ONÉSIMO REDONDO FUSILADO HACE LXXXIX AÑOS
Antonio Parra
“No puede decirse hoy cuántas docenas de millones se llevarán
los catalanes –
escribía Onésimo Redondo Ortega en “Libertad” de Valladolid palabras que le
costaron el destierro en 1932- de la
hacienda española regalados por Azaña y sus sirvientes; el regalo lo pagarán
otras regiones autoras del engrandecimiento catalán y de la hostilidad
antiespañola de aquel separatismo. Según Azaña, la Generalidad Catalana va a
tener sus guardias propios y sus gobernadores como país extraño, sus
tribunales, sus cárceles y su universidad. Se nos rompe la unidad patria”.
Estas frases conservan hoy
una rabiosa actualidad. Onésimo aparte de un gran pensador – el abnegado
jonsista filosóficamente cuadrado ante la revolución pendiente y al que los
españoles deben, que no a los rojos ni a los tecnócratas, esas mejoras
sociales: empleos fijos, vacaciones pagadas, el derecho a la atención
sanitaria, a la educación gratuita, un techo donde guarecerse etc.- fue un
profeta que dio la vida por la unidad española cinco veces centenaria en la
defensa de los de abajo. No era ciertamente un señorito, sino un agrario entusiasmado con la reforma
del rústico y propulsor de un sindicato remolachero. Fue asimismo un brillante
periodista de lo más congruente, la mejor pluma sindicalista y, repito, dejó
detrás una obra “cuadrada”, como
prolongación a su rotundo y augusto apellido, dispersa a lo largo de una serie
de antológicos artículos, descatalogados adrede, pero que, leídos hoy, guardan
un palpitante ahora y son una invitación a la reflexión para la juventud del
momento.
Desgraciadamente a esta
juventud se la mantiene a blancas. Nadie les ha contado de donde venimos ni les
ha razonado las claves del laberinto español. Es el silencio de los corderos
que se propugna desde arriba. Se pretende borrar la memoria y sustituirla por
otra memoria, un juego ciertamente peligroso porque no es bueno ni conveniente
para la salud mental meter la vertedera en los osarios.
El cainismo que algunos
pretenden cargados por el odio y el instinto de revancha nos lleva a este pobre
Abel. Abel Redondo, Onésimo (el piadoso que es lo que refiere su nombre en la
lengua griega). Otra de las innumerables víctimas. Juventud generosa que caminó
al matadero aquel bochornoso mes de julio de hace 89 años.
Únicamente era un
periodista. Yo también soy periodista. ¿Me rindo? Onésimo desenmascaró a la bestia, expuso sus
brillantes ideas en el foro. No se lo perdonaron nunca.
Otro vallisoletano, José
Antonio Girón, recogería el guante y pondría en ejecución aquel proyecto de
futuro para España que Onésimo Redondo firmó con su sangre y la verdad que a
setenta y siete años vistas de aquella tropelía, de aquel asesinato, cabe traer
a colación aquellas palabras del líder José Antonio: “Ojalá que mi sangre sea
la última que se derrame entre españoles”.
Onésimo Redondo Ortega el
“divino impaciente” formó parte junto con Ledesma Ramos y Primo de Rivera del trío de “eternos ausentes”. Pero él más
que nadie fue un pensador para un pueblo. ¡Presente!
Si José Antonio fue un poeta más que un
político, estos dos últimos eran dos castellanos filósofos, asqueados del vano
parlamentarismo de políticos banales y trincones, dos pura sangres, casta de
hidalgos que llevaban la revolución social en la piel. Se les incluye entre las
derechas pero eran la izquierda pura dura y el pensamiento independiente y leal
del ideal cidiano. Castilla los hizo y
los deshizo, y hoy parece haberlos olvidado.
Enemigos del marxismo
ciertamente pero fustigadores del neoliberalismo capitalista. Nadie habló tan
recio y tan claro de los estragos de la masonería.
Su muerte se produjo en
extrañas circunstancias el 23 de julio de 1936. Mi teoría es que lo fusiló un
cabo de la Guardia Civil alertado por un “chivatazo” en un control de
carreteras ipso facto en la cuneta de la Nacional VI a la altura del pueblo
segoviano de Labajos.
Pero hay quien sostiene
que cayó en una refriega con facciosos milicianos de la columna que mandaba el
coronel republicano Julio Mangada.
Hoy a causa de la
pazguatería o el chaquterismo de los desmemoriados Onésimo Redondo, el de los
pensamientos cuadrados, un verdadero Aquiles egregio y un español entero en
medio de un rebaño de enanos, es el gran olvidado de los Tres de la Fama Nacional Sindicalista, un trío que empezó a
desmemoriarse merced a la traición de los “aprovechados”: los Laín, los Tovar,
los Ridruejo. Y por todos aquellos que habiendo gozado de las granjerías y
prebendas de Falange no tienen redaños ahora para llamarse a sí mismos falangistas.
