a Quevedo. Empieza una refriega, una lucha entre dos colosos. Los dos tenían un conocimiento eximio de los idiotismos del idioma y no se les iba lo que se dice la fuerza por la boca Góngora a la vista de la escualidez del "Támesis de los Madriles" y del escuchimizado hilo de agua que vertía en aquellos tórridos veranos exclama: ayer meome un burro y hoy me ahogo. Y se cachondea con la misma insolencia de sus puentes. "Mucho puente para tan poco río" dice del de Toledo, y del de Segovia, "señora puente castellana cuyos ojos están llorando arena" y en otro verso de su letrilla hace referencia a que "los orines de las mulas den salud al río". De lo objetivo se pasa a lo subjetivo y el río de una ciudad va a ser el pretexto para una recia enemistad entre don Francisco y don Luis. La reyerta literaria hará las delicias de los amantes de las bellas letras porque en ella predomina el insulto. Sí pero hay que saber insultar. Además, la sangre nunca llega al río. Y en este donoso cruce de invectivas Góngora llama a Quevedo Anacreonte, melifluo y zambo y putero. Cegato y pelotillero. Quevedo se despacha motejándole de tahúr, mal sacerdote, judío y narigudo. Los dos poetas mayores de nuestro siglo de oro se ponen de vuelta y guerra o a caer de un burro. Lo de ayer meome un burro debió de ser ficción de Góngora pensando en su rival MEOME AYER UN BURRO Y hoy me ahogo en aguaduchos de orines. Poco más o menos Góngora y el ínclito Quevedo se mofan a porfía del río de Madrid que no es el Eúfrates ni el Tigris. Más bien un cagadero. Tuvo por afluente el Arroyo Abroñigal que es un río meadero, todo boñigas. Allá donde la villa y corte exonera su vientre, lava sus culpas y antiguamente había verbenas. Por la de San Marquillos el Verde y luego la de San Antonio que es la primera que dios envía. Bajaban allí las ninfas disfrazadas de chulapas, a hacer de cuerpo y viejos verdes tonsurados arrastrando la loba y el manteo al salir del coro las espiaban desde las peñas con un catalejo que el locus amoenus siempre tuvo mirones para el amor de alquiler. Darse un lote de vista y llevarse las manos a la cabeza con un adonde vamos a parar y cómo están los tiempos no estaba mal visto. El propio autor de Los sueños murmura del rumbo aciago que cobraban sus tiempos. A juzgar por estos versos todo sigue igual en el hombre. Nada cambia: Todo se ha trocado ya. Todo del revés se ha vuelto. Las mujeres son soldados y los hombres doncellas. La obsesión que manifiesta Quevedo por los putos entre los que incluye a Góngora también había gente saliendo del armario en nuestro Siglo de Oro Por Cuaresma, combates nabales que nabos y cohombros los daba excelente su ribera, lo mismo que cebollas y orondos tomates de un rojo casi lujurioso. ¿Rábanos? Los de su ribera, los mejores. Aunque siempre picaron un poquito. En la costanilla del Ava Pies y el postigo del Avemaría había sinagogas y muchos rabinos. Con el edicto de expulsión muchos de ellos se metieron a frailes y colgaban morcillas y botillos a la puerta de sus conventos por bien parecer. Madrid no es lo que parece. Aquí el personal siempre vivió hacia adentro. Un lastre que arrastramos de nuestros antepasados los judíos. También, se cursa estudios por ser más. Y por mejor parecer. El parecer es el súmmum bonum de los hidalgos de gotera, la honra, el buen criterio. Hasta, sin haberse desayunado muchos días, como nos refiere el Lazarillo se echaban migajas en la barba para anunciar que habían comido. Por ahí vienen los calvos. Observa Quevedo que hay calvas de muchos tipos: sacerdotales, jerónimas, y calvos calvísimos, aprendices de calvo y aquellos que no saben portar su calvicie con dignidad, a lo Anasagastegui, que la por entonces se hacían el recorrido. "Hay calvo que re rebuja para tapar el melón y aparece hecho un basilisco". Aquí estamos yendo y viniendo del "no te jode a nos ha jodido". Vivimos un sinvivir de la política entre el tupé de Sagasta y el recorrido de Anasagastegui, áspero tribuno de la plebe vasca, que, por no saber, no sabe llevar su calva con dignidad. Luego llegan los sastres. ¿Sastres vienen? Pues al infierno. El ángulo de visión de Quevedo, el de un verdadero buzo de las clases sociales en el maremágnum de gentes con los que le tocó convivir. Odiaba a las viejas, pues no en vano tuvo fama de misógino. A los sastres. A los médicos y a los sacamuelas. . Ay sí. El Manzanarillos debe de tener la sangre municipal y espesa y por eso y por la mierda que corría en los remansos pasada la Virgen de Atocha se criaban tan buenos tomates, lechugas y pimientos. La villa y corte era un pueblo desde 1606 en que obtuvo el título de capitalidad por orden del tercero de los Felipes. Góngora fue nombrado capellán regio y puede que la ojeriza con Francisco de Quevedo, aspirante al oficio de cortesano y que tuvo vara alta en la ante corte la del valido el Duque de Lerma se debiera a ser los dos contrincantes para un mismo empleo.. Además dice el refrán que quien es tu enemigo el de tu oficio. Aparte de gananciosos de la sopa boba y anhelando un beneficio, una sinecura, una prestamera, los dos eran grandísimos poetas. Los mejores que hubiera jamás en esta lengua. Las rivalidades a muerte se originan precisamente en esos concursos oposición en que los españoles se queman las pestañas memorizando textos que no les servirán para nada sino para colgar un título en la pared y pasarselo a los demás cerrar el pico, aparentar más, ¿veis? Yo estudio, yo soy algo, más que tú, el origen está en el puñeteros morbo visigótico y buscarse un carguete de por vida a costa de la iglesia que fue la primera que abrió el torno o lotería de las oposiciones a canonjía, luego vendrían las de notarías, que esas sí que son peliagudas o las del ingreso en el Cuerpo Jurídico del Estado o en la Cuerpa mismamente. Luego a tumbarse a la bartola. Manía del español que quiere vivir sin pegar golpe. Góngora ganó un beneficio en la catedral de Córdoba pero no pisaba la catedral, no iba nunca al coro y tuvo que tener que pagar, como consta en los archivos, multa de muchos maravedís por su inasistencia pero ay amigo obtuvo aquel beneficio a fuerza de codos y estuvo una hora de reloj, en lo que caía la arena por la clepsidra, recitando una tesis de la Summa de Santo Tomás. Tenía un título. Hoy mucho más rentable que aprobar oposiciones es meterse a político y entonar la coplilla gongorina sobre la meada del burro que provoca inundaciones por Madrid. De nada sirve que fuera si no un mal sacerdote al menos muy negligente -apenas se le conoce haber abordado el tema religioso en su obra- y de origen converso al que asustaba comer jalufo. Pero había ganado las oposiciones. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Agua va. Cuando las dueñas se ponían a arrojar los pericos o servicios de aguas mayores. Góngora se fumaba el Oficio divino y se quedaba en alguna timba o se iba por las rinconadas de la vera del Guadalquivir a la búsqueda de algún efebo. Sacerdote sin vocación y cura de misa y olla. Por la mañana cátedra de Prima y por las tardes, de sobrina. Ahí nos las den todas. Se da la buena vida y busca, villano en su rincón, una misericordia segura en la que sentar sus posaderos y tener ración por oposición que es para lo que empollaban latín los españoles de entonces y los de ahora se atiborran de temas. Aspiran a un buen pasar, eso que se llamaba antes la vita bona del Beatus ille. Echa la galga, amigo. Tumbémonos a la bartola. Pasan los clérigos con el bonete de tres puntas, las mulas hacaneas con un paxio o artolas cargada de libros camino de Alcalá terciado el manteo y la loba cuajada de cazcarrias y de barro de los charcos del camino. Suben la cuesta los arrieros. Huele a ajo y a vino y a trasudores de Castilla cuando va de el personal trajinante y detrás llegan los ministriles. Un domine con antiparras acaba de pasar camino de su casa a pupilo. Va a dar "lición" a sus gramáticos. Les enseñará algo de gramática parda. Un morisco cargado de un banasto con hortalizas. Una vieja marivina a la que hiede el aliento podrido del mosto, la cebolla y las caries. Y sigue la comitiva con ministriles, algún jaque arreando un macho burreño de gran alzada y ahí están las lavanderas cantando las coplas del momento mientras restriegan la colada que reúne las bragas de una marquesa y los calzoncillos con palominos de un obispo. Y no podían faltar en esta escena los azacanes cargados de cantaros de agua de nieve. Delante de las damas de toldo y arandela, "cisnes del placer, y fenices del gusto". Abigarrado retablo de tipos y de costumbres. A cada profesión le corresponde un vicio. Un niño llora y un viejo con su lazarillo canta la oración del Justo Juez. Las capas negras de los letrados se confunden con las capas pardas de los mercachifles y labradores, las tocas blancas de las dueñas hacen contrapunto con los velos negros de las viudas. Cantan los cubos de los carros a los que no se permitía pasar por la puente y han de vadear por el albero salpicando los charcos o hundiendose en el légamo. Estallan en el aire las trallas. Se escuchan algunos juramentos. Algunos carruajes hacen molino y los carreteros se quejaron toda la vida del pontazgo de la Puente Castellana. Los borrachos de Velázquez se han reunido en un corrillo y coronan a Baco desnudo con una corona de laurel y lo cubren con un manto purpura como el que cubrió las desnudeces de Noé. Uno de ellos que debe de ser fraile huido del convento les sermonea en latines. Nadie le hace caso. Mucho puente para tan poco río sí pero con mucha humanidad viva que se mueve por abajo y por arriba. Señora doña puente Castellana, tus ojos están llorando arena. La literatura estando más allá de la imagen que en encandila y decipit (decepciona), según los escolásticos, es vividura y transcendente. La imago es una noción ficticia de lo intrascendente. La imagen destruye y deslumbra pero la palabra o el concepto construye e ilumina. El arte de la palabra va mucho más allá de la