LA CATORCENA ES ALGO MÁGICO
Antonio Parra
Yo te di una espada(I gave you a sword). Gracias por eso, Señor. The word and the sword. Palabras y espadas y en ese empeño seguimos lansquenetes de la
palabra retornando al Alma Mater. Vientos de profecía. Entierrate grano. Mañana
serás espiga. El viento de la historia a veces huracán otras brisa pasa página
¿Los ves? En un pocillo les estás dando de comer. Cuando ellos van tú ya
regresas. Ponen el grito en el cielo. Nietos de los fariseos se rasgan la
camisa, hacen trizas las filacterias. Se proclaman demócratas y abanderados del
contraste de pareceres pero la fortuna te guarde de pisarles un callo. Dices
que recurres a la descalificación y el insulto cuando son precisamente ellos
que carecen del sentido del humor los que te están insultando.
Otros porque les cantas las
verdades del Barquero y tú se las dices al lucero del alba, sin ir más lejos al
propio Fraga cuando te vedó prohibir sobre Gibraltar están dispuestos a tirar
de navaja. O lo que sea. Insidiosos e instalados. Bueyes duendos de ojos romos
más falsos que los denarios de Judas que sirven, están sirviendo, para comprar
campos de Haceldama. Don Tarariri que te vi ese que gusta de enfocar el
problema vasco y el catalán a su manera, ese don Cómodo de la triste figura y
que pluma en ristre la moja no en tinta sino en vesania mejor estaba vendiendo
libros en Moyano porque escribir no es lo suyo. Se cree Shakespeare o Dickens
pero no es Zola ni Flaubert ni Cervantes ni Palacio Valdés. Es sólo la hermana
San Sulpicio. Corniveleto ya digo y mucha leña por la cabeza. Le dicen el buey
suelto y es un manso. Sus derrotes son peligrosos. ¿Qué dijo? Dijo:
- Ha blasfemado. Es un energúmeno.
¿Por qué? Por defender la unidad de España.
·
Yo voy a
lo mío.
·
Ellos a
lo suyo. Y nosotros a lo nuestro.
·
Son los
de la estirpe tornadiza. Mala raza y peor baba. Se entienden con el bereber
bajo cuerda, pero con sus carros de combate arrasan Gaza; pasan mensajes a los
gudaris asesinos, sufragan el convite de catalanas vendettas de la Campana de
Huesca y tú, Verum, que siempre viste crecer la hierba, tiras de la manta y les
coges en renuncio, sus improperios se escuchan en San Pedro Abanto, pasada la
Fuencisla.
·
¿Dónde
estaba el ventorro?
·
Allí
mismo. Donde invocábamos a Fray Jarro cuando éramos guajes y después de la
novena entrábamos a tomar unos chatos y allí encontrábamos al Tío Loco con su
mandil verde a rayas y cara de palo. En ese lugar bajo la parra que da sombra
nos “mojábamos” a gusto viendo nadar a los peces del río creo que fui feliz si
es que la felicidad existe en este perro mundo.
·
Pues
había un letrero que a mí me hizo mucha gracia: más vale aquí dentro mojarse
que enfrente ahogarse. Y enfrente pasaba el Eresma. No es que llevase mucha
corriente pero sí la suficiente para dar la última aguadilla y máxime estando
pedo.
·
Mucho os
gusta el traguillo a los de Segovia.
·
Sanguis Christi inébriame. Sangre de Cristo. Laus tibi Deo que hace un mes que no te veo.
·
¿Y el
corpus?
·
Eso es
otra historia. El Corpus es un monasterio de Claras donde ocurrió el milagro de
la Catorcena. Allí estaba la sinagoga y allí fue el sacristán de San Facundo a
entenderse con el rabí y le vendió a Cristo por treinta maravedíes de moneda
forera.
·
Volver a
empezar. Estamos en las mismas.
·
Psé.
