2008-05-06

9 DE MAYO DIA DE RECORDACIÓN

VNIMANIE ¡ATENCIÓN! 9 DE MAYO DÍA DEL HOLOCAUSTO. GRACIAS, RUSIA.

Antonio Parra

Mañana nueve de mayo en toda Rusia millones de personas llevarán en el ojal de la solapa unas cintas de color negro gualda en señal de recordación del día que se tomó el Reichstag y un soldado soviético hincó la bandera de la URSS sobre un pabellón de ruinas de la cancillería. Son las barras de San Jorge el Victorioso. Nuevamente el bien venció al mal. Las fauces del dragón quedaron selladas por la espada del Jinete de la Fe y el Honor manejada por el Jinete de Dios. En los archivos de radio Moscú se guarda como un tesoro la cinta en que se narraba el hecho. Un locutor con voz clara y serena lo anunciaba lacónico; en tres líneas daba el último parte de guerra: “Vinamie: el alto Mando alemán acaba de capitular. La guerra patria ha terminado. Atención. Atención”. Desde entonces para los rusos el 9 de mayo es el Día de la Recordación de la gran “pobeda” (victoria) en la “vainiski rodena” (guerra patria). Hay que recapitular un poco: el sistema actual de libertades que gozamos en el Oeste no hubiera sido posible sin el esfuerzo titánico de los soviéticos. Ellos compraron con su sangre este nuevo orden.
Las guerras son terribles y crueles, sobre todo, aquella y sólo las gana la infantería. Nunca la aviación ni tampoco la propaganda. Ojo. Las normas de la poliorcética establecen que en el asalto a una plaza debe de haber una proporción de 1 defensor por 20 atacantes. Así que en la caída de Berlín la lucha fue infernal y sin tregua ni cuartel. ¿Ustedes saben lo que era el ejercito alemán? A la Wehrmacht no la derrotaron los franceses ni los ingleses que alfombraron de fósforo y muerte Hamburgo y Dresde – un holocausto como el de Hiroshima sobre el que no se ha hecho aun justicia- ni los norteamericanos que entraron a viña vendimiada y que esperaron un lado favorable de los acontecimientos tras la caída de Stalingrado para entrar en liza- sólo podrían derrotarla los rusos en una batalla casi cuerpo a cuerpo.
No se han dado cifras oficiales o por lo menos yo no las tengo a mano pero el número de victimas pudo haberse elevado a 22 millones de almas. La guerra dejó también una millonada de heridos, de desplazados y de niños abandonados. Me contaba un oficial de Artillería español que fue hecho prisionero en el Frente de Leningrado en el 42 y pudo ser repatriado a España en el grupo del capitan Palacios con los últimos de la Blau que cuando eran conducidos a pie hacia el campo de concentración les salían al paso al cruzar los pueblos o ante las puertas de una isba enjambres de niños desharrapados pidiendo algo de comer o “papirioski” (cigarrillos).
Eran los huérfanos de aquella guerra. Los guardianes teniendo en cuenta el respeto que siempre sintió el pueblo ruso hacia los niños y los ancianos les permitían acercarse y aquellos gamines bromeban con los prisioneros en su mayor parte italianos, una nota de humanidad en medio de aquel horror. Sus padre había caído en el frente, la madre se sumó a los partizanos, los abuelos estaban muertos.
Y precisamente una niña de la guerra española narra en un libro cómo vivió el 9 de mayo de 1945. Asistió a la gran parada militar. Al final se permitió desfilar por la Plaza Roja a una sección de prisioneros alemanes y de rumanos que habían sido capturados en Poznam. Una “babuska” (abuelilla) al verlos tan lastimados pues iban cojos mancos tuertos y casi en andrajos rompió a llorar compadecida y decía: míralos, pobrecitos.
Cosas así sólo pueden ocurrir en la complicada psicología del ruso que sigue siendo en el fondo muy sencillo, muy humano y atesora los valores cristianos de compasión para el afligido. Odia al pecado y tiene en cambio piedad del pecador.
Esas cosas sí sólo pueden ocurrir en Rusia. Por eso yo mañana me colocaré en la corbata las cintas de San Jorge el victorioso y repetiré con fuerza todo el día la palabra vnimania. Poco a poco voy aprendiendo el ruso. Vnimania. Recordar. Y recordar para que un holocausto de las proporciones de aquella hecatombe global nunca pueda tener lugar en este planeta que ha de ser habitáculo de todos. De los unos y de los otros. De los tirios y los troyanos. Creyentes y no creyentes. Judíos y musulmanes, budistas y católicos. Y recordar también que a estas ceremonias de conmemoración al cabo de los años no se les da en Rusia un sello partidista. No fue una victoria del PC sino de todo el pueblo ruso.
En las barras negrigualdas de San Jorge una condecoración zarista late el espíritu patriótico. No se puede hacer una interpretación sectaria de un holocausto de tal calibre. Vnimanie, sí. Y recordar que tal proeza no hubiera sidos posible sin la ayuda de los viejos creyentes. Stalin se aseguró la victoria cuando convocó al patriarca Sergio, cesó la persecución religiosa de los primeros años de la revolución atea y nihilista y los popes marcharon al frente a luchar codo a codo con los soldados y los metropolitas y los obispos salían a bendecir las tropas como se hacía en tiempos de los zares.
Rusia la verdad tiene el alma misteriosa. Es el molde de un enigma como escribí yo en un libro hace algunos lustros. Honremos, por tanto, a los muertos y loor a San Jorge el de las Victorias. Queridos hermanos y hermanas (brati i sostri) gracias. Spasivo.

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