2021-04-04

LAS CAMPANAS DE SAN GREGORIO EN LA PASCUA DE FUENTESOTO

 


DOMINGO DE GLORIA LAS CAMPANAS DE SAN GREGORIO

Yo conocí a la tía Apolonia ya muy viejecita y encorvada. Al final de la misa se quedaba rezagada haciendo un recorrido por las imágenes de las capillas de la iglesia de san Pedro gira espiritual que podría alargarse hasta media hora a veces tres cuartos y a mí me encargó el cura don Frutos cerrar la iglesia. Al no ser mi intención distraerla de sus piadosas plegarias a todos los santos de la corte celestial que a ella bendecían desde su peana: san Isidro Labrador, la Virgen de Fátima, el Resucitado que donó mi pobre abuelo Benjamín cuando sanó aparentemente del cáncer de próstata, san Gregorio papa, la Virgen de los Dolores y sobre todo san Pedro instalando en un trono del altar mayor debajo de la cara excelsa del padre eterno que se asomaba entre nubes de purpurina ostentando la esfera armilar o hacía sonar el manojo de pesadas llaves… Vamos tía Apolonia, vamos. Aquella espera me hacía pensar en un cuento que se dejaba caer en labios de los  atrevidos y salaces en los filandones del invierno. Se trataba de un cura que tenía un lío con la mujer del herrero. Estos se comunicaban por medios de toques de campanas. Un repique de siete badajadas significaba que el campo estaba expedito y que el buen párroco podía acercarse a la herrería a cortejar su dama. Dos toques seguidos que no. Que había moros en la costa. El romance tuvo prosapia y rigor de modo que los toques se convertían en una composición musical. Desde la torre el amante enviaba un mensaje a su adorada en aquellas fechas que no había internet:

─Mariquita mi señora venga que ya es hora.

He aquí que el herrero interceptó la comunicación y descifró el lenguaje críptico de la misma "A esta la caliento el canto yo" pensó. 

Así que una tarde que estaba en la fragua afilando una reja candente le mandó a su mujer que se sentase en la bigornia. Al sentir el dolor del hierro candente en sus posaderas pega un brinco que alcanza hasta el techo.

─Ay

─¿Está calentito eh? ─ exclamó el herrero entre carcajadas.

En aquel momento sonó desde la torre la llamada del amor. El párroco se estaba empezando a impacientar. Repique que campanas:

─Mariquita encantadora, ven que ya es hora.

Y desde abajo para que le escuchara todo el pueblo con su vozarrón:

─Tiene el culo quemado no puede ahora.

Algunos quieren estar en misa y repicando. No puede ser.

Entonces se me acercó la tía Polonia la hermana del cura don Cirilo. Sus ojos eran muy azules, el pelo blanco no tenía dientes y se parecía por la blancura al hopo de algodón que hilaban las mujeres de Fuentesoto a la puerta los veranos. Dúctil sonrisa y un lobanillo en la comisura del labio donde le había crecido un matorral de pelos negros.

─Ya es hora de encerrar. Vamos sí hijo sí. Tengo tantas obligaciones, tantos difuntos que no doy abasto, tanta gente que me aguarda ahí en eso (miró para el camposanto en el cerro), tanta gente que se me murió que son centenares de padrenuestros de Réquiem. ¿Eres tú el Antonio el nieto del tío Benjamín? ¿El que va para cura?

─Soy

Salimos al cancel y a la puerta de la iglesia tomándome de la mano me dijo:

─Mira para arriba, Antoñito. Dirásme lo que ves

─La torre de San Gregorio el campanario sin campana. Se las llevaron los franceses para fundirlas y convertirlas en balas de cañón. Ya no la bolean los mozos ni tocan a clamor por los difuntos o  rebato cuando se produce un fuego.

─Así es, pero yo te voy a contar un milagro que ocurrió el día de la Pascua de Resurrección. Habíamos venido mi hermano y yo don Cirilo Sanz de Roma en peregrinación de ver al papa León XIII. Era domingo de Gloria. Nos levantamos todos sobresaltados porque escuchamos el sonido de la campana gloria que había mandado bendecir un rey muy antiguo el rey Alfonso VII el emperador. Entonces el pueblo estaba arriba. Era un ribab o fortaleza para defendernos del sarraceno. Ese rey santo había ordenado construir un cordón de monasterios defensivos en número de 24  desde Sacramenia a Osma y Berlanga de Duero. 

Los musulmanes atacaron y destruyeron el villar; la iglesia quedó en ruinas pero las campanas seguían tocando a misa. Cuando los franceses se las llevaron se dejó de escuchar el clamor en toda la contornada. Mi hermano que era muy devoto de san Gregorio le pidió que antes de morir querría oír aquel sonido celestial. El Señor nos concedió esa gracia y aquella pascua de resurrección bolearon a gloria como nunca habían sonado. Mi hermano dijo una misa de acción de gracias y predicó un sermón en el que dijo: el diablo nos arrebató las campanas, pero no pudo con nuestra fe. Mientras esté ahí el cementerio de san Gregorio seguiremos creyentes. ¿Te ha gustado, Antoñito?

─Como no, tía Apolonia, usted lo cuenta que parece que lo ha vivido.

La anciana dibujó una sonrisa y se alejó pastito a paso a su casa que estaba frente al berral. 

Había sido muy guapa de moza y tuvo muchos pretendientes a los que dio calabazas porque creía que sirviendo al cura era como si profesase de monja y se consagrara a Dios.