cinemática y el cine es cínico pues poseen el mismo étimo griego; "kinos" designa al movimiento pero también al perro. Quevedo y Góngora que son a la vez culteranos y conceptistas nos llevan por las altas sendas de la imaginación. Nunca frisó nuestro idioma tan alto como en estos dos vates, tan diferentes y tan parecidos. Esta trifulca sobre el río de Madrid en el que coinciden descriptivamente pero que luego van a desenvainar, por rigurosidades e inquinas personas que no hacen al caso, las plumas, convertidas en lanzas. ¡Y qué lanzas, madre mía! Al ver lo que escriben el uno del otro los ahora políticamente correctos, escritorzuelos de toma chicha y nabo, se llevan las manos a la cabeza y gritan: -Insulto. Insulto. Pero hay que saber insultar, señores míos, y hacerlo con cierto salero. No ese desmantelamiento que les es propio a los anti-castizos. La literatura, insistimos, es vividura. Y vividura profética. Por eso mismo cuando nos encontramos en un libro donosamente escritos nos asalta la impresión de haber estado en aquel sitio, en aquella casa o a la vera de aquel río que nos pinta el autor. Uno ha subido y bajado unas cuantas veces por el Puente de Toledo y está familiarizado con el genus loci y los manes madrileños. Nos han sucedido aventuras. Vimos no a las ninfas y nereidas pero sí bastante ninfas del cantón que en el Cerro la Plata cobraban a duro el "polvo". Niños y militares sin graduación algo menos y una paja tres pesetas. Algunos fuimos iniciados en el amor a tan módico precio por la Josefa una sacerdotisa de Venus al aire libre, que venía de Valencia, culona, de amplias tetas, tenía un poco de bigote pero compensaba. Cela dixit. Hemos visto desfilar a los pastores de la mesta. A los jaques sacamantecas con la "poderosa" entre la faja, y a los mismos borrachos de Velázquez dar tumbos por las bayucas aledañas a la catedral de san Isidro que ya estaban abiertas hace cuatro siglos. Nos hemos puesto la coroza de los penitentes que salían en Viernes Santo detrás de un paso al lado de las vestidas de dolorosas luciendo cuerpo y jeme.. Tan chulas y presumidas ellas. La religión aquí estuvo íntimamente relacionada con el sexo. Acompañar al Santo Entierro era un pretexto para lucir su cuerpo serrano. Debían de ser las mismas damas que acompañaban a Felipe IV tan salaz como piadosísimo a los triduos y oficios de las Cuarenta Horas que organizaban los jesuitas. Nuestro catolicismos es áspero, algo tristón y pasionista. Ya lo decía don Francisco: "Católica y cruel Majestad". Hemos padecido y gozado de situaciones similares a las de Quevedo o a las de Góngora. Los genios en sus escritos nos invitan a hacer un viaje hacia el futuro. Ay Madrid que te quedas sin gente, la ciudad por la que ha discurrido gran parte de nuestro vivir. Universidad de picaresca y de misticismo. Aquí la luz tutela y es tan ardiente que acaba destruyendo. Madrid me mata a mí. Madrid te mata a ti. Por eso tanto le queremos. A veces tuvo aire de sepulcro. Cuando Dámaso Alonso se refería a un millón de cadáveres ambulante sabía bien lo que se decía. Con algo de sepulcro pues todo en la vida es cárcel y todo en la vida es sepulcro. "Del vientre a la prisión vine en naciendo de la prisión iré al sepulcro amando y siempre en el sepulcro Estaré ardiendo. ¿De amor? Por supuesto. Quevedo y Góngora que conocerán tan bien a las mujeres las dan poca importancia. Lisi la amada inmortalizada en el soneto del polvo enamorado es un accidente. Don Francisco lo que conoció mayormente fueron las Lisis a la vera del Manzanares, las tusonas, busconas y godeñas, en particular las hijas de la Verde Erín cuya arribada a la Corte desde la católica Irlanda era todo un acontecimiento, y que tanto le entusiasman, tan mal vestidas como bien hechas, un tanto inclinadas al mosto, las coritas asturianas y gallegas de ancas triunfales, que con una mano te abrazan y con otra te hurgan la faldriquera. ¡Ah las dulces mozas querenciosas del oro, todas del partido de Santo Tomé, zamarreando por la orilla del río estantío "en esta capona primavera que no pudo abrir un lirio". No le gustaran a Quevedo, a lo que se ve, mucho los ríos; lo intuía, estaba oliendo el poste. Parece sentir en sus versos las humedades reumáticas de aquella mazmorra a orillas del Bernesga, del Órbigo y del Castro que son cachirríos y del Duero meninos (por afluentes). Allí le esperaban las sombras. Todo en la vida es cárcel. He ahí otro signo del poder premonitorio que mueve la pluma de los que escriben, sobre todo, si lo hacen bajo la luna de la inspiración y el poderío que brinda la introspección profética. No se entiende muy bien esa tirria que le inspira don Luis. ¿Serían ramalazos de ese anticlericalismo proteico que se detecta en toda la literatura castellana? ¿Odio de clérigo? ¿Rija de opositor a Corte? Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla Docto en pullas cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino. Que aprende sin Christus la cartilla, Chocarrerías de Córdoba y Sevilla. Y en la corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo rabí de la judía, Cosa que tu nariz no lo niega? No escribas versos más, por vida mía, aunque esto de escribas se te pega Por tener de sayón la rebeldía. Duros epifonemas. Le tacha de judío converso y de maricón (poco hombre) y de narigudo. La odiosidad debió de nacer en el complot contra el Duque de Lerma que significaría la caída del Señor de la Torre de Juan Abad de patitas en el destierro. En su invectiva apunta un dato de una gran solidez histórica que ha sido poco estudiado: la influencia que tuvieron los criptojudíos en la corte de Felipe IV a través de los jesuitas. Pero se da asimismo la paradoja de que Quevedo se va a coger a la protección de los jesuitas y durante sus presidios y destierros sus amigos serían los jesuitas y su biógrafo sería un jesuita. En otros epigramas censura a su rival su afición al juego: tahúr, poco cristiano, mal clérigo. Misal apenas. Naipe cotidiano. Capellán del rey de bastos que en Córdoba nació. Murió en Burgos. Y en Pinto le dieron sepultura. Por su parte Góngora en un poema escrito ahora justamente hace cuatro siglos dice de Francisco de Quevedo lo siguiente: Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía que ya que vuestros pies son de elegía vuestras suavidades son de arrope ¿No imitareis al terenciano Lope que al de Belerofonte(6) cada día sobre zuecos de cómica poesía Se calza espuelas y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos dicen que quieren traducir al griego No habiendo mirado vuestros ojos. Prestadle un rato a mi ojo ciego(7), porque a luz saque ciertos versos flojos Y entenderéis(8) cualquier gregüescos(9) luego. El soneto gongorino tampoco tiene desperdicio. Tilda a su oponente de poeta descuidado, suave, zambo, mal caballero(10), espadachín y matasiete. Y le pide que le ponga la mano en el culo para escuchar una ventosidad de sus adentros. Góngora no se tira un farol. Se tira un cuesco. La polémica entre los dos grandes literatos, aunque profusamente estudiada por la erudición, ha dejado inédita una idea importante: el enfrentamiento de Quevedo, caballero de la orden de Santiago, que ridiculizó a los que querían hacer santa patrona de España a una judía Teresa de Jesús, y los cristianos nuevos. Tanto él como Lope -éste de una forma más superficial- tomaron partido por los cristianos viejos. De modo que sus diferencias con los conversos, que tanto nombradío e influjo trujeron bajo el mandato del valido del Rey, el Conde Duque de Olivares, y su aireamiento con los franceses que tenían el criterio de que la Santa Sede había caído en manos de los judíos, pudo ser un motivo de su detención y posteriormente su encarcelamiento en San Marcos de León durante un quinquenio. Una flagrante injusticia. Al parecer, el mejor escritor en lengua se movía en contextos políticamente incorrectos para su tiempo. De todos modos, espíritu crítico y valiente, mete el dedo en la llaga y descubre uno de los enigmas de la historia española y las causas de su decadencia. Aunque cegato, su pluma era certera, y su visión de águila caudal que diquelaba desde muy lejos. Su fama de chistoso y jaranero que tiene en la cronología hispana, donde todos los chistes guarros se atribuyen a Quevedo, no se compadece con la hondura de su pensamiento tan español, tan entero. Miré los muros de la patria mía. ¿Acaso este postergamiento y ninguneación a que se someten sus obras, más citadas que leídas, sea otra venganza judía? Mientras tanto las aguas del Manzanares siguen fluyendo enterradas bajo un bunker de hormigón por decreto de los nuevos munícipes faraónicos anhelosos de convertir a este afluente del Tajo que pasa por los Madriles en un nuevo Guadiana. Pronto lo harán navegable y habrá choque de escuadras y batallas "nabales" (de nabos, no de naves) por menos de un pimiento. Es igual. Ayer meome un burro y hoy me ahogo. Ay, Manzanares, Manzanarillos, en ti se mueren de sed las ranas y los mosquitos. 14 de agosto de 2008 1. Todo este mundo es prisiones; Todo es cárcel y penar. Los dineros están presos en la bolsa donde están la cuba es cárcel del vino la trox es cárcel del pan la cáscara, de las frutas Las espinas del rosal. El cuerpo es cárcel del alma, la tierra es cárcel del mar 2. Fue cliente del figón de Juan Lepre que abría sus puertas en la calle Huertas de Madrid. Parroquiano de ese establecimiento fue también Diego Velázquez y alguno de sus comilitones del jarro le sirvieron de modelo al cuadro Los borrachos 3. Casa de tolerancia (Germ.) 4. En la fiesta de san Lucas el 18 de octubre se solían impartir los grados a los estudiantes 5. Corito, asturiano. En el siglo XVI las gallegas, asturianas y vizcaínas no gozaban de buena reputación. 6. Belerofonte, el hijo de Neptuno, que montó a Pegaso y venció a la Quimera 7. El culo 8. Por oír 9. Pedo 10. Quevedo fue el caballero de las espuelas de oro. Su defecto físico no le impedía ser un consumado experto en la equitación.

