1984 corrió en viernes
El 5 de abril 1984 cayó en
viernes. Era la fecha señalada por George Orwell para el estallido. Pero el día
transcurrió tranquilo y sin sobresaltos. Una jornada normal. Eso sí empezaban a
tararear retahílas de leyenda negra y se hablaba de choque de culturas y de
civilizaciones. Él seguía en el somo alto a la caza de la idea descubriendo
eventuales rutas del paraíso del Yorkshire y planeando salidas al campo. Un colega
del staff que impartía enseñanzas de química le llamó wog, vete a tu país, primer
atisbo de xenofobia. Bermejo se puso un poco triste pero pensó para su capote deben de ser cosa de los
ingleses que se sienten agobiados ante ante tantísimo extranjero No hay sitio. No
puedo ir. No cabíamos en la isla. Mientras en el salón de actos de los hermanos maristas
sonaban los discos de los Beatles. No había habido invasión como algunos
profetizaban y las piedras de la catedral de Beverly continuaban intactas. Durante
el camino en el viejo citroen matricula
terminada en el número 75 de París, él y la asistente de francés se pararon en
una granja para ver la piscifactoría que montó el paisano nadaban en el
estanque peces de colores. Y en la pocilga se alimentaban ochenta cerdos de
engorde. Olía a rayos en aquel establo. De vuelta a casa cogió la mano de la
chica francesa y le recitó un poema que ella no entendió:
Chica es la calandria
y chico es el ruiseñor
Pero es más dulce su
canto que el de cualquier ave mayor
Yo siempre quise
mujer chica
Que no mujer grande
Que tendrá la mujer
chica que no tenga la novia del gigante
Nicole pequeñita pero de buenas
partes y cada cosa en su sitio no lo entendió pero apuesto a que la galantería
le gustaba. Luego se fumaron un cigarrillo de satisfacción en el asiento de atrás.
El estudiante volvió a sus humildes aposentos más contento que unas pascuas. La
calandria había puesto un huevo y el ruiseñor dos. ¡Viva el arcipreste de Hita!
El pobre mister Orwell no daba una desde que le pegaron un tiro en el Ebro por el bajo vientre quedó menguado y un poco
majara por eso se le ocurrieron aquellas profecías sobre Animales en granja. Para
el estudiante novato aquella jornada anunciada con tan infaustos vaticinios
tuvo un final bastante feliz
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