Yo tomé el pesado manojo de llaves, cerré el templo y  llevé el manojo de llaves a la rectoral. Don Frutos el cura en mangas de camisa cavaba en la cerca al lado del molino. Sudaba como un pavo.

─¿Quieres almorzar?

─No me vaga, señor cura. Tengo que hacer un mandado a mi tía Paulina, he de ir a la fuente a llenar la botija.

Le conté la historia al párroco según la tía Apolonia me había referido y don Frutos muy gnómico sin dar un cuarto al pregonero pronunció este veredicto cita del padre Astete en su catecismo:

─Fe es creer lo que no vimos, hijo.

Desde aquel día cada año cuando llega la Pascua Florida dentro de mi alma yo escucho las campanas de Resurrección que bolearon en el campanario de San Gregorio resistente al paso de los siglos. No he perdido el sentido del humor, tampoco la fe en lo que no vimos

 

2021-04-03

AHI AFUERA HACE FRIO Y UNO SE CONGELA UNA NOVELA PROFETICA DE LO QUE AGUARDABA A LOS DISIDENTES

 DRAUSSEN VOR DER TUR EL REGRESO DEL VENCIDO

 

 

¿Dónde estaba Dios cuando los rusos nos cazaron en la ratonera de Stalingrado? ¿Defendíamos la verdad si? Pero la Verdad está en crisis. Es un pasaporte para la ignominia y la descalificación. El "gefreiter" (cabo) de zapadores de un regimiento que fue aniquilado en enero del 43 a orillas del Volga único superviviente de su batallón hecho prisionero de los rusos regresa a su ciudad en el norte de Alemania pero Hamburgo le desconoce. El ex combatiente ha vuelto de la guerra con una pierna de menos, los pulmones agujereados por la bronquitis, su mujer se ha casado con otro, el teniente de su compañía "oberst" le recibe con buenas palabras y mejores consejos pero no le invita a cenar, sus niños le tienen miedo. Creen que está loco. Está hambriento, cansado y enfermo. Va a la antigua casa de sus padres y allí la inquilina una tal Frau Kramer le recibe a escobazos. No encuentra trabajo "Yo nací aquí". "Sí, pero esta no es tu casa, tuyo tampoco es este país, ya no tienes patria "Heimat", le dice la inquilina. Sus padres han muerto por culpa de los judíos que les acusaron de haber pertenecido al los nazis, al padre le quitaron la pensión, lo metieron en la cárcel (proceso de desnazificación) y a la madre en el manicomio. Esta novela publicada en 1946 como una obra de teatro es un grito vibrante en lengua alemana proclamando los sufrimientos del pueblo alemán de sus doce millones de caídos bajo las armas y de los quince millones que murieron a causa de los bombardeos, las penalidades. Es el libro más vibrante de la "Trummer Literatur" (las ruinas de la posguerra) El autor Wolfgang Borchert vierte en estos diálogos toda la cargazón de su dolor y desesperación. Militó en un regimiento de castigo que fue protagonista de la terrible batalla de Stalingrado. No es una autobiografía sino un espasmo, una denuncia. 

NO PARECE LEJOS LA PARUSÍA PERO DECONOCEMOS EL DIA Y LA HORA HOY CRISTO REESUCITA

 JUDAÍSMO DE LA INTELIGENCIA Y EL PERDÓN PARA CAMINAR EN TIEMPOS DE PARUSÍA

 

"Si xto no ha resucitado vana es nuestra fe" Las palabras del Apóstol han retumbado en mi memoria en medio de la desazón que me causara la decisión de cerrar el Sepulcro del Señor. El gobierno israelí inspirado por la inteligencia inherente a todo judío o tal vez bajo la inspiración del Paráclito llamóse a andana y la tumba de Jesús fue abierta esta mañana a los creyentes. Triunfó el pensamiento fariseo (los fariseos creían en la otra vida) sobre el saduceo inmanentita que dijeron que no hay resurrección. Las dos ideas son aceptables porque nadie ha venido desde el otro mundo a certificarnos que tal creencia es cierta. Los cristianos cantamos en el oficio de difuntos a los que murieron "en la esperanza de la resurrección" y únicamente mediante la Fe nos sentimos seguros de que al otro lado de la Barca habrá un cielo para los buenos y un infiernos para los malos. ¿Estaré yo entre los elegidos en el rebaño de las ovejas o en la turba de los préditos o condenados? No sé. Hay casos en que la religión se reviste del ropaje del mito. Escucho los cantos de resurrección pero también me afligen los pesares, fraudes, enfermedades, injusticias, descalabros, malos pasos que acompañan al ser humano en su caminar por la tierra. "Mi reino no es de este mundo" proclamó Jesús en su prendimiento ante el sanedrín cuando canto la Passio. Señor ¿estás ahí? ¿Está el sepulcro vacío? Resurrexit sicut dixit, advirtió el angel a las santas mujeres y hago de esta frase vademecum de mi peregrinación por la tierra. Pero no puedo condenar nunca a los no creyentes. Mi religión me inclina al perdón y ver las cosas desde una perspectiva de progreso y esperanza. Odio la guerra sobre todo la guerra de Siria en la cual los sionistas tienen arte y mucha pare pero no entiendo. Señor, que vea. Abre mis ojos, llenos de arena. Libarme del odio y de la ira. Que unos y otros vivan con su idea. A pesar de todo, soy periodista y la critica y a veces la sátira que denuncia la estupidez humana son parte de mi lote. Vivamos todos en paz. Shalom. Por lo pronto la decisión del alcalde jerosolomitano de reabrir el Santo Sepulcro al culto es una sabia decisión aparte de una opción redituable para las arcas de Israel. Sigue el canto de la pasión mientras esto escribo que me recuerda que mi misión de escritor forma parte de la herencia de los diáconos: cantar las verdades del barquero y portar sobre mi estola todo el peso de la liturgia sagrada. La Parusía ya no está lejos.   