A ALCALÁ, PUTAS, QUE VIENE SAN LUCAS Antonio Parra Pues como íbamos diciendo, señores míos, a Alcalá, putas, que viene san Lucas. Y no se encuentra en qué acepción o correlación tengan ambos valores: un evangelista y las buenas y sufridas mujeres que aplacan los furores del mundo con sus caridades de alquiler. Sin su concurso perecerían las repúblicas y las monarquías coronadas y hasta las dictaduras. Tendréis que hacer la vista gorda y ser un poco más tolerantes que se os pone cara de inquisidores. Hay siempre ojos que vigilan al otro lado del muro que ven sin ser vistos, escudriñan, indagan, valoran, resuellan, cortan trajes y pegan tijeretazos pavorosos de indignación con sus palabras, almas podridas, sepulcros blanqueados, se indignan y se hacen cámaras y luego echan toda la mierda en el ventilador pues en verdad os digo que Alcalá putas que viene San Lucas y el que quiera saber que marche a Salamanca aunque la verdad sea dicha nunca me entusiasmó Salamanca vivero de muchos prejuicios carcas. Mi ánimo es alcalaíno, tolerante y liberal. El alma mater instituida por Cisneros graduó en artes a los dos príncipes de nuestros ingenios. A Cervantes y a Quevedo. Y ahora que lo pienso me pongo a temblar del pavor ante la cólera de las feministas que tan poco femeninas y tan sesudas como inquisidor quieren borrar de los diccionarios esa infame y a la vez querida palabreja. Mas, cata ahí que podrán liquidar con la palabra. Nunca acabar con el oficio. Y que me perdonen esas buenas mujeres a las que amé tanto. Uno ha aprendido tanto en los libros cómo escudriñando el mundo del barro caído de las daifas. ¡Pobres! No acantearlas, villanos, ni siquiera a las cantoneras de la Casa Campo pero traviesos estudiantes han venido y estamos todos al cabo de la calle. Tan lenguaraces y tan poco comedidos en sus bufonadas y chascarrillos siempre a verlas venir a pupilo en casas del hambre y aventajados discípulos del Domine Cabra que mantista me era yo pues mi colegio era sucursal de Alcalá y nuestro colegio o reformatorio de la piedad y cantera de vocaciones sacerdotales- había que ser santo no quedaba otro remedio aunque muy pecador soy Señor que el espíritu está pronto y la carne es flaca, ay pecadillos nuestros, le doy limpiaparabrisas de la memoria y se me empaña el cristal no sé si de remordimiento o de llanto pero no nos pongamos sentimentales- fue fundado por Diego Laínez aquel jesuita que sostenía que a Dios rogando y con el mazo dando y un ojo en el cielo y otro en el suelo. Iba a ser mantista (por atuendo la pañosa parda y la beca roja y el bonete de tres picos que había que quitarse siempre este gorro picudo que tanto nos entusiasmaba al pasar por la puerta de una iglesia o ante una imagen de la Virgen María o cuando nos encobrábamos con un cura arropado en su capa y guardando bien el colodro de los vientos mortíferos de aquella ciudad con una teja de cachemir) y caminar por las veredas de la Escolástica. Tú vales mucho chaval. Tú tienes madera de santo. Lo mismo que llegas a cardenal. Ya veremos. Primero hacerme lo que se dice un hombre, pero antes hay que pasar por la tonsura y ascendiendo al ostiariado al subdiaconado para posteriormente ingresar las galas del diaconado. Todo era como muy jerárquico y no se podían pegar brincos en el escalafón. Después presbítero y con un poco de suerte hala obispo. Largo nos lo fiáis. Vocación y entusiasmo no nos faltaban pero los ventalles de una calle estrecha y larga a la umbría en Pontefractum subsidiaria de Complutum ya digo eran mortíferos. Se te paraban los pulsos o se congelaban las esperanzas y si levantabas el gallo eras un díscolo o te ponían el matasellos de rebelde. Aquel tiempo me enseñó a conocer a la SRI y amarla en sus grandezas y sus miserias. En la pureza de vida de algunos de sus ministros y las corrupciones de otros. Los peores los más taimados los que parecían más místicos. Algunos de los gramáticos cogían catarro y otros pulmonía y a otros teníamos que cantarlos el “entierrillo” pues se morían. Los inviernos de por aquel entonces eran lo que se dice inviernos.¡Caía cada peladilla! ¡Y qué carámbanos en los aleros, madre mía! No teníamos agua corriente y muchas mañanas al levantarnos al toque de campana habíamos de romper el hielo de la palangana con la contera del zapato o la navajilla que todos usábamos para cortar el pan para lavarnos como los gatos. Más de quinientos tíos oye y escaseando el aseo debía de oler a montuno que tú no veas. El aire te cantaba al entrar los primeros días pero luego te ibas acostumbrando. Además desnudarse enfrente del compañero era una falta contra la modestia. Como en todos los sitios cerrados y aislados del mundo la mariconería a la que llamábamos amistades particulares eran también una peste mortífera (Ahora las cosas cambiaron gracias a Dios aunque el celibato sacerdotal siga siendo a nuestro juicio una asignatura en la iglesia latina). Y luego había que confesarse si por casualidad habías visto al gramático Anastasio o al retórico Perico en calzoncillos ya estábamos con la canción guerrera de los escrúpulos. Pues todas aquellas escabrosidades pertenecían al capítulo de la concupiscencia de la carne. A veces el director de novicios intrigado preguntaba de qué color eran. - Pues blancos, padre Muñana, blancos. ¡Como van a ser sino! Blancos y largos hasta la pantorrilla vulgarmente denominados marianos. Por el envés con palominos Gastábamos marianos anda que si hubiéramos usado los slips o taparrabos de ahora. El padre espiritual nos hubiese marcado doble penitencia. -Hay que tener guarda de la vista, hijo mío. -Si, padre. -Pídeselo a la Virgen. -sí, padre. Pero a todo esto y cuando impartía tan saludables recomendaciones hacía el padre Muñana unas aproximaciones que no eran tan santas. Te apretaba las mejillas y se acercaba carrillo con carrillo a ti que tú no veas. Parecía que estábamos bailando un tango o un fox en lugar de arrollidarnos ante el tribunal de la penitencia. Entonces inocentes de nosotros pipiolos no lo sabíamos pero eso hoy tiene un nombre. A mí aquellos apretones me alarmaron y desde aquélla sigo teniendo ciertas reservas con ese tipo de confesión auricular o exmolegesis y creo que con esta postura no cometo aberraciones contra el dogma. Pienso que todo lo que es morboso es pecaminoso y no puede ser de Cristo Por otra parte la aglomeración o los miasmas del aire la higiene era harto deficitaria. Cuando la gripe del 56 cascaron unos cuantos seminaristas. Era por el mes de octubre que me acuerdo como si fuera ayer y enterramos a siete en quince días del Menor y a cuatro del Mayor. Mi padre que estaba de maniobras vino a verme y tuvo una agarrada con el rector y quería sacarme de allí casi a patadas. Pero hombre de Dios, don Julián ¿cómo tienen ustedes a estos hijos de tan mala manera hacinados? Pero mi madre no le dejó porque su gran sueño en el mundo era tener un ungido sacerdotal. Toda su vida de dios estuvo preparando mi madre mi cante misa Se declaró cuarentena y allá abajo estaba en el patio mi progenitor una tarde de otoño con las estrellas de teniente recién estrenadas pues acababa de ascender llamándome por mi nombre. -Antoñito... Antoñito yo en pijama me asomé por la ventana y ante las voces cuarteleras de mi padre se preparó un pequeño cachondeo en el dormitorio corrido que era la enfermería. Mi padre tenía una voz potente de sargento mayor. Aparecí por la ventana de la enfermería que daba al callejón en la trasmuralla casi frente por frente de la Casa del gobernador civil, a la sazón, el murciano Pascual Marín Pérez. Me daba un poco de vergoña pues tenía casi 38 de fiebre y una tos perruna que no se me quitaba ni para la de dios. Le acompañaba un machacante que llevaba en la mano un talego blanco. A través de la reja me lo entregó. Era el añorado matute. Venían unos choricillos de Cantimpalos una hogaza de pan del pueblo y dos botellas con agua de limón. -Ten para que hagas gárgaras. -Sí, papá. Repartí el yantar entre mis camaradas y no sé si del susto de ver a mi padre artillero que me llamaba desde la calle cuando estábamos rezando la sabatina o del gusto de los chorizos y de las lonchas de jamón se me pasó la fiebre y me dieron de alta. Siempre me acordaré de aquella experiencia en que estuvieron a punto de cantarme el gorigori porque la temperatura me subió a cuarenta y algo y yo creo que vi el túnel ese de calma que aseguran haber contemplado los que estuvieron a punto de tramontar la frontera entre la vida y la muerte, y flotar, empecé a flotar. Me veía flotar como si el alma se me saliese del cuerpo y se encaramarse al techo y colgada del globo de la lámpara circular contemplase a mi propio cuerpo yacente. Tienes madera de santo nos decían. ¿Madera de perdedor? Nunca pondré la mano en el fuego pero aquella enseñanza fue tan penetrante y eficaz que lo que aprendí aquellos nunca se apartará de mí. El amor a la letra muerta. El entusiasmo con la grandeza y la belleza de la Iglesia. La liturgia. El paso del tiempo. La armonía de las estaciones del año o el movimiento cíclico del calendario, la carrera de los días que remeda a la de los astros. El amor a la vida. El complejo de culpa combinado con un cierto optimista a sabiendas que Dios perdona. Los terrores del infierno y una cierta prevención hacia la mujer. Cárcel de amor fueron aquellos años. A pesar de todo si volviese a nacer yo volvería a mi pupitre de aquel estudio de ventanales con vistas a la sierra donde la Dama Nevada era un testimonio estimulante a viajar a otros mundos -¿qué habría detrás de aquellas crestas de nieve? El mundo ¿Y qué era el mundo? Nos hicieron soñadores. Utopistas. Yo tenía una visión del mundo curiosa y pecaminosa pero había que ganar almas para Dios, ser apóstol etc., cabalgando en la escoba de la imaginación. La loca de la casa. Ya estamos. Yo era entonces y lo sigo siendo un fantasioso. Mi peregrinación por la tristeza y por la dicha. Amor profano y amor ideal. A Alcalá putas que viene san Lucas. O Petrarca y el Dante siempre buscando a su Beatriz o a su Laura. Hégiras místicas escalando las cimas de la santidad y bajads al valle o la sima de las tgabernas y guaridas de la Trotaconventos Antes morir que pecar. Más adelante iría al Toboso creyendo que allí encontraría a Dulcinea. Era solo Maritornes pero a mí Maritornes me hace mejor servicio que todas esas beldades que al fin serán también pasto de gusanos pero siempre con tales flaquezas fue tolerante como buen español que siente en lo más profundo la huella del catolicismo y mi olla mi misa y mi María Luisa; por eso siempre anduve a trompazos con las mentes de vía estrecha, los garbanceros, las inteligencias de mosquito, los rencorosos, los difamadores o los que no tuvieron la suerte de encontrar esa fe de principios que me inculcaron desde niño. De la taberna al tabernáculo hay solo un paso y las casuchas de mala muerte se recuestan contra los muros altivos y solemnes de la catedral. Así que estos días he vuelto con tristeza a las aulas de lo que fuera mi alma mater. La casa está vacía pero la imponente fachada herreriana sigue ahí con sus impresionantes acroteras que abarcan la esfera armilar en redondeles del mundo y la cúpula en forma de alcuza. “Aceitera” llamábamos los estudiantes a aquella torre y paseado por los tránsitos filosofales donde estaba el edículo de la Señora a la que amé tanto, patio de un solemne renacentismo y lo que se dice una casa jesuitina pero han esquilmado la biblioteca, han quitado la campana cuyos golpes marcaron los pasos de nuestra vida colegial. Campanas de la torre alcuza que ya no retiñen. Las han vendido seguramente para fundirlas en balas o a lo mejor para fabricar teléfonos móviles. Ya por entonces empezaron a llegar las bandas rfapaces y meoredeadoras de los anticuarios. Se dedicaban al trato de obras de arte. Castilla se quedó sin las tallas de los santos de sus retablos y desnudo de sus piedras. Las ménsulas y las florituras en arenisca de sus capiteles historiados todos se los llevaron hombre por dios ¡Qué expolio! Fue mucho más temible la modernidad que la francesada y el propio judeomasón Mendizábal y su política de exclaustración monástica y desamortización de iglesias y conventos no acabó con tanto. Rapiñas y esquilmos. Todos a por el oro de la Iglesia. Las vírgenes negras amamantadoras de preces y sueños adornando los tálamos de los poderosos. Tutora del reglamento aquel bronce nos mantenía derechos como una vela haciendo divisiones de los espacios del día. A cada actividad una cuadricula y parece que todo te lo daban hecho. A las seis y media tocaban diana. Y ahora a misa y luego estudio después bajada al refectorio más tarde quiete o recreación paseo clase estudio preces reserva del Santísimo el “sub tuum presidium” con el que nos acogíamos al manto de la Virgen meditatio mortis y a la piltra. Vida cuartelera. No teníamos tiempo ni para pensar en nosotros mismos. Por eso entre nosotros se desconocía la depresión. Si dejabas la cama sin hacer o ponías el bonete de medio lado o la beca torcida- cuantas veces me acordé de aquella beca roja de mantista estola y escala de sabiduría- te caía un réspice o rapapolvos del presidente. El señor presidente, otro seminarista de los cursos superiores, era una especie de comisario que nos tenía a todos derechos como vela y nos hacía a todos guardar la linea. He vuelto al lugar y me he dicho. Aquí está mi hontanar. Aquí todo empezó. El alma mater en que me empedraron con sorites y silogismos. Aprendía a escanciar a Horacio y a traducir a Cicerón. Me hicieron un rebelde y un humanista. Aquella idea del mundo cabal total y congruente lógica como lógico es el catolicismo no se borrará de mi mente La verdad es que la vida no es como me contaron aquellos buenos padres educadores. No guarda un rigor lógico. El bien y el mal no están trazados as cordel ni vienen marcados por una divisoria de la misma manera que los conventos y las catedrales suelen estar al lado de las mancebías. Todo es un magma común. Un totum revolutum y la vida no tiene argumento como tratan de explicarnos las malas novelas. No hay consecuencia temporum ni concatenación de acontecimiento. Es una cadena sin eslabón. Pero no me quejo. En aquella casa encumbrada en el cerro más alto de la ciudad fui feliz lo que me permite sonreír con benevolencia cuando alguien cuenta un chascarrillo. Bah chiquilladas. Nada tiene importancia y a Alcalá putas que llega san Lucas. En la ciudad complutense por lo que trasciende de lo que Quevedo escribió debía de ser memorable la feria del santo. Que hasta los más sesudos catedráticos se iban de picos pardos. Aliquando dormitat Homerus y no viene mal una canita al aire... 3 de diciembre de 2006 se puso el domine al poste tenemos que hacerle algunas preguntas al domine las ruedas de prensa se organizan akl salir de clas y allí estaba el pobre Padre Valorado asaetado a preguntas de los gramáticos y retóricos. Era el padre Regatillo

