UN BALDÓN PARA LA IGLESIA DE ESPAÑA
Antonio parra
Una madrugada del 22 de
agosto de 1559 en una casa eclesial de Torrelaguna – fue residencia de verano
del cardenal Cisneros, su antecesor en la mitra primada- sonaron tres golpes
secos. La aldaba al machacar el roble de la puerta de entrada parecía como si
sintiera vergüenza del acto que se iba a acometer ese amanecer, un baldón para
la historia de la Iglesia y de España. La madera lloraba pero los tres
aldabonazos sonaron secos y solemnes.
-Abran en nombre de la Santa Inquisición
Abrió un lego dominico. Un
grupo de corchetes armados entraron en el patio porticado en cuyo centro había
un pozo con brocal de granito y subieron al aposento del arzobispo. Éste rezaba
Maitines y no dio muestras de cólera, sólo la sorpresa se pintó en su rostro al
ver que uno de sus fámulos, Diego Ramírez, y hombre de su confianza, era el que
había dirigido la operación del prendimiento y encabezaba aquel grupo de gente armada, algunos de los cuales venían
borrachos pues habían hecho parada y fonda en
un mesón de Valdepielagos. Judas y traidores no faltan en la historia de
España. Que un predicador que hubiera gozado de la privanza y confianza del
emperador y del propio monarca es un indicio de cómo estaban las cosas a la
sazón por mor de interpretaciones bíblicas y cuán tornadizas pueden ser las
afecciones humanas. El encartado era nada menos que la autoridad mayor de la
SRI española, el arzobispo de la sede primada toledana. La detención significa
la pérdida de la libertad, la confiscación de los bienes. Las mulas con sus
arreos, las propiedades muebles, las capas pluviales, los libros de rezo fueron
puestos en almoneda “por lo que quisieran dar”.
-Entréguese Su Ilustrísima a los oficiales del Santo Oficio.
-¿Vos tenéis mandamiento suficiente para eso?
-Yo no soy más que un mandado- contestó Fr. Diego.
Fue la única respuesta del
prelado que saltó del lecho, se aderezó y vistió en su presencia y salió con
ellos. La escena recuerda la acontecida en Getsemaní y en los oídos repica la
frase del evangelista: et per invidiam tradiderunt eum. Por
envidia lo entregaron a Carranza sus hermanos de hábito y de palio de la misma
forma que hicieron con Jesús los fariseos. Un arzobispo el de Sevilla, Fernando
de Valdés que había aspirado a la silla de Toledo y además parece que se sintió
despechado por ciertas criticas vertidas por Fray Bartolomé al absentismo de
algunos prelados entre los que se encontraba el interesado Valdés que no
visitaba su diócesis hispalense desde hacía más de un lustro, y un dominico que
había sido compañero de aula y de celda el dominico Melchor Cano fueron los
denunciantes.
El pretexto fue un catecismo
que había publicado Carranza en Flandes con algún resabio luterano que nunca
pudo ser demostrado a lo largo del dilatado proceso que subsiguió, muy
dilatado. Duraría más de quince años. La causa real fueron los enconos, la
rencillas rivalidades y el energumenismo de gentes de vida consagrada.
La soberbia, la malquerencia,
y la utilización del nombre de Dios para justificar sus tropelías desalmadas.
Es posible que en su fuero
interior y después de sus giras por Alemania y sobre todo por Inglaterra adonde
acompañó como capellán a Felipe II a sus bodas con María Tudor (Carranza en su
deposición forense alega en su descargo haber allí sido baluarte de la fe
cristiana y haber mandado quemar en Londres algunos herejes) “se contaminase” de algunos planteamientos de
la reforma y albergase dudas sobre el purgatorio, un lugar que no empieza a
existir teológicamente– Jesucristo nunca habla jamás del mismo y sólo se
refiere al estercolero o gehenna adonde se almacenan las almas de los
condenados- hasta el siglo XIII por una
visión de Catalina de Siena.
Aparte de eso, subsiste la
polémica acerca del culto a las reliquias tan problemático, o la justificación
por la fe, una genialidad de Lutero que se entiende a través de las diferencias
filosóficas entre potencia y acto y el abismo que separa entre la criatura y su
creador, el infinito y la mortalidad de la carne. Lutero había estudiado con
fervor y acuidad las encíclicas de san Pablo. Se siente confundido cuando el
Apóstol de los gentiles se queja de su sarcinidad que le arrastra hacia abajo
mientras su alma tiende hacia arriba. ¿Estaba el apostol Pablo sometido al diablo
de la lujuria?