una novela sobre la blau que hubo de ser publicada a escondidas

 GUERRA NOVELA PRESENCIAL EN EL FRENTE DEL ESTE POR RODRIG ROYO

 

Es la novela de un combatiente de la Blau en la batalla de Leningrado. Se le congeló una pierna y perdió tres dedos de un pie. Divino Rodrigo qué bien tocabas el violín y de regreso a la patria emigraste a Nueva York. Te ganaste la vida como ascensorista y como músico en las tabernas del Lower East Manhattan. "Guerra" se publicó por entregas en el diario falangista "Amanecer" de Zaragoza. El tema es la guerra pero también el perdón. Aquella novia judía a la que, jugándote el pellejo con la Gestapo, salvaste la vida en Tallinin y en Riga convalecías de las heridas en campaña. Con estos mimbres urdiste la pleita de una gran narración autobiográfica. Tu vida entre los piojos de los "karovos" y las isbas y aquella madre rusa que e dio su bendición porque la recordabas a su hija que combatía con los soviéticos. Una buena mujer una babuska que no dejaba de suspirar y de decir "Bozhe moi"... Bozhe moi (Dios mío, Dios mío) y se santiguaba constantemente. Un soldado de la Blau nunca puede ser un asesino. Una estrella se os apareció entre la nieve. Treinta bajo cero en Novgorod. En la trinchera te acordabas de los buenos colchones y la cama alta de tu casa valenciana. En la noche las trazadoras buscaban en el cielo oscuro a los "moscas" rusos que se acercaban con el fanal de posición en reposo. Cuerpo a tierra. Sonaba la música de los organillos de Stalin y los ruskis atacaban en avalancha a bayoneta calada. Eran los regalos del "padrecito" Fue allí donde os coparon. Cayó prisionero el capitán Palacios y tú conseguiste una retirada a rastras metiéndodote por entre los caballos de frisia de las empalizadas. Sonaban los gritos de los heridos y las blasfemias de los cabos. Recuerdas el bosque de abeto de los campamentos de Grafenwohr. Estuviste tres días y tres noches dentro de un pozo de tirador, te sacó medio congelado un sargento asturiano que te portó a hombros hasta la chabola. Media botella de coñac a escote y entrasteis en calor pero a tu sargento lo mataron en la retirada. Vitbesk estaba al final de la noche. Supiste de auroras boreales y de noches blancas. Una madrina de guerra, Hilde, te enviaba paquetes de salchichas paquetes de cigarrillo "Milde Sorte" de sabor egipcio ▬ el tabaco es imprescindible en el macuto de un soldado ▬ y cartas de amor desde Berlín. Marchas de cuarenta kilómetros diarios. Cansancio y las imbatibles "klartofeln" (patatas) y a despiojarse en el río. En pie. Zum befehlt a la orden y a cantar La Madelone. Luchabais por un mundo nuevo, sin odio, sin corrupción, sin parlamentarismo y al protagonista de tu novela le gustaba una palabra alemana Freeheit. Libertad. Algunos guripas eran incapaces de resistir y eran enviados al botiquín de retaguardia.

Muchas veces escuchaste el grito de algún camarada alcanzado por la esquirla de un obús un ay me dieron y al entrar en agonía sólo tenían en los labios una palabra: madre...madre. Los heroicos camilleros arriesgando su vida lo llevaban al hospital o a la morgue.

Cerca de Novgorod contemplaste con ojos asustados a tres partisanas colgadas de una árbol con un carel adosado al cuello donde se leía en cirílico "shpionskaia" (espías) Era la primera vez que veías un cadáver tétrica imagen que se balanceaba sobre la rama de una abedul gigante y echaste la papilla al salir de aquella aldea. Las guerras desconocen la misericordia. El general invierno fue muy duro pero mucho más desastrosa fue la "raspytitsa" (el deshielo) los tanques se sumían en el lodo, los caballos de los hipo móviles quedaban varados en el cenagal "Despues de la nevasca salió el sol que empezó a calentar y era todo barro en la ciudad de las mil cúpulas la sagrada Novgorod y al entrar en una isba en Tschertzchulino de requisa un paisano os recibió haciendo la señal de la cruz y besando al gastador por tres veces en las mejillas. A la manera ortodoxa rusa. Eran tan pobres que os dijo que no tenían nada. La vaca la acaban de dar el pasaporte los antiaéreos "y meniá ni esti kariovi y menia ne esti malenko" (al morir la vaca nos hemos quedado sin leche) y sin requesón comentó jocosamente una andaluz. Tambien aquel muchacho de Ecija que alegraba al batallón con su charlatanería ceceante  y coplas de cante jondo que se mueran los feos y yo el primero mi capitán murió en un despliegue. Lo atizaron desde una casa derruida. Un paco al que no pudieseis echar el guante. Los rusos eran buenos combatientes. se escondían debajo de la nieve. Os sorprendió encontrar por todas partes cruces bizantinas con el INRI de medio lado y tres brazos no uno como las católicas así como iconos con la imagen de la Virgen de Kazán la Blagodoritsa que es nuestra Señor del Perpetuo Socorro. ¿Dónde estaban los comunistas? os preguntabais. ¿Qué vinimos a hacer acá? el sargento Ortiz tuvo una respuesta triste a aquel galimatías "Estamos aquí para que otros se tomen el chocolate en la Gran Vía y salgan luego a bailar con las chicas topolino. En la guerra se muere sin odio sin duelo sin tristeza. Veías a los ruskis enguantados en sus capuchas blancas al otro lado de las alambradas. Se les oía tocar el acordeón y cantar en los periodos de clama. "Las noches rusas son lo más hermoso que vi en mi vida" pero los furrieles hacían la ronda de inspección para comprobar a los centinelas para que no se pasaran o en todo caso quedarse pajaritos bajo la helada mientras los soviéticos tocaban el acordeón a menos de una versta de distancia de vuestra posición. Tú fuiste soldado del general Kindelán y luego a las ordenes del general Monasterio. El libro se lo dedicas al asturiano Ortiz que no regresó del frente. Te había salvado la vida. Era de una aldea cerca de Cudillero y sólo tenía 18 años. La novela la presentaste al premio Nadal. Quedó seleccionada pero la ganadora fue "Nada" de Carmen Laforet en la edición de 1944. Ser soldado significa saber morir en acto de servicio y no pedir nada a cambio. Y a ti los propios falangistas te negaron el pan y la sal pero yo que trabajé contigo en la redacción de SP y conocí tu obra posterior "Todavía", "El Establishment" y otras muchas sé que fuiste uno de los mejores escritores de tu generación. "Guerra" es sólo equiparable a "División 250" otro tour de force del sordo de Villaba otra opera magna. Os sois autores olvidados y descatalogados por una España cainita que desdeñó su vuestro heroísmo, os insulta, mientras revuelve con el gran cucharón la mierda del pasado. Gracias maestros por este relato que he releído entre conmociones y tristezas y recuerdos de aquel pasado en la redacción de la calle de Santiago Cordero 16 de Madrid. Tuve al mejor maestro y en aquellas mesas la mejor escuela de periodismo. Gracias solamente.