 

 

2020-11-23

llama de amor viva

 

24 DE NOVIEMBRE SAN JUAN DE LA CRUZ

 

Lo vi subir con la cruz a cuestas

Postigo de Santiago

arriba por las revueltas del adarve

Un hito queda donde se paraba para alentar sobre una peña

Allí descansaba san Juan de la Cruz

Eran sus salidas del convento 

iba los viernes confesar a las monjas de la descalcez carmelitana





no habúa en el siglo XVI prensa del corazón

empero, cundían

Rumores en Segovia que él y la santa hubieron líos

Llama de amor viva

Cuchicheos con  Teresa avasalladora

El alma el esposo el sexo contenido

Llamando a las puertas

Fraile chiquito

Renegrido

Ojos ardientes

Yo buscaba su accésit místico

Escuchando el agua del Eresma

Cantar

Ia canción eterna del tiempo y la vida que fluye

todo se va

todo acaba

Del agua entre la roca

Me flagelaba

Y sufría

Caminando por la espesura

Alerta a las campanas

el alcázar enhiesto a sus espaldas sobre el peñasco

Impávido de siglos

Lecturas que estudiaba

Versos recitados en aquel librito baratito

Recuerde el alma dormida

Avive el seso y despierte

Vías dolorosas y calvarios

Placeres inesperados de cubito supino

El deleite

Con las mujeres

Los gozos prohibidos

Las sopas del convento

La soledad y el aburrimiento lote de la vida

Me flagelaba con  es locura látigo y  cilicio

Para sujetar la cometa que al cielo no escapase

Vano intento

Domeñar la sangre fue locura

Salí detrás buscándote y eras ido

Quedan besos y embelesos de aquel tiempo dormido

Dios es lo inefable

Está en el rumor del álamo

Del bosque dormido

Está en las hojas de un calepino

 Es  la risa de un niño

Pastores los que fueredes por allá las majadas al otero

Si veis sal que más quiero

Decirle que peno y muero

Se inspiró en el Cantar de los Cantares

Juan de la Cruz era  judío.