Bueno pues echaron la hostia a un caldero de aceite hirviendo en son de mofa y
de cachondeo sacrílega tenida. Al freír será el reír y algunos se les heló en
plena boca la carcajada. Como era Jueves Santo querían hacer torrijas pero de
repente entre el espanto de los presentes la sagrada forma empezó a subir y
subir hasta el techo, abrió un boquete en la bóveda y cruzando los cielos las
torres los puentes y los acueductos de mi querida ciudad fue a descender por la
Costanilla de los Desamparados hasta el convento de Santa Cruz. En una celda
estaban sacramentando a un novicio dominico. La hostia se posó sobre los labios
del moribundo y le sirvió de viático y tanto le sirvió que a los pocos días
aquel enfermito desahuciado estaba como una rosa escribiendo latines y haciendo
silogismos.
·
No me
venga usted con historias morunas, Verumtamen. El convento de Santa Cruz era el
mismo del que fue prior Torquemada. Deberían quemarlo.
·
Tiene un
retablo muy bonito y allí han levantando una universidad privada. Cela fue el testaferro
pero los dineros eran de la mafia. La misma que reconvierte nuestras viejas
basílicas en discotecas, los conventos en campus y asfalta la costa al grito de
“I ll buy you out” y con una buena mentalidad para los negocios. Jesús
Gil cabalga de nuevo. Tiene muchos émulos el uxamense que así se llamaba en la
edad media a los de Burgo de Osma y donde como en Hervás judíos los más.
·
A este
paso las fiestas de Catorcena – el milagro del sacristán traidor y de la hostia
por los aires – habrán de ser suprimidas por políticamente incorrectas. Incitan
al odio étnico.
·
Ni mucho
menos. Exalta el misterio de la Eucaristía. Cristo se quedó a morar con
nosotros. ¿Eso les molesta?
·
No sé
pero lo que sí está claro es que harán lo posible por quitarla. Debíamos
organizar una rogativa o un acto de desagravio.
·
Ah como
recuerdo aquellas verbenas, los bailes de candil bajo los almeces de la Plaza
de Muerte y Vida o en los Corrales del Cristo del Mercado. La fiesta iba por
barrios y a cada parroquia le tocaba organizarla una vez cada dos septenados. O
plazo para renovar las células. A mi que soy bautizado en San Millán me tocó
una vez llevar los ciriales. Era un niño cumplidos los catorce. Cuando volvió a
pasar la ronda y el pasacalles tachin tacha chundara rá abandonaba la mocedad y
emprendía la madurez. Estas fiestas eran el reloj biológico del pulso milenario
de una ciudad que siempre se caracterizó por poner los paños al púlpito en loor
a Jesús Sacramentado y aquí a la tarasca el Dia de la Minerva que es la octava
del corpus la molemos a palos.
·
Bueno
pues de hoy en un año.
·
Eso.
Corpus Christi salva me. Ya sabes la bella oración que compuso san Ignacio
verdaderamente un santo eucarístico para después de comulgar. Y sanguis Christi
inébriame. Emborráchame con tu sangre, Señor. Pues la verdad que yo pecador de
mí la tomé demasiado ad pedem literae. Y a lo largo de mi existencia he
atrapado algunas curdas. No me las doy de santo.
·
¿Conoces
la parábola del santo bebedor?
·
No. Ni
falta que hace.
·
Y tanto
pero quod scripsi scripsi que dijo don Poncio Pilatos. Aquí de lo que se
trata es de borrar la memoria o manipularla.
·
Ya.
No hay quien pueda con ellos. Son
como gorriones o como trapenses disipados duro cacarear en el coro y picotear
en el refectorio. Luego cencerrear por la Misa de Gallo. Han pasado dos
generaciones. Seis papas descendieron al sepulcro. La estema de los años
arrancó unos cabellos de tu frente y apenas ya te puedes peinar a raya. Eres ya
talludito y troncal, la curva de la felicidad hasta convertirse en la peligrosa
protuberancia de la ptosis, doble barbilla y tres papadas, enuncian tu llegada
a la linde del carcamal por más que tu espíritu se proclame joven talmente como
el de un misacantano.
