2022-02-06

 HORA 25 DE VINTILA HORIA UNA DE LAS MAYORES NOVELAS DEL SIGLO XX


Martín Ferrad puso este título al programa de la noche en la SER Hora 25 un clarinazo la hora undécima ha sonado el tiempo futuro bajo el imperio de la técnica que echará al humanismo y a los humanistas fuera del campo. Se trata de un libro poético y profético así como noético o rito de iniciación porque el oficio de la escritura se relaciona en sus más excelsos apartados con la Revelación. Pienso que este rumano políglota (hablaba todas las lenguas incluso el yidish el dialecto de los judíos askemazis que aprendió en un  campo de concentración húngaro ayudó a fugarse a los de la secta de Moisés pero estos no se lo agradecieron, era un “goim”) escribió una utopía que supera a la de los británicos Orwell y Huxley.

Yo conocí a Vintila lo entrevisté, lo admiré y asistía a alguna de sus lecciones magistrales en la Complutense. Pertenecía a un grupo de intelectuales eximios que encontraron en España refugio huyendo de la persecución de los soviets. Dios ha nacido en el exilio y traían  en el morral una enorme sapiencia. Ovidio Tarlea un gran poeta nacido en Constanza fue compañero mío en el agencia Pyresa, me hacía observaciones y me daba indicios sobre alguna de mis crónicas desde EE.UU. Recitaba los poemas de Horacio pues estaba dotado de una memoria pasmosa. Todo un caballero que se asentó en España  y fundó una familia se casó con la madre de Laurita Valenzuela que era viuda de guerra. Me regaló un diccionario rumano con un epígrafe que decía “no desesperes si no te hacen caso yo he vivido esta situación como tú. Llegaron los nuevos amos y trajeron a sus propios escribientes”. Había trabajado en uno de los diarios más importantes de Bucarest, fue purgado y huyó a pie hasta Italia cruzando los  Carpatos. Es el drama que pone en escena  La Hora Veinticinco: la crucifixión de   Rumanía, el ajusticiamiento del protagonista Joan Moritz que muere en el madero de la ignominia perdonando a sus enemigos. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Él no era la luz sino un testigo de la luz que las tinieblas no pudieron apagar. Hay trozos que la novela tiene reminiscencias evangélicas. Sobre todo esa luz resplandece en la figura del padre Coruga el sacerdote ortodoxo para el cual trabajaba el protagonista antes de ser aprehendido acusado de judaísmo por un gendarme corrupto y mujeriego que se había prendado de su mujer Susana. Es enviado a un campo de concentración y allí se encuentra para trabajar a pico y pala al lado de hebreos que no habían realizado trabajos manuales en la vida; eran abogados, comerciantes, financieros. Su degradación llega al sumo cuando el jefe del campo le manda bajarse los pantalones para comprobar si había sido retajado pero él no estaba circuncidado. Era un ario descendiente de una minoría germánica asentada a orillas del Danubio. Este detalle va a ser uno de los lances más sorprendentes cuando internado en un “Lager” su figura sorprende a un gauletier. Aquí la narración pega un vuelco sorprendente el antiguo presidiario se convierte en soldado de las SS y se le ordena que haga el amor a Hilda para que tenga descendencia y así se conserve la pureza de la raza aria. El inocente sin embargo vuelve a ser crucificado porque se ve en el trance de tener que vigilar a los presos del campo antiguos compañeros de celda. El protagonista no guarda rencor a nadie. Ayuda a los judíos a pasarse, le dan algún dinero pero le dejan abandonado descalzo y sin su maleta en la estación de Budapest. Habrá que fijarse en este detalle: Vintila no niega el holocausto pero nos da un testimonio de lo que su pueblo vivió en las propias carnes. El dinero y el soborno fue el trampolín con el cual los judíos adinerados cruzaron el charco. Fue el trampolín desde donde saltaron a América. Mientras Auschwitz aguardaba a los más pobres: los menesterosos del ghetto, los gitanos, los rumanos disidentes, los rusos y Bielorrusia. Hay un pensamiento que flota como un fantasma amenazante a lo largo de las paginas de esta gran novela río que se lee de un tirón (el autor sabe crear ambiente, pintar personajes y sorprende al lector con los nudos de la intriga): gane quien gane la humanidad se prepara para un tiempo de esclavitud bajo el imperio de la máquina. Seremos robots. Eso ya está pasando en un mundo feliz bajo la mirada escrutadora del Gran Hermano. Serán fotografiados hasta nuestros propios pensamientos. Nadie podrá escapar. La raza será purificada mediante la eutanasia, habrá cortapisas al libre albedrío. Nos espera el totalitarismo cualquiera que sea su signo. Vintila Horia fue acusado de fascista. Se le retiró la concesión del premio Goncourt que ganó en 1960 y hoy es un autor descatalogado.  Una injusticia. Los nuevos amos trajeron sus propios coros de rapsodas y cantan epitalamios inmundos porque una mentira repetida hasta la sociedad se convierte en dogma  Siempre tuve, sin embargo, en mucho a la cultura y la lengua del Dacio— los rumanos tienen una sorprendente capacidad para la elocuencia y el dominio de idiomas— y Vintila (1915-1992) fue prez y honra de la cultura castellana. Escribía con soltura en francés, inglés, alemán y en su lengua de los Carpatos 

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