Ese día de enero «que acabó con lo injusto para ser compañeros» –en franca alusión al triunfo alcanzado en 1959–, fue uno de los más felices de Juan Almeida Bosque, el Comandante de la Revolución que tanto amó a Cuba, a los cubanos y al arte. Por lo tanto, no asombran las innumerables muestras de afecto que su pueblo le tributa, especialmente hoy, cuando se cumplen 97 años de su nacimiento.
En el Moncada, en la Prisión Fecunda, en el exilio, en el Granma, en la Sierra Maestra; apenas hubo pasajes de la lucha revolucionaria –antes y después de la huida del tirano– en los que no estuviese presente, siempre a la vanguardia.
Cuentan que, ejerciendo ya importantes responsabilidades, se acercó a un limpiabotas para lustrar unos zapatos, tal como lo había hecho de pequeño para ayudar a su familia.
El autor de la memorable Elegía al Mayor General Antonio Maceo y de canciones como La Lupe, Dame un traguito, Es soledad, A Santiago y El gran día de enero, fue también prolífero escritor.
Pero, sobre todo, fue un fidelista convencido hasta lo más profundo de su alma, entregado totalmente a su gente que este sábado, en la Loma de la Esperanza –ubicada en las montañas en las que operó el iii Frente Oriental, del que fue su fundador y Jefe–, le rinde merecido homenaje.
Tal valía tuvo Almeida para la Patria, que el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz dijo: «Fui privilegiado testigo de su conducta ejemplar durante más de medio siglo de resistencia heroica y victoriosa (…) Defendió principios de justicia que serán defendidos en cualquier tiempo y en cualquier época, mientras los seres humanos respiren sobre la Tierra».
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