Dicen “sólo soy
joseantoniano”. ¿Por donde? ¿Por el ano? En cualquier caso, sus escritos siguen
ahí para el que los quiera mirar alentando una verdad incontrastable.
Onésimo murió a las cinco
de la mañana del 23-VI-1936 y a los cinco días de haber sido
puesto en libertad.
Era un preso político en
las cárceles de Ávila cuando el triunfo de los sublevados en la Ciudad de las
Murallas le valió su amnistía. Había padecido prisiones y destierros por haber
puesto en berlina al presidente Azaña, blanco favorito de sus dardos y al que
tachaba de judío y masón. No era más que un periodista, un hombre de ideas. ¿No
decían que el pensamiento no delinque? En este caso sí.
La DGS dio orden de su
busca y captura. Parece ser que había estado organizando la resistencia
jonsista e iba camino del Alto de León
cuando fue apiolado por la Benemérita y pasado por las armas sin más.
Cabría decir que no
fusilaron a un hombre, destrozaron una
idea, mataron a un paisaje y despilfarraron el futuro en un acto de barbarie irracional
que sólo encuentra explicación en la vesania y en la ira ciega de los españoles
a la sazón.
Cuando paso por Labajos
camino del Alto León, siempre miro para el monumento a Onésimo a mano derecha
de la carretera siempre tiene flores frescas al igual que el monolito al Padre
Huidobro en la cuesta de las Perdices. Una mano invisible coloca allí esas
cinco rosas en honor de los que montan guardia cerca de los luceros.
He vivido largos años en
el Yorkshire. En todos los pueblos de la campiña inglesa se alzaron monumentos
parecidos a los que encontramos por ejemplo al llegar a Labajos.
A la memoria de los caídos
en las dos guerras mundiales. En la batalla del Somme por ejemplo en un solo
día perecieron treinta mil británicos, quince mil franceses y de alemanes no
hay casi recuento puesto que perecieron muchos más.
La Gran Guerra se llevó
millones de europeos pero a diferencia de aquí allí los muertos no son arma
arrojadiza ni moneda de cambio. Ni se ponen cadáveres sobre la mesa. Lo que
ocurrió pues ocurrió y a lo hecho pecho y “let bygones be bygones”.
Se
les deja descansar en paz y no se indaga si fueron buenos o malos, de un bando
o de otro. Aquí, por lo que se ve, no.
El
victimismo de Zapatero, pretexto para una segunda transición, está provocando un
tremendo malestar y el enconamiento de ciertas heridas que creíamos cerradas.
Él era uno que creía en la
capacidad vertebradora y redentora de
Castilla como nexo de unión del centro con el litoral y un católico ferviente a
machamartillo pero sin alharacas porque sabía que el catolicismo para bien o
para mal formó parte de los destinos de España
Propugnaba que es la
síntesis, la cifra y el compendio de muchos pueblos, muchas etnias y muchas
razas y, aunque formado filosóficamente en Alemania, Onésimo Redondo nunca
comulgó de las doctrinas hitlerianas sobre la superioridad de la raza aria.
Era un mesetario del
Centro. Al pan, pan.
Nunca fue amigo por su
mesocracia castellana basada en el lema calderoniano del rey abajo ninguno en
la superioridad de las castas ni en los privilegios y derechos adquiridos de
los de arriba – hombre del común nacido en Quintanilla pueblo castellano de la
misma manera que Ramiro procedía del zamorano Sayago – y no creía mucho en el
lema de los “puños y las pistolas” ni el matonismo pijo que caracterizó a
primera hora a algunos miembros de Falange, afortunadamente no todos.
No fue hasta enero de 1936 cuando se produce
la fusión de FE con las JONS. Onésimo, insistimos, era un jonsista nato poco
partidario de la violencia. Eso sí propugnaba un rearme espiritual basado en el
lema paulino de que la vida es lucha constante. Vita militia est
Hoy cuando se cumplen 89
años y pico de su fusilamiento desde estas páginas recordamos su memoria sin
ningún instinto de revancha y aspiramos a ánimo a los jóvenes a que vuelvan a
leer a Onésimo.
Sus artículos
olvidados son esféricos y – por aquello
de la cuadratura del círculo y en honor de su apellido una vez más-“cuadran”
plena y brutalmente con el presente de nuestra pobre patria.
Sigue siendo un olvidado,
un preterido, un periodista que firmó con su sangre el proyecto de futuro en él
que creía para España.
Y eso es tan respetable
como el de los que cayeron en el otro bando. Porque no es conveniente aquí
establecer categorías. Todos son nuestros muertos aunque por desgracia aquí los
que fusilan y los que caen fusilados son siempre los mismos. ¡Qué fatalidad!
Debería haber en
Villanueva de la Cañada un monumento a la memoria de los caídos en la Batalla
de la Sed (45.000) de los dos lados, como lo hay en Labajos y yo propugno en mi
libro REMEMBER BRUNETE
14/07/2006
REVISADO el 16 de julio de
2013, Día del Carmen
No hay comentarios:
Publicar un comentario