QUIETORIUM
Envejecer es regresar a la infancia y no sé dónde
estoy, sumido en esta vorágine de los afanes y los días. Febrero fue un mes
fasto sin estridencias ni derivado del alcohol. ¿Vencí a la dipsomanía secuela,
madre que tú me dejaste con tu desamor? Yo te perdono. Fui hijo en rebeldía
desde la primera leche que mamé. Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de
guirnaldas abre tu tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a
Diana y me acordé de Otilia mi único amor a la que tú despreciabas. El quietorium
o columbario donde se guardan las cenizas de papá, del abuelo, del
tío Perico y del pobre Agustín estaba dentro de la helgaduras de los huecos de
paloma del columbario y aquello me recordó a las catacumbas de los primeros
cristianos polvo en espera de la resurrección polvo pecador y enamorado el eco
de las risas de las voces de los llantos de los que se fueron. Di voces:
— ¿Alguien
ahí?
El tío Pedro tocaba la marcha real me pareció ver sus
dedos gafos pulsar el teclado del armonio como cuando al final de las misas de
tres curas interpretaba la marcha Real desde el coro y el abuelo Benjamín
afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo de los caros los cubos
cantaban al subir la cuesta de las siete revueltas y Elpidio sentado en el
trillo cantaba en tono de prefacio las jocosas diferencias vernáculas de cada
uno de los pueblos de la Villa y Tierra: Castro los chivos Torreadrada las
Cabras, Membibre para molinos, Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para
albarcas, Fuentesoto cagaberros que se crían en Peñacolgada donde se caga y se
mea la zorra cuando a ella la viene en gana. La melopea infinita sonaba a lo
largo de la tarde dorada bajo el sombrero del Elpidio que era de paja. Canto
gregoriano a la manera aldeana. ¿Quién anda ahí?… ninguna respuesta daban. Era
mi imaginación que percibía los sonidos, los olores y mis ojos contemplaban el
cielo radiante del páramo. Quedaba sólo el ábside de la iglesia visigoda. Era
el ombligo del que su vida irradiaba. Los cantos de resurrección se conjugaban
con los responsos mortuorios millones de veces sonando en aquel risco.
Soplaba una brisa que arrancaba las hojas del espino
milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que miraban para el
pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte aguarda, la
torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea las cavidades
vacías del campanario fijándose bien ofrecían el perfil de una guadaña. El
quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión romano que desvió
ruta cuando su falange se dirigía a Uxama. Tuvo la culpa el vino de aquel
extravío, confundir los miliarios el soldado. Se equivocó la paloma. Se
equivocaba Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían reportarlo en
andas hasta la cohorte pero el centurión dijo enterradlo en Foncalada y que la
tierra le sea leve. Luego quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos
guardaron para siempre el perfil augusto de Roma. Siglos adelante los
templarios fundaron en aquel monte sagrado un ara El vino de la tierra fue la
causa de aquel desvío. Paró en una bodega (caupona) de
Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la montaña y
honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al
legionario romano los campos se volvieron del revés; la tierra arriba y las
estrellas a sus pies le hablaban con emisiones catódicas a millones de
kilómetros de distancia. Parece que se reían y es que temblaban de la tajada
que acabó al perder camino. ¿Será esa la estrella de mi destino? Se preguntaba
el quirite borracho que perdió la senda y el camino. Caldos exquisitos de la
tierra. Vinos traidores. Pero qué sería de la vida sin vino? Baco aleja
siquiera perentoriamente los pesares y zozobras del vivir. Mi Otilia a la que
traicioné me confortaba insuflándome al oído el veredicto de mi condena.
─Eres un fracasado. Todo te sale mal porque cometiste
el gran pecado de desamor. No busques disculpas ni añagazas, ni eches la culpa
a los judíos. En mi vida fuiste el sacerdocio del mal
─Te di un hijo: Helen the shining one.
Me dieron ganas de llorar. La torre de san Gregorio
estaba hueca, sus campanas se las llevaron los sarracenos para convertirlas en
lanzas contradiciendo el veredicto de Isaías: convertiré las saetas en rejas de
arado. Grité entonces en alemán un salmo penitencial:
─Es reue mich[i]. Mucho me pesa,
pesame,señor, de haberos ofendido.