Ibas para canónigo y mira tú cómo
todos estos te bieldan tu parva. Pero poco más. Te dieron una espada y quince
talentos. ¿Los has empleado como dios manda? No sé, Señor. Aquí llego con mi
barba cana y mi barriga. Algo atolondrado y gozoso pero impasible el ademán.
Trato de guardar tus mandamientos. Te sigo en la distancia.
Cuarenta y tantos años después y
la vida sigue igual. Regreso a mi Alma Mater. La puerta verde está cerrada pero
por encima del dintel hay un letrero en mármol gris y con caracteres desleídos
que dice: “En esta Casa de la Compañía vivió el P. Lainez”. Era el hombre de
confianza del Padre General que no se fiaba mucho de Ribadeneira el gallego que
le hacía momos por detrás.
-Había otro en el grupo de los
primeros discípulos de San Ignacio: Polanco.
-A ese que ni mentarlo. ¿Vale?
El gran hastial de piedra gris. Por
entre las socarrenas del muro de sillares alzan su melena desangelada matas de
parietaria y el cardenillo se ceba sobre los tres bolinches que orlan la base y
los lados del triangulo de la fachada. Se trata de una iglesia jesuítica no hay
más que verla. Tan angular y biselada verdadera roca de Israel. Todas imitan al
Giesú de Roma en una de cuyas capillas nuestro padre general decía misas de
tres horas y arrobadizo pues Dios le concediera el don de lágrimas se anegaba
en llanto y en devoción. ¿Por qué lloras, Ignacio? ¿Por los pecados de la vida
pasada: caballero de Olmedo y por cortejar en Arévalo a la reina Germana? No.
Lloro porque en este cuerpo pecador se ha manifestado la gracia. Cristo será el
campeón. Y este mensaje de esperanza que plasma en piedra el monumento del
Jesús romano transmigra a todos los templos que edificara la Orden desde su
creación. La acrotera impresionante promontorio tiene una disposición
triangular en función de la espadaña que señala la recoleta plaza tiene una
disposición triangular en función de la cruz de la espadaña - estilo herreriano
neto y granito escurialense- que señala el cielo de la recoleta Plaza del
Seminario que desemboca a través de un callejón frío y batido por todos los
vientos en la de los Espejos. Más allá la de San Martín que tiene delante del
ábside un impresionante rincón medieval.
Segovia ciudad mística y guerrera.
Al fondo de la exedra se alza la estatua del Comunero Bravo dando sombra al
escaparate de la tienda de Blas Carpintero el alfayate que me cosió la primer
sotana. Me retrotraigo a las tardes solaneras del otoño: becas rojas y
esclavinas al viento y un chusco bajo la hopalanda que teníamos hambre y cuando
nos daban ganas de comer le pedíamos pan en los paseos a uno que llamaban
Pénjamo y en lo alto la cabeza el bonete terceronado o juniorado según el curso
académico del alumno. Este gorro en determinadas testas era bisunto. ¿Y tú qué
me das, Nicolás? Te echarán del seminario y te darán la carta de despido en el
trabajo pues no eres archivero colegiado ni tienes oposiciones ganadas ¡Siempre
igual! Mucha democracia y muchos derechos humanos para los de fuera
naturalmente pero laboralmente he sido siempre un apestado. ¡Dios las que me
hicieron pasar! Siempre me he sentido un ciudadano de segunda mano.
En este país de carnés lo que
importa es tener un título. Es clasista como la madre que lo parió. Se iba a
estudiar para ser no para saber y mi equivocación máxima que yo me comía los
libros con este segundo propósito teniendo en cuenta de que la sangre si no
entra con sangre al mismo sirve de purificación. Aprendíamos música coral y
canciones viejas al compás de compasillo. No sé si éramos felices pero nos
enseñaban el concepto de la disciplina desde un primer momento. El bonete se
alzaba a compás manos arriba cuando nos cruzábamos con algún sacerdote. Los
canónigos que acompañaban al deán don Fernando Revuelta o el cura de Santa
Eulalia que deambulaba solo y era algo zambo quiero decir que andaba con los
pies para adentro.
·
Aparca
aquí.