Y llega a la conclusión de que el hombre no es
nada. Sólo le salvan los méritos de la pasión de Cristo y su sangre derramada.
En el ser humano por mucho
que se esfuerce la materia, las células lo arrastran. Esta suposición es
confirmada por la moderna psicología y por la biología. No somos más que un
poco de barro y un poco de agua. Credo quiere decir cruz, carisma, caridad y
palabra. Las obras importan poco. Y Lutero vuelve a la carga:
¾ Credo quia absurdum
Es la concepción germanica del fatalismo
teutón frente a la idea judía de que Dios ayuda sólo a aquellos que quieren
ayudarse a sí mismos. Pero la encarcelación y el proceso que llena más de un
salón de legajos y que han sido estudiados por el sacerdote donostierra
Tellechea, Julio Caro Baroja y otros, pero sobre todo por Marcelino Menendez y
Pelayo, la fuente en la que beben todos los bibliografos y estudia el tema con
bastante objetividad sin dejar en sus juicios la huella de católico a
machmartillo que le caracteriza.
Gracias a Dios en la
actualidad vivimos en una cultura laica y no podemos entender por qué aquellas
pelamesas por un quitame allá esas pajas. Por el purgatorio una idea abstracta,
la comunión en la mano y los enfrentamientos a navaja entre calvinistas y
luteranos por cuestiones como la transubstanciación, la cena del Señor, el
culto a los santos y a las reliquias que en el fondo no dejan de ser hechos
contingentes o sucedáneos al dogma. Dios no puede ser ocasión para hacerse la
guerra y para faltar a la caridad. Algo que por desgracia ha ocurrido con
demasiada frecuencia en el devenir de la historia. Un pésimo ejemplo que hemos
dado los cristianos a paganizar. Religión quiere decir unión del hombre con la
divinidad y estas querellas destruyen ese vínculo para convertirse en materia
de escándalo y quebrantamiento del mandamiento nuevo: que os ameis los unos a
los otros. San Agustin dice que las querellas teologicas avivan el fuego de la
Fe. Opport esse haereses, ¾dice
porque a veces del debate nace la luz.
El peligro es que surjan
corifeos que se consideren depositarios de la verdad y que la detenten en
propiedad. Se coló el viento del maligno y disperdigó la grey. La maciza
personalidad de Lutero con sus luces y sus sombres y su altivez de fraile
levantisco se alza como una destructor del viejo orden. Hizo la crítica y en
algunos puntos de sus noventa y nueve tesis clavadas a las puertas de la
catedral de Wittemberg no le faltab su punto de razón pero no construyó nada
siendo el culpable de tanta sangre derramada en los campos europeos por su
alzamiento luciferino de non serviam.
Ahí subyace la gran cuestión. El pensamiento
teutonico es mucho más romantico e idealista que el hebreo que sólo creen en
las obras. Por sus obras los conocereis. Lutero encuentra cierta contradicción
entre las palabras de Jesucristo cuando habla como un rabino y cuando habla
como el salvador y el rescatador de la culpa. Hay una diferencia entre credo y
religión. Y en el paroxismo de sus contradicciones el agustino aleman se apooya
en la frase de Agustin que es una glosa de la caridad paulina del ama et fac
quid vis.
Para los judíos la religión no es credo sino
una forma de vida, un conjunto de reglas y de ritos externos (abluciones,
bromatología, lo que contamina y lo que no contamina: el cadáver, la carne de
liebre, los pájaros estrangulados, el congrio la anguila y todo animal que
carezca de pezuña, las estrictas reglas sobre el matrimonio para garantizar la
pureza de la raza de los hijos de Israel, etc) que han de ser seguidas
minuciosamente. Dato curioso al formular su teoría de la justificación encienta
una olla explosiva y emprende un camino sin retorno.
Al fin y al cabo heresiarca
genial vivió bajo el espiritu de la contradicción de manera que le
protestantismo por él fundado va a recoger la antorcha de la actitud judía de
la justificación por las obras aboliendo el culto divino y dejando de lado a la
liturgia proponiendo una relación con el dios personal de los elegidos tal y
conforme lo confiesan los judíos. A esto había que agregar los abusos y escandalos
de la corrupción eclesiastica por la simonía, el culto a las reliquias, el
absentismo episcopal, la depravación de los monasterios. Fray Bartolomé había
viajado por Alemania y sobre todo por Inglaterra donde capta aquel ambiente de
relajo. Vivió tiempos duros e incluso él mismo aduce en su testificación que
estando en Londres había mandado quemar herejes.