SEGOVIA TORRIJAS Y SOPLILLOS POR SEMANA SANTA cuento de pasión

 EN JUEVES SANTO TORRIJAS: EL CURA DE ZAMARRAMALA ERA UN BEODO MUY DIGNO 

 

LA CATORCENA ES ALGO MÁGICO

Antonio Parra

 

Yo te di una espada(I gave you a sword). Gracias por eso, Señor. The word and the sword. Palabras y espadas y en ese empeño seguimos lansquenetes de la palabra retornando al Alma Mater. Vientos de profecía. Entierrate, grano. Mañana serás espiga. El viento de la historia a veces huracán otras brisa pasa página ¿Los ves? En un pocillo les estás dando de comer. Cuando ellos van tú ya regresas. Ponen el grito en el cielo. Nietos de los fariseos se rasgan la camisa, hacen trizas las filacterias. Se proclaman demócratas y abanderados del contraste de pareceres pero la fortuna te guarde de pisarles un callo. Dices que recurres a la descalificación y el insulto cuando son precisamente ellos que carecen del sentido del humor los que te están insultando.

 Otros porque les cantas las verdades del Barquero y tú se las dices al lucero del alba, sin ir más lejos al propio Fraga cuando te vedó escribir nada sobre Gibraltar están dispuestos a tirar de navaja. O lo que sea. Insidiosos e instalados. Bueyes duendos de ojos romos más falsos que los denarios de Judas que sirven, están sirviendo, para comprar campos de Haceldama. Don Tarariri que te vi ese que gusta de enfocar el problema vasco y el catalán a su manera, ese don Cómodo de la triste figura y que pluma en ristre la moja no en tinta sino en vesania mejor estaba vendiendo libros en Moyano porque escribir no es lo suyo. Se cree Shakespeare o Dickens pero no es Zola ni Flaubert ni Cervantes ni Palacio Valdés. Es sólo la hermana San Sulpicio. Corniveleto ya digo y mucha leña por la cabeza. Le dicen el buey suelto y es un manso. Sus derrotes son peligrosos. ¿Qué dijo? Dijo:

     -   Ha blasfemado. Es un energúmeno. ¿Por qué? Por defender la unidad de España.

-        Yo voy a lo mío.

-        Ellos a lo suyo. Y nosotros a lo nuestro.

-         Son los de la estirpe tornadiza. Mala raza y peor baba. Se entienden con el bereber bajo cuerda, pero con sus carros de combate arrasan Gaza; pasan mensajes a los gudaris asesinos, sufragan el convite de catalanas   vendettas de la Campana de Huesca y tú, Verum, que siempre viste crecer la hierba, tiras de la manta y les coges en renuncio, sus improperios se escuchan en San Pedro Abanto, pasada la Fuencisla.

-        ¿Dónde estaba el ventorro?

-        Allí mismo. Donde invocábamos a Fray Jarro cuando éramos guajes y después de la novena entrábamos a tomar unos chatos y allí encontrábamos al Tío Loco con su mandil verde a rayas y cara de palo. En ese lugar bajo la parra que da sombra nos “mojábamos” a gusto viendo nadar a los peces del río creo que fui feliz si es que la felicidad existe en este perro mundo.

-        Pues había un letrero que a mí me hizo mucha gracia: más vale aquí dentro mojarse que enfrente ahogarse. Y enfrente pasaba el Eresma. No es que llevase mucha corriente pero sí la suficiente para dar la última aguadilla y máxime estando pedo.

-        Mucho os gusta el traguillo a los de Segovia.

-        Sanguis Christi inébriame. Sangre de Cristo. Laus tibi Deo que hace un mes que no te veo.

-        ¿Y el corpus?

