2016-11-02

LA GIOCONDA EL EMBRUJO DE MONA LISA


LA GIOCONDA CINCO SIGLOS

 


Recuerdo aquel París 1964 mi encuentro con la Gioconda el mejor retrato pintado por el hombre la sala silenciosa y el conserje al lado guardando esta maravilla enmarcada en un espejo antibalas una obra de arte un "capolavoro" la obra maestra del gran Leonardo que me sonreía al otro lado del espejo perfilándose sobre un paisaje florentino árboles y un camino.

Figura sobrecogedora más por lo que sugiere que por lo que abarca físicamente desde un lienzo de menos de un metro cuadrado. El misterio de un rostro la mujer que sonríe y mira altiva y lejana desde la lisura de unas manos de reina. Caí de hinojos caballero andante de la literatura ante su deslumbradora belleza. Es este retrato el triunfo de un idilio que atrapó a muchos. El amor en ese rostro enigmático vencerá a la muerte. Tuve un sueño y una visión.

Era el triunfo de Europa la apoteosis renacentista expresada en el primor de unos pinceles que se esfumaban al pastel. Dicen que el modelo era un hombre suposiciones mías no puede ser que la esposa de un noble florentino un tal Gerardini.

Se trata de un cuadro inacabado, que ha sobrevivido a un robo el de 1910, varias revoluciones y dos guerras mundiales, a decir de los críticos pero no caben en la excelsitud de esta pintura mayores perfecciones.

En 1516 Leonardo da Vinci se llevó el lienzo consigo a la corte de Francisco I aquel gran rey francés a los que los españoles hicieron prisionero en Pavía y lo metieron en la cárcel del castillo de Turegano. ¿No fue este rey el que dijo contrariando a los hugonotes lo de Parias bien vale una misa?

Aquel verano en Paris un estudiante pobre que se gastó sus pocos francos en pagar la entrada al museo del Louvre se desposó con la belleza, comenzó la búsqueda imposible de la Mujer Fuerte y la Gioconda las cejas depiladas cierta clemencia en el mirar lontano creo que me sonreía. Ese novio de la muerte era yo.

Es bueno acariciar aquel recuerdo cuando todo cruje. Todos nos lo arrebatarán menos ese anhelo de belleza.

Ahora entiendo lo que no comprendía entonces. Cinco siglos de la Gioconda es como para animarse y no desesperar. Sigamos creyendo en Europa y en Paris madre de la cristiandad y la libertad.

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