─Mis plegarias no eran escuhadas
─Gospodi achisti grieji nas [ii]–
murmuré con las palabras en eslavónico del canon penitencial de la misa de san
Juan Crisóstomo
La cencellada de la noche castellana heló sus huesos y
sucumbió arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra
alta mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos
vacíos de un campanario sin campana que se llevaron los soldados de Murat
cuando la francesada me hablaban del destino misterioso que a todos aguardan y
no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición. Una urraca voznaba
sobre el espino adyacente al camposanto. Alcé los ojos a lo alto. Sobre el
cielo nítido planeaba el halcón que merodeaba el palomar. Ya se sabe que la
ralea del halcón es la paloma, la del azor la perdiz y la del gavilán el
jilguero y yo era in pobre jilguero perseguido por los ojos puntiagudos del
gavilán. Mi existencia fue un episodio. Caí entre las garras de las caves de
presa (los curas, los políticos, las mujeres) como un pardillo. Muy altaneros
todos y yo humilde y acongojado sin saber hacia dónde tirar. ¿Dónde encontraré
refugio? ¿Cómo me zafaré de mi propia inconsciencia? Quizás salvé siguiendo las
leyes de la casualidad y del instinto. Esta explicación no era suficiente. Un arcángel
tocaba la lira en lo alto del cerro. Era él quien me puso a cobro de las
acechanzas de los numerosos enemigos. La Virgen Santísima enjugaba las lágrimas
del llanto mío. De su mano pude cruzar los arroyos torrenciales y ramblizos,
aunque a la ramera y al juglar la vejez les viene el mal. Puede que todo ello
no fueren sino excusas para justificarme porque a lo largo me había topado con muchos
leguleyos y a los rábulas se les vencen dando la vuelta al argumento. Es reu mich. Gopspodi achisti grieji nash.
De pensamiento palabra y obra u omisión. Mi confiteor
sobaba rotundo y solemne aquella mañana del 12 de marzo cuando la iglesia latina
celebra el tránsito de san Gregorio magno. Fue el que introdujo en la iglesia
la dulzura del canto gregoriano. ¡cuantas veces habré pulsado la cuerda de sus
melismas y entonado las estrofas del Veni Creator, el himno a cuyo compás fui
consagrado presbítero hace muchísimos años
Mucho me pesa, Señor de haberte ofendido. Y mi abuelo
asomó el gallo. Por las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente
que yo conocí, sombras distantes la puerta cerrada del cementerio y el hastial
solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían exhumado los
restos de mi hermana Henar fallecida en 1941
Parte del antiguo templo había sido destruido. Uno de
los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras devastados por la
morisma. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo templo sucumbió a
Una razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá
tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las
fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron a medio
discurso. Alegó el alcalde que era muy largo el sermón. Dijeron que el
parlamento cansaba, yo era un aguafiestas. Nadie es profeta en su tierra.
El
Abuelo Benjamín súbita aparición allí estaba mirándome asomaba el
gallo sobre las tapias de la iglesia de San Gregorio convertida en solemne casa
de todos. Parecía yo verle cojear camino de misa. Tenía la pata chula por el
reuma a causa de la humedad del arroyo que discurría a la puerta de casa.
Fue a los Baños de Alhama de Aragón luego a una a una curandera que le
sacón los cuartos y le mandaba ponerse en la rodilla la piel de un conejo. A
los tres días olía a rayos. "No hay quien pare a tu lado,
abuelito"... "¡coño si huele mal te tapas las narices y santas
pascuas!". La cojera iba más. Debía ser cosa del raquis que le interfirió
el cáncer de próstata. Y no era el reuma. Era la próstata que se le llevó
por delante interfiriéndole largos años los huesos. Se sentaba en un banco
del lado del evangelio compartido con el Tío Gregorín y el Tío Bernardo. Al
darle de alta en el hospital de la misericordia después de su primera operación
patriota se creía curado del todo y regaló a la iglesia de Fuentesoto un
Resucitado. Sin embargo la prostatitis volvió a la carga en medio de inmensos
dolores que soportó con paciencia. “Es como si los perros me estuvieran
mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le ayudé a bien morir.