Se acerca el invierno y hace frío

Armenian music with duduk (Relaxing)

HONOR Y GLORIA AL CAPITÁN DE NAVÍO FERNANDO VILLAAMIL EL HÉROE ASTURIANO OLVIDADO DEL 98

 










VILLAAMIL AVANTE SIEMPRE LA CRUZ DELANTE (I)

 

Fue el héroe del 98 nuestro hombre olvidado el ayudante de Cervera que salvó nuestra honra en Cuba.

Era el ayudante de Cervera, como tercero de escuadra después del contralmirante, pero el almirante salvó y fue recibido con honores en Nueva York por  el presidente MacKinley y repatriado pero el gran marino asturiano capitán del torpedero "Furor" fue cañoneado apenas salió a la mar por la escuadra norteamericana que había establecido el cerco a la bahía de Santiago.

Don Fernando Villaamil aún sabiendo que navegaba a la muerte salió. Sus últimas palabras fueron: "Por España y por mi reina". Se dijo que estaba enamorado de María Cristina.

Es posible que las nuevas generaciones de hispanos no hayan oído siquiera su nombre pero yo me emociono cuando visito su monumento en Castropol en una recoleta plaza con jardín vistas a la mar.

Su nombre queda ahí.

La potente escuadra estadounidense cañoneó al "Furor" y al "Plutón" a placer.

Cervera  pudo escapar navegando en ceñida por la costa. Escoltado por los navíos de Villaamil a la sirga.

Estimaciones de Francisco Camba, su mejor biógrafo, y de algunos historiadores estiman que la cifra de bajas de los barcos hundido de nuestra escuadra en unos seiscientos hombres por doscientos estadounidenses y cien mambises cubanos.

Atardecía el 3 de julio de 1898 cuando se cableó la trise noticia en Madrid el presidente de gobierno estaba en los toros y no se suspendió la corrida...

Era evidente que los yanquis poseían, habiéndolo heredado de los ingleses una ambición geoestratégica de dominar los mares.

Ese "Britania rule the waves" determinaría que sus destructores aniquilaran prácticamente a nuestra armada en Cavite.

Perdimos Filipinas y Cuba. Jamás la dignidad y el orgullo de pertenecer a una nación que había gobernado el mundo.

Sin embargo, cuando visité Cuba algunos paisanos me hablaron con orgullo de ser descendientes de aquellos españoles que le echaron redaños.

Nuestros marinos y nuestro ejercito dejaron alto el pabellón y una huella de amor que también puede transformarse en odio tanto en Filipinas como en Cuba.

Fue nuestro último florón. El 3 de julio de 1898 entró nuestra decadencia.

Nuestros hombres de mar se enfrentaron no solamente  a un poder naval superior sino también a una prensa parlera y jactanciosa que auguraba que le íbamos a dar una paliza a los gringos.

La mayoría de nuestros rotativos habían sido sobornados por el magnate Randolph Hearst.

Aquel ciudadano Kane que sabía mucho de coartadas y que el engaño y la mentira pueden rendir frutos en circunstancias puntuales. Porque en la guerra todo vale.

 Los estadounidenses aniquilaron nuestros barcos pero no acabaron con ese espíritu hispano y de un idioma que se habla desde el Río Grande.

Por lo demás el héroe asturiano del 98 era un marino de elite avezado en las tácticas bélicas náuticas. Diseñó el primer destructor y se formó en la escuela de la marina de guerra inglesa.

Fue el primero en dar la vuelta al mundo a bordo del "Nautilus". Un auténtico lobo de mar. Los guardia marinas de "Elcano" aprenden de su memoria.

No era de aventajada estatura pero dicen sus biógrafos que conservaba un humor típicamente y esa bonhomía ovetense que le hacía ser muy querido por las dotaciones que comandó durante su carrera castrense.

Su memoria debiera aliviarnos a los españoles en estos tiempos recios y de tribulación. Así que "Villaamil avante y con la cruz por delante. España debe mirarse en sus hombres de honor. "Good soldiers never die they only fade away" (los buenos soldados nunca mueren, sólo desaparecen), dicen los británicos


2020-11-22

CON INTERNET VOLVEMOS AL SATIRICÓN. LA PROSTITUCIÓN ES ALGO MUY VIEJO E IRREMEDIABLE

 

EL SATIRICÓN

Comamos y bebamos que mañana moriremos. Vuelven al mundo las viejas costumbres incineradas de la gula. Yo era el farolero de la puerta el Sol cojo mi guitarra y enciendo el farol. Y ahora soy masterchef. Las distribuidoras grandes radicadas en una Jerusalén que no existe nos marcan páginas acerca de lo que tenemos que comer, lo que hemos de leer cuantas horas tenemos que correr y a qué horas ir al mingitorio. De grandes cenas están las sepulturas llenas. Las buena cocina es una obsesión de esta tripera sociedad a todas horas mirándose el ombligo. Cagar alegres y jiñar contentos. De acuerdo, tío, pero hazlo dentro. Es obsesión de los nuevos césares la mala literatura. Fui el otro día a la sección´pon de librería del Corte Inglés y allí me encuentro con los autores de siempre. Cualquier pedorra que sale por la tele cinco minutos tiene derecho de pernada en las grandes editoriales controladas por el sionismo cavernícolas. A la venta libros malos de Isabel San Sebastián, Cristinas López Schlichting la cual nació en un cuartel de la Benemérita y parece que se la ha olvidado y otras muchas maripavas. El buen arte de la literatura, el gran discurso, ha sido enterrado a hachazos por estos nuevos tribunos y tribunas de las plebe que nos han impuesto desde arriba los dictadores feministas y hasta estas autoras noveles son entrevistadas por el Dragón de la Tele un tal Sánchez. Así que aburrido y cautivo y desarmado el ejercito rojo, me refugio en los clásicos. He vuelto a leer en su lengua original a Petronio. El Satiricón su obra mayor me reconcilia con la vida y con la Roma. Decía Ernesto Giménez que cuando llegaba a Roma le entraban ganas de imitar madre. Madre, ay madre, no quiero vivir en esta España empedrada de pedos mediáticos. Chicas de la tele muy monas en apariencia y requete-maquilladas pero todas homologadas e iguales. Forman parte de la clonación que propicia el anticristo que habita entre nosotros. Ay Trump esa bestia rubia le cuelgan cada vez más las corbatas se hunden en su bragueta y sobrepasan los cojones que deben de estar yertos, septuagenarios y él presumiendo de hembra una Melania (que por cierto no es negra en contra de lo que canta su nombre) chica judía checa que fue a nueva york a hacer fortuna, meretriz de lujo. Por eso ya digo que le cuelgan. Así que en alas de Morfeo huyo al capitolio. El Satiricón me hace comensal de uno de sus banquetes que duraban dos días y dos noches. Esclavos de Numidia traían el aper atalajado y adornado de pámpanos y cepas toscanas.

El vino de Salerno que se derramaba sobre las togas pretextas corría en grandes jarros por las mesas. Honremos a Baco y después vendrá Venus. Menús de treinta platos un esclavo frigio servía junto a las servilletas y los cubiertos dos ganchos de plata para introducirlos en la garganta camino del vomitorio. Los romanos echaban la pota tras sus grandes trapalladas para seguir tragando.

Rechacé como descendiente de judíos de Asturica el jabalí, el lechón y los chicharrones servidos en una gran lebrillo por una matrona en paños menores. Pero me hinché a garbanzos aderezados con malvasía. Un hondero mallorquín recién llegado de las Galias, y que era centurión de la Legio Septima Gémina, se entusiasmó con el efebo Vinicio lo besaba y manoseaba y yo apartaba la mirada mirabili dictu cuando aquel demonio súcubo lo sodomizaba coram populo. Plauto el de los pies planos prorrumpió en grandes carcajadas cuando ambos amantes salieron de estampida camino del tablinium a seguir haciendo cosas feas. ¡Qué horror! El amor nefando debe de amargar como el pepino.

La bujarronería me pareció siempre digna de lástima, pero no por no ser carne de hoguera y por tener que correr un tupido velo al respecto ha de ser elogiada sino execrada como toda cualquier merma de la naturaleza donde hay tantas cosas mal hechas. Tampoco hay que poner medallas en el pecho a los bardajes.

Nunca fue para mí beneplácito pero nadie puede explicar estas debilidades inexplicables, inversiones de la natura que, trocándose del revés, buscan placer en el caño de la mierda en lugar del conducto de la generación que es lo suyo.

Plauto ya muy borracho no dejaba de darle vueltas a su copa de oro y de decir Numquam satis, numquam satis. Con lo que daba a entender que la pasión esa es insaciable y que el que va no vuelve. Que nunca se sienten satisfechos los que dan y reciben por el culo y es que debe de ser el sexo para ellos algo inagotable.