-        Eso es otra historia. El Corpus es un monasterio de Claras donde ocurrió el milagro de la Catorcena. Allí estaba la sinagoga y allí fue el sacristán de San Facundo a entenderse con el rabí y le vendió a Cristo por treinta maravedíes de moneda forera.

-        Volver a empezar. Estamos en las mismas. ¿Pero no sería un invento de la propaganda antisemita de Goebbels? No hay datos fiables de que se produjese ese milagro. La iglesia de San Facundo hoy ha desaparecido ¡Pobrecillos! Dejadlos vivir en paz. Ellos son la sal de la tierra. Que se entiendan con los árabes. Y que la paz reine en el mundo. Shalom

-        Psé. Bueno pues echaron la hostia a un caldero de aceite hirviendo en son de mofa y de cachondeo, sacrílega tenida. Al freír será el reír y algunos se les heló en plena boca la carcajada.  Como era Jueves Santo querían hacer torrijas pero de repente entre el espanto de los presentes la sagrada forma empezó a subir y subir hasta el techo, abrió un boquete en la bóveda y cruzando los cielos las torres los puentes y los acueductos de la ciudad, yendo a descender por la Costanilla de los Desamparados hasta el convento de Santa Cruz. En una celda estaban sacramentando a un novicio dominico. La hostia se posó sobre los labios del moribundo y le sirvió de viático y tanto le sirvió que a los pocos días aquel desahuciado estaba como una rosa escribiendo latines y haciendo silogismos.

-        No me venga usted con historias morunas, Verumtamen. El convento de Santa Cruz era el mismo del que fue prior Torquemada. Deberían quemarlo. Y ya me estás cargando con el monotema. Ellos son el Pueblo elegido. Si maldices, te empajas a ti mismo. Escupes para arriba. Cuida de que no te caiga tu propio gargajo sobre los hombros.

-        Tiene un retablo muy bonito y allí han levantando una universidad privada. Cela fue el testaferro pero los dineros eran de la mafia. La misma que reconvierte nuestras viejas basílicas en discotecas, los conventos en campus y asfalta la costa al grito de “I ll buy you out” y con una buena mentalidad para los negocios. Jesús Gil cabalga de nuevo. Tiene muchos émulos el uxamense  que así se llamaba en la edad media a los de Burgo de Osma y donde como en Hervás  judíos los más.

-        A este paso las fiestas de Catorcena – el milagro del sacristán traidor y de la hostia por los aires – habrán de ser suprimidas por políticamente incorrectas. Incitan al odio étnico.

-        Ni mucho menos. Exalta el misterio de la Eucaristía. Cristo se quedó a morar con nosotros. ¿Eso les molesta?

-        No sé pero lo que sí está claro es que harán lo posible por quitarla. Debíamos organizar una rogativa o un acto de desagravio.

-        Ah como recuerdo aquellas verbenas, los bailes de candil bajo las hojas del almez de la Plaza de Muerte y Vida o en los Corrales del Cristo del Mercado. La fiesta iba por barrios y a cada parroquia le tocaba organizarla una vez cada dos septenados. O plazo para renovar las células. A mi que soy bautizado en San Millán me tocó una vez llevar los ciriales. Era ya un adolescente talludito de catorce años cumplidos.

-        Cuando volvió a pasar la ronda y el pasacalles tachin tachan chundara rá abandonaba la mocedad y emprendía la madurez. Estas fiestas eran el reloj biológico del pulso milenario de una ciudad que siempre se caracterizó por poner los paños al púlpito en loor a Jesús Sacramentado y aquí a la tarasca el Dia de la Minerva que es la octava del corpus la molemos a palos.

-        Bueno pues de hoy en un año.

-        Eso. Corpus Christi salva me. Ya sabes la bella oración que compuso san Ignacio verdaderamente un santo eucarístico para después de comulgar. Y sanguis Christi inébriame. Emborráchame con tu sangre Señor. Pues la verdad que yo pecador de mí la tomé demasiado ad pedem literae. Y a lo largo de mi existencia he atrapado algunas curdas. No me las doy de santo.

-        ¿Conoces la parábola del santo bebedor?

-        No. Ni falta que hace.

-        Y tanto pero quod scripsi, scripsi que dijo don Poncio Pilatos. Aquí de lo que se trata es de borrar la memoria o manipularla.

-        Ya.

No hay quien pueda con ellos. Son como gorriones o como trapenses disipados duro cacarear en el coro y picotear en el refectorio. Luego cencerrear por la Misa de Gallo. Han pasado dos generaciones. Seis papas descendieron al sepulcro. La estema de los años arrancó unos cabellos de tu frente y apenas ya si te puedes peinar a raya. Eres ya talludito y troncal, la curva de la felicidad  hasta convertirse en la peligrosa protuberancia de la ptosis, doble barbilla y tres papadas, enuncian tu llegada a la linde del carcamal por más que tu espíritu se proclame  joven talmente  como el de un misacantano.

 Ibas para canónigo y mira tú cómo todos estos te bieldan tu parva. Pero poco más. Te dieron una espada y quince talentos. ¿Los has empleado como dios manda? No sé, Señor. Aquí llego con mi barba cana y mi barriga. Algo atolondrado y gozoso pero impasible el ademán. Trato de guardar tus mandamientos. Te sigo en la distancia.

 Cuarenta y tantos años después y la vida sigue igual. Regreso a mi Alma Mater. La puerta verde está cerrada pero por encima del dintel hay un letrero en mármol gris y con caracteres desleídos que dice: “En esta Casa de la Compañía vivió el P. Lainez”. Era el hombre de confianza del Padre General que no se fiaba mucho de Ribadeneira el gallego que le hacía momos por detrás.