Leyéndole la Recomendación del alma.
Los
tres Gregorin, Bernardo y Benjamín eran quintos y los más veteranos del pueblo
después del Tío Paulete que estuvo en la contienda de Cuba y nos leía bajo el
bardal libros de autores del 98. Cuando la guerra los tres se hicieron de
Acción Popular el partido de Derechas. Gil Robles les dejó en la estacada. Mi
abuelo Benjamín era muy religioso sin ser beato fe profunda de converso judío
esos que no cambian. Su adscripción a la religión católica no fue óbice
para que un día saliera al encuentro de un cura muy malo que tuvimos en el
pueblo que se llamaba don Amancio cuando se enteró de que aquel cuervo abusaba
de mi tía Rosario. Fue a por él y el cobarde huyó en su burra camino de
Hontalvilla de donde era natural. Escribió al obispo y el obispo que se llamaba
Pérez Platero le mudó de parroquia pero no le suspendió a divinis ni le quitó
las caras dimisorias. Aquel Amancio era bueno y barato en cuestión de
mozas. Al coro de acción católica se las pasaba por la piedra
invitándolas ora al confesonario ora a la rectoral. Hacía a pelo y a pluma
porque según supe también algún que otro monaguillo incauto cayó
en sus garras. Desde entonces he tenido prevención contra la clerigalla y
a pesar de mis órdenes sagradas creo que lo del celibato es una regla para
engendrar expósitos una perfecta añagaza porque han convertido el sexto
mandamiento en mandato de poder y abusos sexuales. Es una ley contra natura que
sólo unos pocos son capaces de sobrellevar a costa de acabar tarados. Caparse
por Jesucristo sería un súmmum bonum para alcanzar el monte de las
bienaventuranzas cuya cúspide únicamente unos pocos escalan y a estos
tarados hay que canonizarlos santos. Mi tía Rosario acabó en un convento
de Adoratrices. Fuimos a verla a Barcelona. A mí me quería mucho. Luego colgó
los hábitos y se casó con un guardia civil mi tío Manahén ese sí quera un
santo. Pues allí estaba mi abuelo apoyado en su cachava calada la gorrilla
hasta las orejas y mirándome con severidad. Sólo me sacudió el polvo una
vez que fuimos a melones y a mí me pilló el guarda y hube de pagar y tuvo que
pagar una multa de dos pesetas. Yo alegué que fueron los otros los que me
indujeron a entrar en el vedado porque yo era un niño muy inocente e incauto.
Aun recuerdo aquella noche de luna llena cuando yo me había quedado en el
corral sin atreverme a entrar en casa.
─
Pasa, hijo, que es hora de cenar
─
No quiero, no me da la gana
─ Como
que no quieres no te da la gana. Ven acá
Me
cogió e las orejas y aquella noche cené de la cayada paternal. Fueron cinco cintajos
en las nalgas. No me dio más pero desde entonces no se me ocurrió ir a sandias
ni a peras ni a por moras a Peñacolgada. El abuelo Benjamín los tenía bien
puestos, castellano viejo, zarandeado
por el infortunio. En la gripe del 17
se le murieron su esposa Lidia y la tía Socorro. Gracias a una hemorragia
e nariz salvaron de la peste él, Pedro y Zacarías y la Felisa. Zacarías lo
mataron en la batalla de Brunete y la Felisa la pobre falleció a consecuencia
de un quite raquídeo. Le había lamido la mano el perro de Melares el pastor que
llevaba el rebaño de Benjamín y la contagió el mal. Al abuelo lo vi beodo,
gustaba del vino cosechero, le daba fuerzas, nunca lo ví beodo. Al levantarse
se desayunaba un cachón pan y una copita de aguardiente. Era un labrador cabal,
el que araba más recto en toda la comarca, el que sabía binar las tierras
imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a visitarme al
seminario antes de morir y me recomendó ser aplicado y diligente, no hacer
mal a nadie pero defenderse cuando a uno le agreden. “No quiero, Quintiliano,
que te tomen por tonto”
Bajé besando las cruces del calvario a un pueblo
en quietud que me resultaba extraño retomando los pasos perdidos de la
infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos de la gente que
iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos castrones, cuando a media
tarde llegaba el molinero de la Villa con su recua los costales de harina
cargados a lomos de los burros capados y el gruñir de los marranos en el henil.