Costumbres paganas amor de efebos fiestas y banquetes baños y triclinios el cerdo salvaje bocado exquisito aper. A las dos horas de estar tendidos sobre el triclinio nuestro anfitrión Naviecus hizo llamar a las hetairas que entraron desnudas en el impluvio tocando el sistro. Muchos de los comensales que eran libertos y que trataban de ocultar con sus largas cabelleras los orificios que taladraron sus orejas, antes de ser manumitidos, se relamían de gusto y alababan la generosidad del hospede garante de tales dádivas sexuales.

De allí a la orgía sólo hubo un paso. Para no ser la oveja negra del concurso, yo me arrimé a un pino verde, esto es, a una pelirroja de Hibernia, hija de un rey remoto del clan de los picti que había sido arrastrada a Roma por los soldados de Adriano como rehén, que hablaba con la lengua de los pájaros y mostraba dos senos poderosos de los cuales los amantes querrían nutrirse eternamente. Sus besos y sus caricias me supieron a miel.

Mama Roma.

Se fueron las pilunguis y llegaron los balnearii (bañeros) que nos restregaban bien las espaldas y los muslos en el tepidarium. Muchos de estos selectos esclavos eran expertos en actividades masturbadoras. Las paredes aparecían, como en lo lupanares, tiznadas de gargajos y rastros jaculatorios del amor con prisas.

Después de estos masajes en el caldarium nos llenamos de vapores que limpiaron nuestros poros purificando el cuerpo pecador. Algunos culos romanos eran enormes

De esta tarea se encargaba los depilatores algunos de ellos eunucos. Se les encomendaba la misión afeitar el bello púbico de las dominas y era muy placentero sentir por abajo desde los glúteos a la barbilla el calor de la caldera debajo del piso del hipocausto. La tarea concluía en el frigidarium.

Sentíamos el cuerpo fresco como una lechuga. Así que volvíamos al banquete a seguir trasegando el dulce vino de Salerno y de Sicilia para basquearlo después en los vomitorios. Descargado el vientre, regresaban los deseos de más jarana pero Naviecus que era muy creyente en los dioses de su pueblo y que guardaba siempre lámparas encendidas en el lararium doméstico hizo venir a las Moiras de rostro tétrico y cantar lúgubre que se encargaban de recomendarles a los comensales su cuidado cuan presto se va el placer y cuan callando se viene la muerte. Esta procesión duraba unos minutos, las bacantes ocultaban su rostro, los borrachos se dormían arropados por la melopea lúgubre de las nenias funerales. Hay que morir luego comamos y bebamos hasta reventemos. Era la máxima de la Roma a la que hoy las nuevas bacantes de la insulsa Telemierda dan pábulo.

Las cautivas vestiplices que cuidaban de los pliegues de la veste y la toga sus señores y los cuerpos arrugados tras el paso por el unctorium y los sudores del laconicum mientras escuchábamos las charlas sin sustancia de los nugatores troleros y falaces hacían apuestas sobre quien de todos y todas las presentes tenía mejor cuerpo y cuál de los efebos era el más bello y cual de las mozas la más hermosa. Lo destacaba por tener esa vagina en mayúsculas a la que aspira el amor total. Priapo también era muy venerado en lo suyo.

A los sodomitas se les conoce por tener miembros viriles muy alargados algunos casi espantosos que les llegaban a las rodillas. como se empinaban algunos, madre mía, como las varas de una tartana cara al sol. El juego preferido en estas comilonas era sacarla a ver quien era el que la tenía más larga para gloria de Priapo y los penates patrios que le concedieron la gracia de dios.

En Roma todo tenía un sitio y una finalidad práctica. Las alumnas y la familia como núcleo eran guardadas como flores de estufa al calor familiar dentro del valladar de la honra. Intacta tenías que guardar la alcurnia porque esta es un lirio frágil cuando se marchita jamás vuelve a crecer... La palabra clave para entender estas razones de la honra entre los latinos era la palabra “virtus” de la cual tanto gustaban los antiguos romanos antes del imperio.

La capital de la catolicidad que yo empecé a amar desde Urbe condita, cuando traducía de adolescente a Tito Livio y a Salustio, estaba llena de hosterías de tabernas y de nostébulos. Visité una cuantas con gran peligro de mi pellejo. Porque en el Vicus Scelertatus y en el Boarius se arremolinaba toda la gente del hampa. Los gladiadores y andabatas residían en aquellos barrios trastiberinos. Allí la vida de un hombre valía poco. Iban a parar a la Via Asinaria todos los asesinos y mangantes del Ecumene conocido. Procuraba juntarme yo a los griegos que eran gente culta y amante de la belleza.

Prostíbulos tampoco faltaban y algunos eran centros envidiables templos verdaderos de la diosa Venus donde Venus me clavó a mí una flecha irlandesa. En aquella pelirroja soñé toda la vida. Era adolescente cuando la conocí. Llamabase Herminia.

Su cuello aparecía adornado con un anillo de oro macizo: la bulla, que yo besé unas cuantas veces aquel medallón un favor que los dioses conceden a pocos mortales la mayoría de ellos pasa la existencia sin conocer el amor pero a mí el gran Jovis Structor me otorgó ese galardón. Bebí de las aguas del manantial puro.

No había alcanzado Herminia aun la mayoría de edad cuando fue aprehendida por las legiones de Adriano, que no profanaron su cuerpo y la trajeron a Roma al templo de las vestales el anillo que ponían al cuello a los niños y se lo quitaban al alcanzar mayoría de edad. En los barrios bajos como el Boarium se escuchaba el trompeteo de los sistros y sacabuches de las plañideras que ensayaban antes de los entierros. La música se estampaba contra los triglifos de bronce. Los adivinos que embaían al público con sus embustes no paraban de hacer pronósticos y anunciar catástrofes. Un idumeo llevaba una partida de pavos al capitolio.

Los pavos se convertirían en gansos al llegar al Capitolio y empezarían a graznar. Se escuchaba gritar a la sibilas de Cumas, entre música de sistros y sacabuches o flautas de la Hélade.

Se hablaba por las calles tanto en griego como en latín. los charlatanes políticos hablaban, nugaces de democracia y el pueblo estaba rendido y cansado de tanta patraña, desde las tribunas o “rostra”. Aquello parecía Hyde Park una tarde de verano londinense. El gesto tribunicio de Rajoy sólo lo admiraban los judíos de pecho enjuto. Los esclavos se llevaban la mano a la nariz o se acariciaban el lóbulo de sus orejas agujereadas, rastro de su antigua esclavitud.

Los torsos desnudos mostraban las pinturas de inconcebibles tatuajes para anunciar la vuelta de Roma a la esclavitud. tatuajes volvemos a la esclavitud de la isla Pandataria que está en el vicus de Suburra.

Allí los pueblerinos tenían por costumbre de barrio el juego de la morra cerca de los peristilos del templo de Júpiter Stator con su balanza protectora de la república. Dedos de marfil que se introducían en la garganta para poder vomitar en los banquetes. Una urraca encerrada en la jaula me dio la bienvenida

  • Salve, Antoninus.

  • Salve honor et gloria populi romani - repliqué


El nomenclátor o heraldo anuncia a los recién llegados al impluvio que llovía a cantaros. Era la hora de los parabienes y el momento para recoger el agua fluvial en los aljibes. Velarius un ujier del tablinium, al que faltaban dos dientes me condujo a través del atrio. Dijo mientras enseñaba una mella en sus dientes delanteros:

- Me los rompió un bretón de una pedrada

Con todo y eso, allá en Bretaña, los días mas felices de mi vida son los que pasé en aquella provincia entre los galos domus Aurea y el palacio de Nerón también los visité. Uno de mis guías que se llamaba Iacetanius por ser oscense decía que la vida está hecha de aburrimiento, de economía donde el orden es siempre desorden. Método y risa se superponen. La vida es risa. Nos vamos haciendo viejos y a nosotros cada día nos gusta más la paz del hogar . La felicidad consiste en querer lo que quieren los dioses. Tito el hijo de Vespasiano que se enamoró tan perdidamente de Verenice aquella hebrea que dicen que acompañó al cristo camino del Golgota.

Pero el amor aquel por poco le cuesta la vida al conquistador de Jerusalén. Su novia trabajaba para el sanedrín y los judíos escupían al pasar por la columna Trajana donde se esculpía la ignominia de su esclavitud. Trajo a Roma el Candelabro de los Siete Brazos el que lucía en el templo de Salomón a lomos de sus esclavos. El amor nos hace iguales a los dioses ligios pero es peligroso cuando rondan mi tienta las bellas mujeres de Israel las Ester, las Judits las Rebecas y otras mataharis.

Los sicilianos cantan al sol declinante su casa oculta entre verdes arboles y rodeada de colinas. El tema del dios único. Amor pasión cristianismo nerón vida orgiástica dioses en el l a r a r i u m oratorio de o casa de los iconos que guardan los rusos. Ligia estaba en rehenes.

Vinicio muere de amor por ella pero había una dificultad insalvable: era virgen. Y las vestales no podían ser condenadas a muerte. El verdugo las violaba previa la ejecución. Desperté de mi sueño romano entre suspiros de grandeza y baticores. Volvía a mi realidad española condenado a vivir entre la marginación y la escoria recordando los esplendores de aquellos alegres días de juventud que no volverán.


