2020-05-16


MARGARITAS A LOS CERDOS M. PELAYO SABERES LIBRESCOS

No es lícito echarle margaritas al duerno de los cerdos. Está pasando. No salimos del albañal de la inmundicia por nuestros pecados. Hispania peccatrix. Ya lo dije mas no hacen caso. Andan a su bola y yo a lo mío. Virus does not relent. No en valde andamos sumidos bajo la montaña de la palabrería engañosa. Amenazas por arriba. Conminaciones por abajo. Pilatos se seguirá preguntando quid est veritas. Una palabra que empavorece a los judíos. Jerusalén sigue apedreando y sacándole los ojos a sus profetas. Los sacerdotes de la palabra subimos escupidos y bajo los golpes del látigo por las cruces de la Vía dolorosa. Crucificaron a Cristo, a Isaías le sacaron los ojos y a Menéndez y Pelayo le mandó una catalana sacar al patio su estatua leyente. Ando desde entonces ensimismado como el doncel de Sigüenza y he sido como Enrique el Doliente. Escribiendo y soñando sin decoro y sin falta de quorum. Escupido y apaleado igual que don Marcelino que era un gran funcionario, llevaba a la patria española dentro del corazón. por eso lo crucificaron. vuelvo sobre sus libros. los heterodoxos me miran de soslayo subiendo por el retablo de la novela picaresca y de los místico y alumbrados. Es la quiroteca o relicario donde se guardan los tesoros de la lengua castellano que todos estos olvidaron. No quieren saber nada. Son analfabetos. No quieren jefes ni staretz. Mirando atrás sin ira me doy cuenta e lo duro que fue todo esto remando a ciegas sin tiento en medio de la galerna. Las barbas de las olas de una mar aborrascada me invitaban al abismo. Me negué a ir con ellas. No quería suicidarme. Me colgué después de las ramas del árbol opulento y lo mejor fueron los siete meses que pasé en Alcalá. Volví al redil de mis sueños y de mis esperanzas. La mar que todo lo quita y todo lo da me devolvió a la playa de los náufragos. Hacía sol y soplaba brisa. Hundía mis pies en los médanos. Los enciclopédicos luchaban contra los tradicionalistas. La misma cantinela de siempre y yo me refugié y calenté mi cuerpo aterido con una botella de aguardiente en ca Calito al borde mismo de las olas. Se me pasó la tiritona. Parecía un geodesta varado que venía del otro lado del Atlántico. Di de mano a mis amores, pero no renuncié a mis sueños españoles. La patria fue siempre para mi un sacramento y honré a los héroes a Villamil, Cervera y Suances. Salvamos el honor en el Caribe frente al almirante Siumpson un terrorista que consumó con la voladura del Maine el primer atentado. Allá en Cuba enterramos nuestros amores a sabiendas de que otro 98 mucho peor que el primero aguardaba. Unos judíos colocaron cargas de profundidad en la nave española. Voló toda la santabárbara. Después vinieron los sofistas a dar explicaciones. Don Marcelino aquel gran sabio ya nos lo advirtió: “So color de progreso y de europeización se ha ido secando el germen de la vida de la patria; se agotaron las fuentes de la vida espiritual de nuestro pueblo” palabras escritas al tomar posesión de la Biblioteca Nacional aquel 4 de julio de 1898. Hogaño al cabo de más de un siglo seguimos en las mismas

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