Corté el cordón umbilical del cariño pero sigo unido a tu amor como el arado a la
esteva, aun estando desencajadas las velortas[iii]
y la reja sin filo la esteva desencajada. ¿Con estos bueyes cómo ir a arar sin
aguijada ni tralla en lucha contra los elementos y contra todos?
Soy yo, parlando desde una época que pasó, hombre de
ayer que no encuentra resquicio. No sé por dónde tirar pero no maldigo a los
dioses, feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer.
Hados perversos al ostracismo me condenaron y todos se ríen de mí. Ya lo
hicieron con Job. Propalo quimeras, redacto fantasías porque he visto dar
vueltas a la cabeza furibunda de la medusa quimérica y hermafrodita,
melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón vagina de mujer y bálano
viril las ubres las arrastra por detrás y por delante, pega bandazos a diestra
y siniestra como el destino cruel y proclama al igual que el pregonero de
la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición
de los Coños Grandes Widecunts[iv].
En la fiesta de las vaginas las Euménides nos
cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste en la gran
cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas aniquiladoras. Una
reina putona que le cortó a Haman la cabeza después de hacerle el amor, quiere
enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Desfilan gritando consignas y
escupiendo gargajos contra la religión estas cabronas que se educaron con las
ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo
que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e irascible
sin control. Carmen Fernández del Toro, la gran bollera, encabeza la gran
manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la Virgen
María. Los buharros bailan mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón
banderas arco iris desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración.
Lo mío es la fábula, el placer y el arte de las tres verdades que se
fraguan en mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí padres
no. Pero esto es trágala, chiquitos. Nos adentramos en el reino de
las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo en condiciones. El alazán
apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y reportajes in
situ de las reporteras de la Telebasta. Allá van las féminas de la
exaltación arrastrando sus pies enfermos de quiropedias, vientres caídos los
ojos con ptosis les supuran las legañas, y sus labios malos que piden la
lanceta del cirujano que les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan
a la red opíparos bustos hinchados artificialmente. Acampa en el prado el
sindicato de las peores furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados.
Es cosa de arreglar todos esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta
demasiado chuparla. Hijos sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las
cotorras se suben a los arboles empuñando el micrófono soplándolo como si fuera
una alcachofa y largan sermones preñados de visceral oratoria anti varonil. Es
el tiempo de Acuario. Vengan los marimachos, mujeres al poder. Estoy triste con
este desvarío pero me consuelo cantando el evangelio
mirando para Aquilón. El quiasmo de la cruz de Constantino se perfila
sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es contra la vida. La
espada de Miguel acabará con el libertinaje pero han conseguido ponernos a
todos el bozal pandémico. En los cinco continentes seis mil millones de seres
humanos respiran a través de la mascarilla ¿Madre por qué callas, por qué no te
enfrentas y levantas el pendón de la verdad? ahí tenemos al preste Zabulón
haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la
muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran
Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el
holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan tintas de
sangre de las víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los enemigos de
la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de sonreír con
tu cara asnal y de mover tu inmenso culo que emite cuescos con olor a mate.
Dice que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora sí que estamos
buenos.