Seguramente regresó a España lleno de dudas.
Había nacido en Miranda de Ebro en 1503 de origen converso. En su infancia vio
a su madre cocinar la adafina y lavar todas las carnes para que no quedase
rastro de sangre, la sarten siempre con aceite de oliva nunca manteca. Los
siete días siguientes a la muerte de uno de la familia se abstenían de probar
carne, en luto por el difunto. Otras costumbres eran la muda del sábado y ese
afán de limpieza que caracteriza al judio y que han heredado los españoles. El
rezo del Bendita sea tu pureza es una ancestral reminiscencia conversa. En ella
la Virgen cristiana sustituye probablemente a l Ester hebrea la de las fiestas
del Purim cuando la luna llena de febrero.
Los Carranza iban a misa pero no la oían y
seguían guardando en secreto los ritos heredados de sus padres y colgando en el
portal de la casa ristras de longanmiza para aventar sospechas. Los jamones y
los mondongos eran tan sólo de exposición. ¿Era un mal cristiano como le acusan
sus enemigos irreconciliables: Fernando Valdés y Melchor Cano?
Seguramente que no. Los
conversos al abrazar la nueva Fe se mostraban más papistas que el papa. Un
hecho constante es que la mayor parte de los bautizados que solían tener muchos
hijos destinaban a uno o varios a la Iglesia. Al claustro incorporaon un ardor
bíblico mesianico casi caracteristico y una norma de vida que solía ser más
temerosa de Dios con el respeto a la familia y a las complicadas leyes
genésicas sobre la pureza, los alimentos y la trama social porque entre los
judíos el vínculo familiar y la autoridad paterna era muy fuerte. El hábito y
el beneficio catedralicio fueron ancora de salvación mediante la prestamera, la
canonjía, el momio y el beneficio eclesiástico pero los conversos conservarían toda su vida la inquietud y ese talante independiente que
caracteriza a los de su raza que suelen ser por lo general gente tenaz. Que
fuese o no judío el mirandés no hace al caso pero no deja de ser un síntoma del
importante ascendiente que van a tener los conversos sobre el proceso de la
reforma y de la contrarreforma pues hacen a dos palos y de ese enigma que
acompaña al tránsito del pueblo elegido por la historia que es un largo caminar
por el desierto. Ellos controlan la tesis y la antitesis algo muy talmúdico.
Al igual que él, Las Casas,
homónimo suyo, compañero de hábito y vecino de celda cuando estaban en el
noviciado dominico de San Gregorio en Salamanca y que depuso a su favor en el
largo proceso que le incoaron, obtuvo ese mismo sambenito. Poco cuenta la
genealogía. Son los hechos los que avalan la condición de un personaje y el
obispo de Chiapas con su postura contestaria hizo mucho más daño a la SRI y a
la causa de España que el probre primado de Toledo el cual se ve arrollado por
los acontecimientos de un siglo que en política y en religión (nunca irán de la
mano las fórmulas) fue un vendaval.
La Destrucción de las Indias
fue un puñado de barro contra el rostro de España y su misión cristianizadota
de América por lo que ha contado con todas las bendiciones de los enemigos de
la Fe; no obstante lo cual Las Casas supo escurrir el bulto y librarse de los
calabozos inquisitoriales.
Algunos hasta quisieron
hacerle santo. Un encomendero venal que
luego se metió a fraile y que debió de guardar toda su vida algún reconcomio
debido un fracaso sentimental. Que se libró en su descaro del filo de alguna
espada porque los conquistadores tenían un respeto reverencial hacia los
misioneros. Si a Las Casas le cabe ser padre de la leyenda negra, Carranza
lo es de la leyenda blanca con razón pues tanto el
injusto sumario en el que se vio enredo como la probidad de su vida y de sus
costumbres hoy causan cierto sonrojo. El uno no se metió en teologías ni
escribió catecismo alguno. Era un loco repúblico que diría Quevedo sagaz y
listo que sabía tirar la piedra y esconder la mano, que hizo valer su condición
de encomendero y obviar su talante de erasmista convencido. El otro tuvo el
coraje de predicar contra el absentismo episcopal, un tema tabú. Los peces
gordos de la iglesia española se dieron por aludidos y tomando el rábano por
las hojas harían del tema una cuestión personal. Existe pues un paralelismo
sorprendente entre los dos bartolos
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