      -Había otro en el grupo de los primeros discípulos de San Ignacio: Polanco.

      -A ese que ni mentarlo. ¿Vale?

 El gran hastial de piedra gris. Por entre las socarrenas del muro de sillares alzan su melena desangelada matas de parietaria y el cardenillo se ceba sobre los tres bolinches que orlan la base y los lados del triangulo de la fachada. Se trata de una iglesia jesuítica no hay más que verla. Tan angular y biselada verdadera roca de Israel. Todas imitan al Giesú de Roma, en una de cuyas capillas nuestro padre general decía misas de tres horas y, arrobadizo, pues Dios le concediera el don de lágrimas, se anegaba en llanto y en devoción. ¿Por qué lloras, Ignacio? ¿Por los pecados de la vida pasada: caballero de Olmedo y por cortejar en Arévalo a la reina Germana? No. Lloro porque en este cuerpo pecador se ha manifestado la gracia. Cristo será el campeón. Y este mensaje de esperanza que plasma en piedra el monumento del Jesús romano transmigra a todos los templos que edificara la Orden desde su creación.

La acrotera impresionante promontorio tiene una disposición triangular en función de la espadaña que señala la recoleta plaza con una disposición triangular en función de la cruz de la espadaña - estilo herreriano neto y granito escurialense- que señala el cielo de la recoleta Plaza del Seminario que desemboca a través de un callejón frío y batido por todos los vientos en la de los Espejos y el palacio del Rey Impotente. Más allá la de San Martín que tiene delante del ábside un impresionante rincón medieval.

 Segovia ciudad mística y guerrera. Al fondo de la exedra se alza la estatua del Comunero, Bravo, dando sombra al escaparate de la tienda de Blas Carpintero el alfayate que me cosió la primera sotana. Me retrotraigo a las tardes solaneras del otoño: becas rojas y esclavinas al viento y un chusco bajo la hopalanda que teníamos hambre y cuando nos daban ganas de comer le pedíamos pan en los paseos a uno que llamaban Pénjamo y en lo alto la cabeza el bonete terceronado o juniorado según el curso académico del alumno. Este gorro en determinadas testas era bisunto. ¿Y tú qué me das, Nicolás? Te echarán del seminario y te darán la carta de despido en el trabajo pues no eres archivero colegiado ni tienes oposiciones ganadas ¡Siempre igual! Mucha democracia y muchos derechos humanos para los de fuera naturalmente pero laboralmente he sido siempre un apestado. ¡Dios las que me hicieron pasar! Siempre me he sentido un ciudadano de segunda mano.

 En este país de carnés lo que importa es tener un título. Es clasista como la madre que lo parió. Se iba a estudiar para ser, no para saber, y mi equivocación máxima que yo me comía los libros con este segundo propósito teniendo en cuenta de que la sangre si no entra con sangre al mismo sirve de purificación. Aprendíamos música coral y canciones viejas al compás de compasillo. No sé si éramos felices pero nos enseñaban el concepto de la disciplina desde un primer momento. El bonete se alzaba a compás, manos arriba, cuando nos cruzábamos con algún sacerdote. Los canónigos que acompañaban al deán don Fernando Revuelta o el cura de Santa Eulalia que deambulaba solo y era algo zambo quiero decir que andaba con los pies para adentro.

-        Aparca aquí.

-        No me da la gana. Buena la hiciste. Llenaste el tanque de diesel con gasolina y el auto se te quedó en medio de la autopista. Has jodido el coche.

-        De todas formas purgamos el motor y pude llegar a mi pueblo. Cuando vi desde Juarrillos la excelsa mole de la “aceitera” que así llamamos a la torre de la catedral mi alma se iluminó. Al ver esta escalera del cielo. La piedra se hace llama.

-         El cura de Santa Eulalia (y no me entretengas) se llamaba don Benito y caminaba escoltado por su madre, una tía y el ama que era una moza de buenas partes a la cual los coadjutores miraban de reojo y más de un cura la haría un favor, por soñar que no quede ¿De pensamiento también se peca? Pues sí parece que sí.

 El ama de llaves del cura de Santa Eulalia se llamaba Cirila y unos carnavales la cantaron la parrala bajo el alfeizar de su ventana. Sin embargo, pelillos a la mar. Recordemos que la iglesia siempre fue tolerante con todas estas flaquezas de la condición humana. Todos estos pensamientos se arremolinan tarde de julio polvareda del tiempo cuando salí a dar un paseo vera de ailantos y bajo la sombra relamida de una sofora bastante escuálida que adorna mi jardín. La mujer me arrancó una zarzamora pretextando ser un arto pero a mí me pone muy nervioso esto de que me arranquen mis flores.

Que en España por dicho de eso nadie puede decir que este cura no es mi padre. Había llegado hasta mi alma mater en una de las muchas peregrinaciones que dan impulso a mis días. No sabía qué hacer en mi urbanización. Tengo la patria dolorida y el alma en vilo. Volvamos a Segovia, me dije.

En verdad toda mi existencia ha sido un largo retornar hacia el pueblo en qué nací pero no me llevaba ningún propósito ni hoja de ruta. Sólo los mal trenzados recuerdos y el deseo del vino. No había perdido la fe en mi dios pero sí en cuanto me rodeaba. El presente y el ayer en mi memoria factual juegan al escondite. Por ejemplo, ahora estoy en Brennen Steinen pero quería retornar a Bridgehead. Más tarde en la oficina sentí el taedium vitae pero sigo teniendo ese amor al estudio, ese entusiasmo por la verdad y por todo lo bello, bueno y santo del mundo que se me inculcó en estas aulas complutenses. Unos recuerdos fueron buenos. Otros, malos. A ellos les debo mi vida y mi muerte. El guaje es “ansí”. Para lo bueno y para lo malo. Per intellectum ad Deum. No hay más cáscaras. Para mí Dios está encerrado en las páginas de un libro.