AGUSTIN GALINDO ALONSO 1943-2007 ERA DE FUENTESOTO DE FUNETIDUEÑA MI PRIMO HERMANO MI AMIGO DE LA INFANCIA DIOS LO TENGA EN SU REINO. ESCRIBO ESTE BELLO ARTIDULO EN SU MEMORIA Y SE LO DEDICO AL PUEBLO DE FUENTESOTO QUE NO FUE BUENO NI COPN ÉL NI CONMIGO POR LO QUE AQUÍ RAZONO

 










AQUI ESTAMOS SUBIDS A UN CABALLO DE CARRTON EN LAS FIESTAS DE FUENTESOTO





MI PRIMO AGUSTÍN FALLECIÓ

Antonio Parra


Hoy estoy un poco cabreado con Dios. La naturaleza se cobró su estipendio y avasalló, triunfal, la muerte los despojos de mi primo carnal verdadero hermano Agustín. Hoy se me ha muerto algo de mi propia alma y cuerpo que lo vi horrible y macabro en ese rostro arropado en un sudario blanco cuando los del crematorio destaparon el féretro y apareció pavoroso y desencajado incipiente aviso de calavera - como me ves te verás; como tú eres yo fui- la orlada de los ojos profundos como socavones exvoto de la cera todavía con manchones de la sangre que se congestionó en una agonía que fue tormento y purgatorio. Demasiado.

¿Qué crimen pudo cometer mi primo para haber tenido que aguantar dos años esta crucifixión de un melanoma en un pie? No entiendo. Pongo doble contra sencillo y los ojos de la carne me llevan a la obscuridad de la nada al final macabro y absurdo de la vida de un recio castellano de 63 años. Venciendo mi repugnancia estampé un beso sobre la frente lívida y le hice sobre las labios la señal de la cruz deseando vivamente que esta persignación fuera fiducia de salvoconducto del viaje a la eternidad. Para los cristianos la cruz de dolores persecuciones desacatos humillaciones insultos contumelias enfermedades y otras crueles realidades es la moneda que todos llevamos prendida entre los dientes para pagar al barquero y sacar pasaje en la misteriosa nave de Queronte. Conviene no escupirla jamás y tenerle bien agarrada en el mandibular.

Es como si dijésemos que así atenazáramos inmovilizándole por los mismísimos a un púgil que siempre acecha, siempre hostiga y acabamos tirándola en la parva como en aquellas luchas que nos echábamos en la era las tardes de trilla y brega cuando éramos niños a ver quien era el más fuerte y tú Agustín aunque más bajo que yo me tirabas contra las cuerdas. Al caer de espaldas recuerdo que me aterrizaba el vacío y esta mañana al cabo de tantos años he vuelto a sentir aquel vértigo de caer de espaldas no a una mullida parva de espigas tiernas sino a las aguas salobres y tenebrosas del lago de la eternidad. Murmuré un réquiem por lo bajo que parecía un mutis y luego en alta voz dije ante sus despojos una frase:

-Agustín, siempre fuiste un valiente. le supiste echar un par de cojones a la vida. El cáncer te ha vencido pero estoy seguro de que tú buscarás revancha en la resurrección de cristo. Hasta luego.

Todos estábamos aterrados en aquella cámara fría y desnuda que en el tanatorio llaman la Sala de la Despedida. A ella nos llevó a los del triste cortejo aunque para disimular ibamos hablando de nuestras cosas tratando de dar un aire de familiaridad a ese momento tan trascendente una azafata de talle fino y guantes blancos. Los ojos de la fe avezados a calzar las antiparras de la teología el dogma y los viejos conceptos me llevan a la seguridad de que él está cerca de Ti, Señor. A tu lado y que le preparaste a Agustín una morada en tu reino, allá en lo alto, o donde sea.

Que habrán acudido a recibirle en la gloria los Ángeles y ese serafín de los prefacios al que entonaba su melodía al armonio su padre mi tío Pedro que era el sacristán de Fuentesoto en aquellas multitudinarias misas de Angelis y que su madre, la Juana, a la que él llamó a voces antes de expirar Madre...madre. Madre y santa María y san Pedro y san Gregorio y todos los justos de mi pueblo y todos los pueblos habrán prestado acogida en los prados amenos de la eternidad. Según dijimos en la recomendación del alma que me cupo el honor de leerte en tu lecho de muerte a la cabecera de aquella cama del 12 de octubre tan impersonal y tan fría para ti que eras entusiasmo puro y carcajada viva que no merecieras reclinases tu cabeza para exhalar el último.

Otro absurdo que me llena de angustias y de dudas pero no te preocupes, Agus, lo superaré. Mi fe es más vieja y recia que todas esas cantinelas con los que nos sorprende el pateta siempre tan oportuno y tan poderoso que lo llaman el señor que preside los designios pero lo derrotamos y vencimos con aquellas oraciones tan inspiradas del misal latino y luego yo te escuché que decías Jesús José y María valedme en mi ultima agonía y llamabas a tu madre, la Juana a la que yo siempre tuve por santa y a la que tu hermana Lidia acude al cementerio de Fuentesoto a llevar flores y a suplicar su intercesión para pedir algún favor o cuando la aflige una necesidad. Estoy seguro de que ella también estaba allí. Con Jesús María y todos nuestros patronos tutelares. ¿Recuerdas cuando ibamos a coger botijos de agua a la fuente grande? A trillar, beldar, arrancar hieros o algarrobas a Las Suertes Viejas que estaban a casi cuatro horas de camino, cerca de Valdezate y que para ir a labrarlas había que uncir el carro a las cuatro de la mañana. O las moras que cogíamos en un bote por la fiesta de Nuestra Señora.

Con azúcar o algo de arrope sabían buenas. Estaban superiores. Aquel mundo que dejamos atrás no era ni mejor ni peor que el que vivimos ahora pero ya no es. Se apagó el fuego y quedan los rescoldos y los rencores que aquel pueblo del que salimos eran muy envidiosos y quejados de esa enfermedad tan norteamericana del “keep up with the Jones”. De aquella tierna etapa de la infancia datan las primeras crueldades.

Pueblo de cristianos viejos o acaso nuevo pero de catolicismo y de cristiandad poco, personajes que no te daban una hogaza o te invitaban a comer asado el día de la fiesta si no estaban ciertos de que iban a recibir diez. Muy mirados y muy a lo suyo y, según tú decías, Agustín, muy zorros. Pero estas menudencias y trastornos tales mezquindades no pertenecen al corpus dogmático, son materiales para la casuística. Pero hay que hacer balance sub especie Aeternitatis y llegan el momento de las verdades.

Castilla dio de sí todo lo que tenía que dar y se ha venido abajo por el mal de siempre: el morbo visigótico, la ignorancia de los fetiches, las suspicacias y desplantes entre unos y otros. Siempre busqué el viejo espíritu pero sólo encontré ruinas y mezquinos destripaterrones.

Los hispanos de los que decía un papa Deus aspicit benignus- ¡qué ironía!- nos vigilamos unos a otros en vez de querernos y de perdonarnos que es lo que cumpliría. Ese y yo más porque nos hemos hecho supremamente materialistas y en este tiempo y en aquel y siempre estaba el tanto tienes tanto vales. Los había que querían un sitio preeminente en la tribuna de la iglesia y aunque más malos que Judas pérfidos y traidores colmaban la iglesia de bodigos para ser invitados a las comilonas en la rectoral.

Reunión de pastores oveja muerta y ya se sabe el mejor cuarto asado y el cobro de diezmas en especie que los reverendos se comían en carne pellizcando el culo de la mejor moza y siendo piedra de escándalo para el feligrés. Algunos no eran muy evangélicos. Querían mandar. Pecados de sexo, bueno pues por ese cabo todos somos pecadores y no tenía importancia al cabo del tiempo y cuando tantas aguas han llovido que lo que contaba tu padre el sacristán que en aquellos sanpedros del ayer el cura de Valtiendas se bebía una cántara y luego no acertaba, arremangada la sotana, a los pedales de su bicicleta para subir la Cuesta Los Carros o el de Pecharromán que en cada fiesta le hacía un chico a una moza del arciprestazgo. O el de Cuevas que se masturbaba en las eras coram pópulo que tío mas guarro para que le viésemos todos los chicos. El peor pecado eran la soberbia, la envidia y la falta de caridad, el querer ser los mandamases y caciques del pueblo y eso que a sí mismo se llamaban discípulos de Jesucristo. Todo pasó y de aquello quien se acuerda. La vida fue evolucionando. Éramos pobres y felices. Pero la vida tenía cierto sabor y yo ando la querencia de aquellas horas, de aquellas rosas, de aquel tiempo de amistad en que éramos como más libres y desinhibidos, de aquellas chanzas inocentes, de aquel vino. En una fotografía en que comparecemos tú y yo retratados por un fotógrafo de feria a lomos de un caballo de cartón se nos ven los vientres abultados. Hambre. Hambre a secas. Gazuza de posguerra y es que no había, hijo. Cuando tu madre mi tía Juana que era una santa le daba sopillas para merendar a tu hermano el pequeño que no sé si era Pedrito o Salva nos poníamos todos en corro o sentados sobre los bancos de la cocina y éramos felices si nos daba a probar una cucharada y como pajarinos abriendo el pico. Hambre y no había. Por eso se nos inflaban las panzas como a los niños de Biafra.