Uno no se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy
dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo dispuesto
a trovar, aun con cierto rezago, las vivencias del pasado a título de
inventario nada más, sin ánimo de lucrarme o por prurito artístico pues soy un
escritor fracasado. Todo se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a
la tierra lo que es suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron
ungidas por el obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me
apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos. Tuve un
amor o muchos amores pero fui leal y nunca cometí adulterio con la sacristana
ni con la mujer de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran con ojos de
fauno y ponen en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en
el casco. Con todo y eso la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió
a ese epicentro mágico (okolos)[v],
el tete manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en esas
eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar coram
populo[vi]. Hijos somos de
un excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos el último suspiro Orgullosas
de que les vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de
placer para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por
contemplar el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen
las feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protagoras que el
hombre es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre
todo. De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del
Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? las
religiones separan pero estas hetairas liberticidas nos vuelven a los hombres
de toda calaña iguales. Son cosas del rasero igualitario que endereza lo
torcida y hará llanuras de las montañas, el milenario. No sé pero a mí me gusta
rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma se llena de una tranquilidad
venida de lo alto cuando me dispongo a consagrar.
Luego reconózcome pecador. Para distraerme pulso los
portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras, Señor! Venus
nació de la espuma y el primer hombre fue extraído del barro. Fuimos concebidos
en la inmundicia y rodeados de corrupción y hedentina cadavérica nos vamos.
Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas grandes vergas de todos los
tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra. ¿No les dará vergüenza? Los
cóhenes y macarras de este gran puterío cinético hacen caja y no dan abasto
cada vez hay más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas
naturales lo que les dio Natura unas por prurito otras por coqueteo otras por
necesidad como las viudas milf puesto que el porno manda. Recordemos que este
es el tiempo de Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas
de Eva. El hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y
exhibiciones procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como
lobas. Otras más precavidas gimen imitando a las gatas en el celo de enero.
Aguardando el vectigal[vii]
denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos pardos.
Basta con un clic abrimos Internet y ala allá están las señoras meretrices muy
emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo alcancé a ver a
lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y. cuando recibe la moneda del
mirón o sienten la explosión del consolador que cosquillea su vientre,
pega una sacudida. De sus entrañas lanza un mayido, un alarido con su voz de
trapo un cuerpo perfecto de la Jengibre una hermosa ucraniana con el pelo de
estopa a la que apodan Gingerbread nunca vi carnes tan blancas ni ojos tan
azules. Está encinta y trata de disimular su gravidez poniéndose bañadores
negros. Es una superdotada. Despliega sus senos (grydi[viii])
al aire y calculo han de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y
divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad por saber quien fue el
afortunado que dejó la huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice
que fue en el privado de un chat, un soplo aleteando por Internet en sus
alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por virtud del espíritu santo? No lo
creo. La preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico un polvo
salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy Gates
el padre de la criatura? Esta mujer aun desnuda sin embargo parece el paradigma
de la castidad. En otras congéneres el espectáculo se convierte en algo brutal
libidinoso que incita al asco ante semejante perversión coprologica. Al verlo
muchos se acordarán de la sentencia de Job; insistir he por ese cabo que me
asusta la promiscuidad y falta de recato sobre la mierda en que nacemos y
envueltos en ella nos vamos, hijos somos de una eyección excretoria, de un
secreción vaporosa… “Et in corruptione genuit mihi mater mea[ix]”.
Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor pero
no en el alfaque de los bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé
buena leche y de calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felicitas” oí
decir al tío Matías el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te
colocaste en la cabeza el “pallolium[x]”
la mantilla corta con la cual iban las mujeres de la vida caminando por las
calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de hetaira le hinché los
morros.
QUILOMBOS
Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos
"Soguillas" cuando éramos guajes regresó de Fuentesoto tras su visita
al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en el mundo
para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a tratar de poner
blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía. Me llamo
Eutimio Guzmán pero en el pueblo me llamaba Quinolas por mi afición a la brisa.
En esta parte de Castilla todo quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo
conozco muy bien. Fui su amigo de infancia, fuimos juntos a la escuela e
ingresamos en el seminario al mismo tiempo. Él llegó a cantar misa. Yo colgué
la sotana en primero de Teología. A los dos nos une un estrecho vínculo de
amistad y compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre
libros y nos fustiga la misma comezón desalentadora por estar viendo morir al
mundo en que vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero
hemos sobrevivido a la peste pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con
diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y
el yen hecho carne la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias
políticas empañen el vínculo de nuestra amistad
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