 Han puesto tras las cristaleras una verja de hierro verde que disuade a los del botellón y un poco más tarde me transfiguro al adolescente que fui. Al curilla retorno que fui. Mediados de los cincuenta cuando el día de San Frutos el sastre carpintero me trajo la primera sotana. La mía me aguardaba en un banco de madera de los tránsitos. Ponerme aquella prenda por primera vez me hizo mucha ilusión creo que no dormí aquella noche y me tiré, cuando llegó la mañana, de un brinco ilusionado al primer toque de campana. Yo me sentía alguien importante.

Crecí en medio de una sociedad que consideraba a los obispos y a los generales como el Súmmum bonum. Todo un ideal de vida: o la milicia o la cruz.

 Aquella sotana recién confeccionada por Blas Carpintero, aquel sastre judío que tenía una gran nariz un sello de oro y una manera de tocar que no te molestaba cuando te tomaba medidas por la pernera apunta nene y una mujer gordísima que abultaba por tres de él no sé como se las apañarían en la cama, me puso en el camino de las estrellas. Per aspera ad astra. Un dicho muy cierto porque en aquel caserón del siglo XVII las pasé canutas. Me había propuesto ser santo. En el bolsique del guardapolvos llevaba un cuentapecados,  una especie de rosario, que servía para contar las faltas o las transgresiones al Reglamento. O las jaculatorias que decías en voz baja por el camino. No resistir a la tentación de beber un vaso de agua cuando se tenía sed por ejemplo era una falta.

Por la Cuesta La Fuencisla bajo los álamos centenarios y cerca del convento de Santa domingo de bella y juvenil labra neogótica nos cruzábamos en aquellos deambulatorios de los jueves por el invierno con el arcipreste de Zamarramala. Parece que le estoy viendo algo miracielos tieso como un palo y morando por lejanías. Le hacíamos el hilo y bonetes arriba haciendo honor a las prescripciones del código de urbanidad eclesiástica que era libro de texto bajo el lema de ad educandos discípulos le saludamos desbocándonos. Algunas de estas prescripciones eran algo rancias pero otras me han servido para demostrar a muchos cafres mi buena crianza. Hoy este convento que yo conocí hospicio es una importante universidad de pago y de mucho tronío. Que Fr. Tomás de Torquemada fuese prior de este convento de dominicos y de que Domingo de Soto fuese padre maestro de novicios ya es un tanto. Torquemada no tiene estatua. Domingo Soto, el martillo de herejes de Trento, sí. Pero la han decapitado varias veces. Se conocen que quieren mandarlo a la toza en efigie.

-        Una gamberrada.

-        Ni mucho menos, una judiada. En mi pueblo nos conocemos todos y aquí donde se dijo del judío la maula queda bastante memoria histórica. Así que juntos pero no revueltos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. ¿Me entiendes?

-        No me digas más. Ya estamos. Mira que eres pesado. Esta judeofobia tuya, por más que entendible, pues eres más terco que una mula aragonesa, no te lleva a ninguna parte. A veces, sueltas por esa boquita majaderías en cantidad y muchos desatinos.

-        Llevas razón, Quosquetandem, maldecir de los judíos es tirar piedras contra tu propio tejado. Parce mihi, Domine. Dios salve a Israel.

-        Contradictorio eres, Verum, como todo buen judío.

El bueno de don Jesús que debía de tener lo menos ochenta años pero que se movía con el garbo de un misacantano se fatigaba algo y acostumbraba a descansar en el berrueco que le sirvió de almohada a sus beatas posaderas a san Juan de la Cruz cuando subía a confesar a la Santa en el convento de San José justo por detrás de los Jardinillos de San Roque. Y ésta  decía porque les criticaban y había murmuraciones en la ciudad por tan largo tiempo en el confesionario: “De Segovia ni el polvo de los zapatos” y se sacudía el calzado al abandonar la ciudad por la Puerta del Sol.

-        Buenas tardes tenga usted.

-        Vayan en paz de buena quiete los seminaristas.

El cura de Zamarramala  hablaba bien y predicaba mejor. Tenía el mirar huido tras los lupos de concha y a veces apestaba a aguardiente que echaba para atrás pero no las cogía lloronas ni era hombre que tuviera mal vino. Sus cogorzas eran hieráticas y solemnes por lo general. No daba escándalos aunque algunas veces lo vieron acometer la subida a La Lastrilla haciendo eses. Creo que era de un pueblo que llaman San Pedro De Gaillos que guarda entre sus costumbres una danza ancestral ibera que llaman el paloteo. Como el tío Tocino.

-        ¡Cómo atacaba la caja aquel buen hombre! ¡Qué dedos!  

-        ¿Y al Agapito Marazuela lo conociste?

-        Sí, precisamente bajo la sombra de un chaparro que había en la puerta del ventorro de San Pedro Abanto. Estaba tomándose un jarrillo con el padre de Julián García un amigo mío.

-        Pues conociste al último juglar de  Castilla la Vieja.

-        Ya lo creo

Tengo grabado el sonar limpio de la dulzaina mora en las mañanas claras de primeros de verano por las fiestas de San Pedro. La arrebolada. Era como un canto sagrado. Algo mágico como las fiestas de la Catorcena que nos arrebataron.