·
No me da
la gana. Buena la hiciste. Llenaste el tanque de diesel con gasolina y el auto
se te quedó en medio de la autopista. Has jodido el coche.
·
De todas
formas purgamos el motor y pude llegar a mi pueblo. Cuando vi desde Juarrillos
la excelsa mole de la “aceitera” que así llamamos a la torre de la catedral mi
alma se iluminó. Al ver esta escalera del cielo. La piedra se hace llama.
·
El cura
de Santa Eulalia (y no me entretengas) se llamaba don Benito y caminaba
escoltado por su madre, una tía y el ama que era una moza de buenas partes a la
cual los coadjutores miraban de reojo y más de un cura la haría un favor por
soñar que no quede ¿De pensamiento también se peca? Pues sí parece que sí.
El ama de llaves del cura de Santa
Eulalia se llamaba Cirila y unos carnavales la cantaron la parrala bajo el
alfeizar de su ventana. Sin embargo, pelillos a la mar. Recordemos que la
iglesia siempre fue tolerante con todas estas flaquezas de la condición humana.
Todos estos pensamientos se arremolinan tarde de julio polvareda del tiempo cuando
salí a dar un paseo vera de ailantos y bajo la sombra relamida de una sofora
bastante escuálida que adorna mi jardín. La mujer me arrancó una zarzamora
pretextando ser un arto pero a mí me pone muy nervioso esto de que me arranquen
mis flores.
Que en España por dicho de eso
nadie puede decir que este cura no es mi padre. Había llegado hasta mi alma
mater en una de las muchas peregrinaciones que dan impulso a mis días. No sabía
qué hacer en mi urbanización. Tengo la patria dolorida y el alma en vilo. Volvamos
a Segovia, me dije.
En verdad toda mi existencia ha
sido un largo retornar hacia el pueblo en qué nací pero no me llevaba ningún
propósito ni hoja de ruta. Sólo los mal trenzados recuerdos y el deseo del
vino. No había perdido la fe en mi dios pero sí en cuanto me rodeaba. El
presente y el ayer en mi memoria factual juegan al escondite. Por ejemplo,
ahora estoy en Brennen Steinen pero quería retornar a Bridgehead. Más tarde en
la oficina sentí el taedium vitae pero sigo teniendo ese amor al
estudio, ese entusiasmo por la verdad y por todo lo bello, bueno y santo del
mundo que se me inculcó en estas aulas complutenses. Felices se apiadan den la
memoria los Hijos de San Ignacio. Unos recuerdos fueron buenos. Otros, malos. A
ellos les debo mi vida y mi muerte. El guaje es “ansí”. Para lo bueno y para lo
malo. Per intellectum ad Deum. No hay más cáscaras. Para mí Dios está encerrado
en las páginas de un libro.
Han puesto tras las cristaleras
una verja de hierro verde que disuade a los del botellón y un poco más tarde me
transfiguro al adolescente que fui. Al curilla retorno que fui. Mediados de los
cincuenta cuando el día de San Frutos el sastre carpintero me trajo la primera
sotana. La mía me aguardaba en un banco de madera de los tránsitos. Ponerme aquella
prenda por primera vez me hizo mucha ilusión creo que no dormí aquella noche y
me tiré de un brinco ilusionado al primer toque de campana. Yo me sentía
alguien importante. Crecí en medio de una sociedad que consideraba a los
obispos y a los generales como el Súmmum bonum. Todo un ideal de vida: o la
milicia o la cruz.
Aquella sotana recién
confeccionada por Blas Carpintero, aquel sastre judío que tenía una gran nariz
un sello de oro y una manera de tocar que no te molestaba cuando te tomaba
medidas por la pernera apunta nene y una mujer gordísima que abultaba por tres
de él no sé como se las apañarían en la cama, me puso en el camino de las
estrellas. Per aspera ad astra. Un dicho muy cierto porque en aquel
caserón del siglo XVII las pasé canutas. Me había propuesto ser santo. En el
bolsique del guardapolvos llevaba un cuentapecados una especie de rosario que
servía para contar las faltas o las transgresiones al Reglamento. O las
jaculatorias que decías en voz baja por el camino. No resistir a la tentación
de beber un vaso de agua cuando se tenía sed por ejemplo era una falta.
