JOHN PRICE
ENTREVISTA RETROSPECTIVA A UN LEGIONARIO INGLÉS QUE PARTICIPÓ EN LA TOMA DE
BADAJOZ A LAS Órdenes DEL CORONEL CASTEJÓN EL BISABUELO DE PEDRO SANCHEZ
Husmeo entre mis recuerdos y saco a
colación esta entrevista que hice a un guripa encuadrado en la columna
Castejón. Era el año 1973. Mucha agua corrió bajo las aguas del Támesis; aquí va la música
John Price o Johny a secas fue un día
legionario y aparece sentado en una vieja fotografía que anda por ahí a la
derecha del coronel Castejón, un tipo duro que mandó fusilar a tres mil rojos
en la plaza de toros de la ciudad pacense. No cobraba prisioneros. Prefería el
paredón. Los genes parecen importantes. Ahora su biznieto un tipo ambicioso sin
escrúpulos y con ansias de poder está pasando por las armas a esta vieja y
querida nación que es España. Johny un joven romántico y aventurero
simpatizante de Mosley se encuadró en la legión. Hoy a sus 63 años es un
sencillo obrero londinense que vive en un modesto habitáculo esas casas con
terraza que parecen cajas de cerillas al otro lado del río en el barrio del
Elephant&Castle, he tenido dificultades para encontrarla, todas son
iguales.
A John le quedan un par de años para jubilarse
en una fábrica de la empresa Ford. Un caloroso día de julio de 1936 gritó “a mí
la legión” abandonó a su novia y a su familia y tomó el barco que zarpaba del
puerto de Southampton rumbo a Portugal.
Ya en Lisboa
cruzó la frontera por Olivenza y se alistó en un banderín de enganche. Participaría
en la lucha a sangre y fuego de la toma de Badajoz, la columna siguió avanzando
hasta Chapinería. Brunete fue otra batalla a bayoneta calada. Guerra de
trincheras. “Me asfixiaba de calor, ay la sed que pasé, my God”. La Quinta Bandera quedó diezmada pero él sobrevivió. Un tiro
de suerte en Villafranca del Castillo al tomar aquel bastión en la vega del río
Aulencia (curiosamente al que suscribe a
la sazón corresponsal en Londres misterios o caprichos del Destino le llevaron
a vivir en esta zona del extrarradio de Madrid entre chaparros y ailantos)
Participó en
la toma de Talavera. La columna Castejón avanzó hasta Toledo. El alcázar no se
rinde. “Sacamos a Moscardó medio
muerto y a un puñado de cadetes y guardias civiles casi esqueléticos por el
hambre del cerco, pero a mí la legión”. Obtuvo la medalla al valor y a los sufrimientos
por la patria, y en Sevilla se echó novia. Era una enfermera muy guapa que lo
atendía en el hospital de sangre. Tiene ocho balas metidas en el cuerpo. Cuando
cambia el tiempo, algo muy habitual en la capital británica, se mueve la metralla
causándole excruciantes dolores. “Pero ninguna llegó al corazón, sólo en
Sevilla donde me enamoré” dice sonriendo mientras atasca su pipa
de boquilla de latón. “Fueron los años mejores de mi vida”
─¿Le quedan amigos en la legión?
─Todos. Lo que ocurre es que se me olvidaron los nombres, pero tengo presentes sus rostros… Paco… Lolo…Pinto el cabo Pinto y el teniente
Dimitri un ruso, creo que era búlgaro y todos le conocíamos como el ruso…
Les fui perdiendo la pista. Puede que algunos hayan muerto.
John vuelve
a encender la pipa y pide a su mujer que nos traiga coñac. Se arremanga el
brazo y la pernera del pantalón y me muestra las marcas de los balazos.
─¿Volverías al Tercio?
─Mañana mismo si tuviera otra vez veinticinco años. Soy uno de
los pocos ingleses que creía conocer y querer la causa de España contra el
comunismo. Muchos de los jóvenes de mi reemplazo no sabían de qué iba aquello. El
propio Churchill creo que estaba equivocado.
Mr. Price
aunque ha olvidado casi todo el castellano que sabía, recuerda algunas
palabras, las fundamentales: “guripa”, “chapiri”, “a por ellos” “me han dado”. Vió
morir a muchos camaradas de trinchera y todos al expirar gritaban “ay madre”.
─Me pasé toda la contienda en la sección de ametralladoras. Yo
conocía bien el manejo de la Hochkins que era de fabricación inglesa y tenía
una buena cadencia de fuego. Siempre en primera línea… carne de cañón.
─¿Encontró a muchos compatriotas en aquella guerra?
─Sí pero en el otro bando. En Brunete cruzaron el río Guadarrama unos tipos de las Brigadas Internacionales que venían de descubierta.
Por su pinta y por su forma de expresarse me parecieron sospechosos. Le dije al
teniente Dimitri: cuidado con estos tíos. No me equivoqué. Fueron fusilados…
cosas de la guerra. En una ocasión al tomar Navalcarnero encontramos más de
ochenta cadáveres que habían sido asesinados por orden del Campesino. Son recuerdos muy desagradables y otros graciosos. Por ejemplo,
a los moros les causaba pánico el verse reflejadas sus caras ante un espejo. Gritaban
como descosidos, pues creían que aquella imagen les robaba el alma pues eran
supersticiosos. Y estando hospitalizado en Sevilla vino una monja a regalarnos
calcetines y zapatos y un soldado el pobrecito al cual una bomba le había
tronzado las piernas la dijo y para qué quiero yo un par de zapatos, hermanita,
si me faltan las piernas. Aquello fue desgarrador. Alternativamente, verse reflejados a los
marroquíes ante un espejo era muy divertido, se liaban a tiros y empezaban con
sus lilailas. Yo me llevaba muy bien con ellos y eran muy valientes. No probaban
el alcohol pero que no les faltara agua para el té cuando no había ponían una
lata en la verga del mulo y la recogían cuando éste meaba para hervir el té de las cinco. Eran muy sufridos y
a los españoles les decían hola paisa.
─¿Qué se aprende en la legión?
─Se aprende a servir y ayudarse unos a otros. Ese espíritu de
camaradería entre los guripas de mi columna no la he vuelto a experimentarlo en
ninguna parte. Este verano iré de vacaciones a España y mostraré a mi mujer y a
mi hija todos aquellos lugares en los cuales pasé fatigas avanzando con la
manta al hombro, el chápiro y el macuto en aquel largo correcorre por los
campos de España. Siempre avanzando, pues así es la lucha. Yo nunca me quedé
atrás.
A mí la
legión. ¿Que habrá sido de mi querido legionario? Ha pasado medio siglo, me queda su recuerdo, me falta su acta de defunción
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