-        El buen tintorro no nos lo quitarán.

-        No sé que quieres que te diga. Esto está cambiando mucho y me parece que para mal.

Pues al querido don Jesús que todos los días se andaba veinte kilómetros así estaba él delgado como un palo y derecho igual que un huso y se bebía media cantara le abultaba algo siempre debajo de los manteos. Era la botella. Cuando llegaba al Columba a tomar café con unos canónigos ya se había metido un litro entre pecho y espalda y en el viaje de regreso otro tanto. ¡Pobrecillo!  Era un alcohólico. Más. Otro sombrerazo.

-        ¿Qué va a ser, señor arcipreste preguntaba el pincerna del Columba el que estaba en los reales de lo que fue iglesia del mismo nombre a la sombra de los arcos del Azoguejo.

-        Ponme un sol y sombra, hijo.

-        In vino veritas.

Pero ya digo el cura de Zamarramala era un borracho muy digno. Bajaba por la pendiente con la teja de cachemira en su sitio aunque a veces buscase la querencia de las tapias de la Casa de la Moneda para exonerar su vejiga. O lo otro que como dijo el otro el buen morapio te hará cagar y por eso diz que el Vega Sicilia cura todas las enfermedades al llevarse los malos humores para allá. Así y todo era la comidilla de toda la ciudad y en una ocasión cuando su empinar el codo fue a más el obispo don Daniel Llorente de Federico me acuerdo del nombre de mi obispo con el mismo orgullo con que algunos veteranos recuerdan el nombre del coronel de su regimiento cuando eran sorches le retiró las letras dimisorias. Suspensión a divinis y el bueno de don Jesús no podía decir misa ni consagrar a Dios. Se trataba de medidas cautelares que duraban menos de  una cuaresma pues don  Daniel que era recto pero de muy buen corazón siempre le amnistiaba llegada la Pascua de Flores. Tampoco habrá que echar en el olvido que don Jesús era un hombre muy caritativo. Todo lo daba. No vivía con manceba ni ama ni dios que lo fundó y durante los aciagos días de la guerra civil fue el pararrayos de muchos furores. A muchos rogelios les sacó de la cárcel o de la tapia del mismo paredón. ¿Creen que se lo agradecieron? Pues no. Vivimos en un país de rencores decía Unamuno. Era un cura muy servicial pero tenía ese defecto o esa debilidad por el traguillo. Y eso aquí no se perdona.

Su sombra se me aparece cuando doblo la esquina de la Plaza El Seminario. Es un fantasma eucarístico que me recuerda las catorcenas de aquellos días. Verbena y parranda y en la sacristía buen jerez rosquillas de palo y algún soplillos. Entonces al acabar de aquella terrible guerra los españoles éramos como más fraternos y bienquistos. Nos sentíamos perteneciendo a un grupo o dentro de un redil. Verdaderamente aquellas catorcenas de la solidaridad y del paloteo eran algo mágico. Me traen a la memoria tiempos de perdón. ¿Cómo se explica ese trastorno?

 Yo me explico y yo me entiendo y dios me entiende. Nos hemos vuelto adoradores de Baal. Y hemos cambiado de religión, hemos renegado de nuestra patria, de nuestros valores, de nuestra fe, del amor al hermano y allí donde antes se leía Caridad hemos puesto filantropía o solidaridad. Estamos instalados en la cultura de la queja y en el sofá de don Comodón. Y ahí nos las den todas. Y nos las van a dar y en un carrillo no tardando mucho. Hemos sacado a Jesús del sagrario como a un príncipe destronado y en su lugar hemos puesto grandes carteles de palabras vacías: Derechos Humanos, Solidaridad, Memoria Histórica. La iglesia está vacía y el ara sin los huesos santos y los púlpitos mediáticos se nos han llenado de demagogos. A eso es lo que nos conduce reemplazar el dogma de la crucifixión por el supuesto contendible del holocausto. Y estos demócratas de pacotilla se cabrean y te lanzan anatemas cuando les sacas los colores y les coges en un renuncio. Si no haces nada por defender tu patria y tu nación entonces no tienes derecho a quejarte mamón de que te la invadan los forasteros aunque en Segovia ya digo todos nos conocemos y llamamos a las cosas por su nombre y sabemos por dónde van los tiros y de dónde viene la cosa.

Tarari que te vi. Continuará la historia. Por favor, no se sulfuren.

 

 ATRESMAR HACES EMBALAR PACAS DE LA PAJA DEL PASADO

 

Anduvimos sedientos

De letras de molde

El morbo de las imprentas

Nos apañó

Una borrachera de tinta

Danza de los malditos

Published and be damned

Vanidad de vanidades

Trillar la parva

Dar los haces al carro

Atresnalarlos en la era

De tres en tres o cuatro en cuatro

Vino el tiempo de recolección

Se apedrea la cosecha

Anafrodisia del amor

Nos quedamos sin ganas

Vamos al doctor

Epularios recetas y pastillas

No valen para nada

Sigue la desgana en los cojones

La vida nos causa desgana

Trae acá, Mari, la cimelia

Todo está escrito

En el libro rosa

Eres un poeta cautivo

Sigue en tu reportación

Serenidad, moderación

Te duele el pasado

No fuiste a tu boda

Banquetes y repocias

No se celebran ya

Quebró el puchero

Ellos portan el virgo

De tu novia en procesión

Huele la campiña a reseda

Ayer vi la primera golondrina

Vuelan los vilanos

Para celebrar de Xto.

La resurrección