Por la Cuesta La Fuencisla bajo
los alamos centenarios y cerca del convento de Santa domingo de bella y juvenil
labra neogótica nos cruzábamos en aquellos deambulatorios de los jueves por el
invierno con el arcipreste de Zamarramala. Parece que le estoy viendo algo
miracielos tieso como un palo y morando por lejanías. Le hacíamos el hilo y
bonetes arriba haciendo honor a las prescripciones del código de urbanidad
eclesiástica que era libro de texto bajo el lema de ad educandos discípulos
le saludamos desbocándonos. Algunas de estas prescripciones eran algo rancias
pero otras me han servido para demostrar a muchos cafres mi buena crianza. Hoy
este convento que yo conocí hospicio es una importante universidad de pago y de
mucho tronío. Que Fr. Tomás de Torquemada fuese prior de este convento de
dominicos y de que Domingo de soto fuese padre maestro de novicios ya es un
tanto. Torquemada no tiene estatua. Domingo Soto, el martillo de herejes de
Trento, sí. Pero la han decapitado varias veces. Se conocen que quieren
mandarlo a la toza en efigie.
·
Una
gamberrada.
·
Ni mucho
menos, una judiada. En mi pueblo nos conocemos todos y aquí donde se dijo del
judío la maula queda bastante memoria histórica. Así que juntos pero no
revueltos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. ¿Me entiendes?
·
No me
digas más.
El bueno de don Jesús que debía de
tener lo menos ochenta años pero que se movía con el garbo de un misacantano se
fatigaba algo y acostumbraba a descansar en el berrueco que le sirvió de
almohada a sus beatas posaderas a san Juan de la Cruz cuando subía a confesar a
la Santa en el convento de San José justo por detrás de los Jardinillos de San
Roque. Y ésta decía porque les criticaban y había murmuraciones en la ciudad
por tan largo tiempo en el confesionario: “ De Segovia ni el polvo de los
zapatos” y se sacudía el calzado al abandonar la ciudad por la Puerta del Sol.
·
Buenas
tardes tenga usted.
·
Vayan en
paz de buen quiete los seminaristas.
El cura de Zamarramala hablaba
bien y predicaba mejor. Tenía el mirar huido tras los lupos de concha y a veces
apestaba a aguardiente que echaba para atrás pero no las cogía lloronas ni era
hombre que tuviera mal vino. Sus cogorzas eran hieráticas y solemnes por lo
general. No daba escándalos aunque algunas veces lo vieron acometer la subida a
La Lastrilla haciendo eses. Creo que era de un pueblo que llaman San Pedro De
Gaillos que guarda entre sus costumbres una danza ancestral ibera que llaman el
paloteo. Como el tío Tocino.
·
¡Cómo
atacaba la caja aquel buen hombre! ¡Qué dedos!
·
¿Y al
Agapito Marazuela lo conociste?
·
Sí,
precisamente bajo la sombra de un chaparro que había en la puerta del ventorro
de San Pedro Abanto. Estaba tomándose un jarrillo con el padre de Julián un
amigo mío.
·
Pues
conociste al último juglar de Castilla la Vieja.
·
Ya lo
creo
Tengo grabado el sonar limpio de
la dulzaina mora en las mañanas claras de primeros de verano por las fiestas de
San Pedro. La arrebolada. Era como un canto sagrado. Algo mágico como las
fiestas de la Catorcena que nos arrebataron.
·
El buen
tintorro no nos lo quitarán.
·
No sé
que quieres que te diga. Esto está cambiando mucho y me parece que para mal.
Pues al querido don Jesús que
todos los días se andaba veinte kilómetros asi estaba él delgado como un palo y
derecho igual que un huso y se bebía media cantara le abultaba algo siempre
debajo de los manteos. Era la botella. Cuando llegaba al Columba a tomar café
con unos canónigos ya se había metido un litro entre pecho y espalda y en el
viaje de regreso otro tanto. ¡Pobrecillo! Era un alcohólico. Más. Otro
sombrerazo.