Vivencias comunes del pobreza en compañía deba de dejar una huella indeleble como aquella luz de nuestro pueblo, los olores del establo, el sudor fuerte y perfumado de las caballerizas, el aroma de estoraque al pasar cerca de la fuente en la cerca del médico, las esquilas de los astros en reata del molinero de la Villa que preparaban unos escándalos de aquí te espero cuando barruntaban una yegua con hipómanes, o las del burro yeguato del tío Aquilino grande de alzada y esquelético como su dueño que bajaba para las pobedas la chaqueta al hombro a regar su cerca la azada al hombro tieso más que un huso, la mala leche de la Tía Maricruz Nuestra Señora de los siete tobillos la única en el pueblo que se echaba polvos en la cara y luego supimos que otros polvos también echaba y a ti te preguntaba muy interesada:

- ¿Tú eres el chico del sacristán?

- Sí, señora, para lo que Vd quiera mandar.

- ¿Y donde anda tu padre?

- A las tierras. A labrar.

- Hogaño le veo poco, hijo.

- Tía Maricruz ni falta que hace

A ti te tenía buen concepto. Por algo será, asumí. Y recuerdo las impresiones que marcan para toda la vida: las tardes de invierno en el callejón que para calentarnos jugaban los mozos al chito y nosotros al zorro pico zaino que era un divertimiento muy antiguo y español. Y los bailes de candil por san Pedro cuando le mangábamos al Bigote las garrapiñadas y los perillos al hortelano del Valle de Tabardillo cuando venía a vender y se quedaba en las bodegas, bebía más de la cuenta y luego le pasaba lo que al cura de Calabazas que no encontraba el camino y nosotros aprovechando que andaba el hombre un poco chispa le hurtábamos algún perillo.

O cuando la noche de Ánimas nos mandaba tu padre a tocar las campanas y allí estábamos acurrucados en el campanario muerto de miedo los dos. Alguna paloma sorprendida en su nido al vernos levantaba el vuelo y a nosotros se nos erizaban los cabellos pues creíamos fuera un ánima. Las castañas y nueces de Nochebuena. Y los filandones de San Andrés. Correr el gallo por las Candelas. Los cantes de ronda cuando se iban los quintos y al Irineo le tocó a África. O poner la enramada después de la Minerva y el Corpus. Felices éramos a nuestro modo. Ayudábamos a misa al cura Saturnino que nos daba una perra chica o una patada en el culo si nos equivocábamos en el confiteor. La escuela de doña Catalina la esposa de don Tomás aquel maestro que según decían era de ideas y se libro de ir a la cárcel alegando que estaba loco y lo internaron en el manicomio de Quitapesares. ¡Dios mío, al cabo de los años comprendimos la tremenda injusticia que supone el emparedar a un maestro tildándole de débil mental por pensar por su cuenta! Aquella puta guerra, la guerra, y lo peor las revanchas. Por lo general el personal se escudaba en la religión y la política para dar rienda suelta a sus instintos inferiores, pero a mí siempre me pareció que don Tomás sí entendía de política. Los demás no. Era un buen maestro.

Volviendo la vista atrás uno tiene que volverse cínico o un hipócrita. Todo aquello de entonces ahora sale por lo visto. Pero a mí los malos ejemplos clericales no estorbaron mi fe en la religión. Ahora bien como yo no quería ser un cura de misa y olla como aquellos que bajaban a nuestro pueblo en la bicicleta con la sotana arremangada que enseñaban los pantalones negros y a nosotros nos sorprendía que llevasen pantalones como los demás pues me salí. No quise saber nada. Pero continúo en aquellos valores del Evangelio y en la piedad y en el amor de Nuestro Señor Jesucristo.

Luego vino la emigración o evasión del campo a la ciudad. Recuerdo aquellas vísperas de San Silvestre que nos presentamos en la plaza con tu motocarro una Trimak recién comprada cómo nos miraba tu hermano Maudillo que quería venirse con nosotros para Madrid pero no había plaza en aquel triciclo con el que empezaste a trabajar, el primero de la saga de una flota de camiones. En el puerto de los leones se planta nevar y no teníamos cadenas. Hubimos de poner nuestros abrigo y nuestras chaquetas debajo de las ruedas para el agarre en la nieva y no sé ni como coronamos la montaña. A fuerza de tesón, que tú siempre le echaste a la vida muchos cojones. Los dos tiramos para adelante enderezando nuestras propias rutas.

Algunos domingos salíamos juntos a alternar o nos metíamos en un bailorro a asustar a algunas chachas y yo un poco bisoño te pedía consejo sobre cómo había que hacer para que las chavales te diesen baile y tú decías mira te has de comportar normal decirle cosas agradables que no vean que te azaras. A las mujeres les gusta saber que tú mandas. Buen consejo, mas ni por esas. Hasta tomé complejo de que nunca tendría novia de que nadie me querría. Hay que ver, Agustín que cosas se le meten a uno en la cabeza. Y pensaba en aquellos recuerdos agradables tratando de espantar la sensación horrible de mi beso de despedida, ese olor a cadaverina, espeso y dulce de los muertos cuando empieza el heder y la descomposición de la carne y de la sangre. Estaba como zombie. Desde el tanatorio sur hasta la Almudena donde iban a hacerte polvo y ceniza había un atasco infinito. Nos perdimos un pare de veces en una de las incorporaciones, casi me choco contra un taxi. Estaba como alelado.

La noticia de tu muerte me dejó frío y todavía no me lo creo que puedas estar muerto. ¿Adonde te has ido? ¿Cómo será el cielo? ¿Cómo habrá sido tu entrada en el Paradiso? Cavilar sobre estos misterios me saca de quicio, siento como una desazón un cosquilleo en el estomago y es que la eternidad me da vértigo y quiero suponer -y este es mi único razonamiento- que de la misma manera que en tantos azares y peligros sentimos una especie de protección y misteriosamente nos vemos salvados de las acechanzas y trampas de la existencia, en la hora de la muerte Él seguirá ahí a pie de obra. Al menos es lo que ponía en la oración diaconal de la recomendación del alma que te leía cuando estaba en los estertores de la agonía. Mas una cosa es predicar y otra dar trigo.

Yo también tengo dudas y un miedo infinito. A ese vacío de tus ojos cerrados que dejaban de ser ojos para volverse cuencos de calavera... A esa sonrisa macabra que vi en tu cadáver. Bien es cierto que no eras tú sino tus despojos en la hora del hic jacet mas no por tales reparos deja de activarse mi congoja. Por eso iba recordando con tu hermano Pedrito los buenos momentos de cuando éramos chavales. Bromeando haciendo nuestros planes ilusionados con el vivir. Bien es cierto que era un subterfugio. Una escapatoria. No entiendo nada. Tengo la mente en blanco esta mañana hermosa de verano cuando la circulación en la M 30 es caótica y por la mañana la tele retransmitía el encierro de san Fermín. Otro breve responso y más lloros de los deudos de un curita joven capellán del cementerio cuando llegamos después de perdernos otra vez por las aleas de la inmensa necrópolis. A mi me hubiera gustado entonar el Libérame me Domine de Morte Aeterna y musitar el a porte inferi o el dies irae pero recité estas secuencias de los viejos funerales para mí mismo.

Había mucha gente y allí estaban tus hermanas Rosario Lidia Salva y Pedrito mi escolta de poca talla pero de corazón grande el que más se parece a ti. Me impresionó la dulzura de tu nuera Esperanza que me dio a besar a tu nieta y yo la bendije. Esta niña es clavadita a ti. Y ese pensamiento me confortó un poco. Porque en esos ojos almendrados se posaba tu luz por ese milagro de los genes y tu cuadratura. Y el amor que vencerá a la muerte, en esta megapolis superhabitada de fantasmas donde todo es difícil e impersonal hasta morir los ojos un poco asustados me alejaron del cabreo que siento esta mañana de sol con Dios - uno puede a veces estar enfadado a veces con lo que más quiere ¿no?- me dio cierta tranquilidad e hicimos las paces. Él está cerca de Ti, Señor. Lo sé. Le habrás preparado esa morada que se merece tras su crucifixión del cáncer de piel y la muerte que Tú quisiste compartir con Agustín, conmigo, con todos, pero Te pido no me des tan dura prueba como la suya que no sé si lo resistiré. Vermis sum et non homo, miserere mei, digo con el Santo Job.

Al regresar de la Almudena a mí me pareció que entre los ruidos del tráfico de la calle impersonal los cláxones de los automóviles entonaban un Miserere. Y luego el aleluya de la Resurrección en Jesús. Aparqué en una de las zonas más bonitas de Madrid Alcalá con Goya y entré a cortarme el pelo en una barbería. La vida sigue. Muerte, ¿dónde está tu victoria? Volví a inquirir sólo para mi capote. La verdad es que no entiendo nada pero acepto la muerte como una parte esencial de mi condición humana. Que hoy me embargan la melancolía y acepto resignado el fin de esta persona tan querida como acepto el mío propio. Más que nunca hoy recuerdo la frase del Prefacio de Difuntos: Vita mutatur non tollitur. (La vida se transforma, no se nos arrebata)


11 de julio de 2007