2017-05-22








SIN EL CULTO A LAS RELIQUIAS NO ES POSIBLE LA RELIGIÓN CRISTIANA

 

Cristo habla al corazón y al perdón. Menos, a la razón cerebral.

Hoy los rusos celebraron la fiesta de san Nicolás de Mirna Nicolás glorioso el que salvó a tres doncellas pobres de caer en la prostitución, con una pontifical de campanillas celebrada por el patriarca Cirilo en la catedral moscovita de Cristo Redentor .

Siempre tuve a gala a fuer de ser acusado de fetichista de venerar a las imágenes (soy incapaz de dormirme sin apretar las cuentas de un rosario) y creo que una gracia especial se difunde misteriosamente de los huesos de los santos, de los libros que usaron, las sotanas que vistieron, o el cordón franciscano de san Antonio. El culto a las reliquias se extendió por toda Europa después de las persecuciones de los emperadores romanos y sobre todo a partir de las Cruzadas. Santa Elena aquella inglesa que nació en York fue la responsable al descubrir la cruz donde fue ajusticiado el Señor en la montaña del Calvario de esta veneración tan crédula e inocente pero que dio pábulo a abusos inconfesables.

En Alemania desde el pulpito fulminaba Lutero tal devoción mofándose de la esposa de Constantino. Decía que con las astillas de la cruz esparcidas y encontradas por Europa pudiera repoblarse en Alemania bosques enteros de la Selva Negra.

Sin embargo, a los sencillos que creen conviene advertirles la frase del Evangelio "tu fe te ha salvado" como consigna. Es el argumento que esgrimían los iconoclastas de Oriente y una secta de los iconoclastas egipcios desembocó en el credo mahometano. Las quirotecas (urnas de los huesos santos) adornadas de plata y oro rubíes y otros metales preciosos instigaron el espíritu artístico de las catedrales españolas. Se guardan en las sacristías objetos personales y memorabilia de mártires olvidados, de confesores de la fe, de vírgenes que defendieron su castidad frente al tirano, de santos taumaturgos que pasaron por la vida haciendo milagros.

Es creencia devota que yo profeso firmemente de que del contacto con estos objetos emana una fuerza que no se ve pero que está ahí. Y a eso se le llama filocalía: amor a la hermosura de Dios, a su fuerza, a su amor.

 Esta belleza de la naturaleza divina es lo que vuelve a ser humano trascendente que lucha contra la Bestia y necesita de apoyos mediante la intercesión divina. Pendemos de un hilo. Nos colgaron del vacío pero Dios no nos abandona aunque parezca que está lejos.  

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