·
¿Qué va
a ser, señor arcipreste preguntaba el pincerna del Columba el que estaba en los
reales de lo que fue iglesia del mismo nombre a la sombra de los arcos del
Azoguejo.
·
Ponme un
sol y sombra, hijo.
·
In vino
veritas.
Pero ya digo el cura de
Zamarramala era un borracho muy digno. Bajaba por la pendiente con la teja de
cachemira en su sitio aunque a veces buscase la querencia de las tapias de la
Casa de la Moneda para exonerar su vejiga. O lo otro que como dijo el otro el
buen morapio te hará cagar y por eso diz que el Vega Sicilia cura todas las
enfermedades al llevarse los malos humores para allá. Así y todo era la
comidilla de toda la ciudad y en una ocasión cuando su empinar el codo fue a
más el obispo don Daniel Llorente de Federico me acuerdo del nombre de mi
obispo con el mismo orgullo con que algunos veteranos recuerdan el nombre del
coronel de su regimiento cuando eran sorches le retiró las letras dimisorias.
Suspensión a divinis y el bueno de don Jesús no podía decir misa ni consagrar a
Dios. Se trataba de medidas cautelares que duraban menos de una cuaresma pues
don Daniel que era recto pero de muy buen corazón siempre le amnistiaba llegada
la Pascua de Flores. Tampoco habrá que echar en el olvido que don Jesús era un
hombre muy caritativo. Todo lo daba. No vivía con manceba ni ama ni dios que lo
fundó y durante los aciagos días de la guerra civil fue el pararrayos de muchos
furores. A muchos rogelios les sacó de la cárcel o de la tapia del mismo
paredón. ¿Creen que se lo agradecieron? Pues no. Vivimos en un país de rencores
decía Unamuno. Era un cura muy servicial pero tenía ese defecto o esa debilidad
por el traguillo. Y eso aquí no se perdona.
Su sombra se me aparece cuando
doblo la esquina de la Plaza El Seminario. Es un fantasma eucarístico que me
recuerda las catorcenas de aquellos días. Verbena y parranda y en la sacristía
buen jerez rosquillas de palo y algún soplillos. Entonces al acabar de aquella
terrible guerra los españoles éramos como más fraternos y bienquistos. Nos
sentíamos perteneciendo a un grupo o dentro de un redil. Verdaderamente
aquellas catorcenas de la solidaridad y del paloteo eran algo mágico. Me traen
a la memoria tiempos de perdón. ¿Cómo se explica ese trastorno?
Yo me explico y yo me entiendo y
dios me entiende.. Nos hemos vuelto adoradores de Baal. Y hemos cambiado de
religión, hemos renegado de nuestra patria, de nuestros valores, de nuestra fe,
del amor al hermano y allí donde antes se leía Caridad hemos puesto filantropía
o solidaridad. Estamos instalados en la cultura de la queja y en el sofá de don
Comodón. Y ahí nos las den todas. Y nos las van a dar y en un carrillo no
tardando mucho. Hemos sacado a Jesús del sagrario como a un príncipe destronado
y en su lugar hemos puesto grandes carteles de palabras vacías: Derechos
Humanos, Solidaridad, Memoria Histórica. La iglesia está vacía y el ara sin los
huesos santos y los púlpitos mediáticos se nos han llenado de demagogos. a eso
es lo que nos conduce reemplazar el dogma de la crucifixión por el supuesto
contendible del holocausto. Y estos demócratas de pacotilla se cabrean y te
lanzan anatemas cuando les sacas los colores y les coges en un renuncio. Si no
haces nada por defender tu patria y tu nación entonces no tienes derecho a
quejarte mamón de que te la invadan los forasteros aunque en Segovia ya digo
todos nos conocemos y llamamos a las cosas por su nombre y sabemos por dónde
van los tiros y de dónde viene la cosa.
Tarari que te vi. Continuará la
historia. Por favor, no se sulfuren.
05/07/2006
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