PENSIONISTAS
Los banqueros son al sistema partitocático lo que la cuerda al ahorcado. Tenemos lo que nos merecemos y hay que piropear al verdugo qué dedos tan finos son los que dios le ha dado, majestad. Apriete un poco más el dogal. Pensionistas pensioneros y prisioneros de su mala suerte que quisieron enmendarle la plana por sus injusticias a un sistema que desconoce el derecho de réplica pensionados sopistas paniaguados, aquí siempre se buscó la querencia de una canonjía o de una prestamera por aquello de Iglesia Mar o Casa Real y claro está pagábamos justos por pecadores.
Una cuerda de seda oiga para un ahorcado piden. Son tan mortíferas como las de sargo y esparto pero vivimos tiempos de grandes eufemismos. El personal tiene verdadera aversión a decir las cosas a la castellana, una lengua magnifica pero en precario por culpa de tanto mercachifle tanto corrupto y sobornado. Abunda el soplapollas que tiene sólo complejos porque no sabe bien el inglés.
Ya se sabe, los gobiernos pasan, los partidos vienen y van, la corrupción permanece y sólo quedan los que chaquetean y los vividores. Pues eso, de niño fui mantista, luego periodista y servidor de la verdad, más tarde me hicieron funcionario. Traté de ponerme a disposición del bien común, porque uno es altruista y tiene vocación de prestación asistencial pero hube de escuchar no pocas sandeces de los sandios de los envidiosos de los trepas y de los que no tienen otra patria que su pellejo. Cuando venían mal dadas, resulta que la culpa de los males del país la teníamos los funcionarios. Ahora la monserga ha pasado a los de las clases pasivas.
Eso rodeaba de un halo de angustia a mi trabajo en el que hube de soportar carros y carretas, exabruptos, arbitrariedades, postergaciones, exilio. Dijeron tú a los pasillos y me fui a pasillos sin rechistar. En el turno de tarde había una mujer de la limpieza, que se decía de la UGT, que me insultaba, que se metía conmigo y había una conserja rubia de Zamora, a la que decían la Hortensia, trocó la mopa por el uniforme de ujier, y no le cabía un piñón por el culo, el pelo de estropajo y fea como los esperpentos de Valle y entre estas dos prójimas me hicieron la vida imposible. Mandaba más en Cultura una fregona que la ministra.
Pero era la España que quiso construir el gran Filipo el que destruyó la administración porque era una cosa sagrada que trajo Franco y aquello era la guerra. Eras hombre, eras un enemigo de los reviragos. Gracias a dios que no todas las mujeres eran igual. Pepi que se parecía un poco a la Virgen María, una santa laica, me salvó de las garras de estas hienas. Y conseguí mi objetivo de jubilarme pero no creo que vaya a ser mi jubilación tranquila. Ahora nos llaman viejos y tenemos la culpa de todos los males del país. Quieren que nos muramos. Que hagamos mutis por el foro. Qué bien vives, tío, y tú qué sabes.
En esta sociedad desapoderada, colmada de su propio ego y que marcha hacia la destrucción embalada en su frenesí totalitario con visos de liberal, donde tanto se cacarea de derechos humanos y se programa de abyecto todo el lenguaje que dicen machista ha habido frase que me recuerdan a los campos de Auschwitz, un lenguaje sacrílego, no un argumento ad hominem sino contra el hombre y su dignidad. Eres anciano pues al horno crematorio. Herrera en la onda. Más chulo que un ocho el tío, ha colocado a su mariló en la tele y para Gema Ruiz la mujer o la querida de Cascos la han encontrado un puesto junto a un micrófono, dádivas quebrantan peñas, favores y bicocas, no hay que estudiar una carrera de periodismo para que te dan trabajo, basta con acostarte con un prócer. Debe de ser el síndrome de Cenicienta que vía Belén Esteban tiene agarrotado al país.
Ese signo de corrupción y de arbitrariedades desde mi punto de vista es mucho más grave que el que a los jubilatas nos arrebaten unos cuantos eurillos de nuestra pensión. Descuida que a Botín y a los políticos que se van a su casa con contratos blindados no les afecta la movida. Se explota el nombre, émulos que somos de Erostrato, pero sobre todo se explota la percha. Todos los feos y los viejos al horno crematorio.
Parece que es un delito el haber alcanzado a cumplir los 65 y dicen cómo podremos aguantar las cargas de tanto viejo que cobra sus buenos duros. Sobre el tapete la envidia del diablo y por eso está España de un humor de diez mil pares de diablos. En el fondo de estas manifestaciones a pelo uno cree intuir el deseo de los nazis de eliminar a todos los enfermos mentales, a los viejos a los tarados. Eugenesia se llama ese procedimiento. No cabría esperar otra cosa de un sistema que da todas sus aprobaciones al aborto de los neonatos y con las mismas le administra la píldora del día después a la nena que se divirtió con su novio o con cualquiera el fin de semana para pasar luego a aplicar la inyección letal de la eutanasia al vejestorio o al enfermo desahuciado. Es el corolario, la conclusión lógica de los que adoran a Baal. A Moloch y a Mercurio. No hay moral, sólo la de conveniencia, no tenemos ética. Una sociedad descristianizada que ha sustituido la fe en la Redención y el perdón por el de la Revancha y el Holocausto. De modo que los que mangonean las urnas y las horcas caudinas son los bancos. Son la cuerda y la sombra que se mece siniestra sobre la rama del árbol del ahorcado. Obama quiere meterles mano. No sé si lo conseguirá. Y ahí está doña ESPE con su cara de pepona luciendo un nuevo modelito de la mano del nuevo amo de la caja. Don Rodrigo Rato. Creo que es asturiano pues vaya nombre. En bable quiere decir coño. Pero España es el coño o el ratu de la Bernarda. Todos somos funcionarios. Todos somos pensionistas. Hemos vivido unos años de debacle y estas han sido las cuentas del gran capitán. Ahora los que van a pagar el pato de tanto desafuero son los pobres jubilatas. ¡Qué pais Miquelarena!
viernes, 29 de enero de 2010
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