2020-11-29

HISTORIA DEL SEMINARISTA QUE SE FUE A LOS FRAILES Y VOLVIÓ A LOS DOS DÍAS. NO LE PROBABA

 

CORACHAS,

Habiendo transcurrido mucho tiempo de aquel suceso, cuando veo caer las hojas de los arces y de la sófora plantada por mí mano, me acuerdo de todo lo acontecido aquella noche como si fuera hoy mismo. Sálvame oh Dios y ten piedad. Los árboles de mi barriada se desnudan de su polisón bajo el sol del veranito de san Miguel y las mañanas son claras en este dulce septiembre cuando las plantas dieron su fruto y granzón del año nueve. En Asturias fue una cosecha buena de manzana y la Virgen de las Viñas fue pródiga con nosotros, gran parte del mosto cosechero ya está metido en la bodega. Aquello ocurrió allá por el cincuenta y tantos. Es otro mundo después del móvil y de la televisión interactiva. La Humanidad ha dado pasos de gigantes. No miro pues atrás con ira sino con nostalgia, aceptando siempre la voluntad del Redentor y sus inescrutables designios. Creo que Cristo se ha hecho invisible pero reina en la Historia.

Las hojas del jardín-acabo de cortarles las ramas supernumerarias de las madreselvas con una cizalla eléctrica, ah si mi abuelo Benjamín levantase la cabeza y viera estos inventos, él que fue un labrador segoviano de hoz y de zoqueta e iba a binar las viñas cojeando por su pata reumática- y ya es otoño tiempo de plenitud. Se acerca octubre. El día uno se cumplirá 54 años en que yo detrás de un maletero con gorra de plato pues era jurado fui por las calles de Corobias. Subimos por la canaleja. En un nicho en plena muralla nos dio los buenos días una virgen románica y yo iba detrás del maletero Manolo que portaba mi baúl recién comprado y cuyos herrajes relucían como el oro y la ropa dentro olí a nuevo toda recién comprada por mi madre y repasada por mi tía Dominica. Todos me decían que tenía que ser bueno y comerme los libros y que esperaban la hora de mi cante misa, que abandonaba el siglo, pero no llegué a los extremos de Calixto Priscos uno de mi pueblo al que después de una misión que dieron los pasionistas decidió irse a los frailes. Fue a despedirse del personal. A por la gala. Quien le regalaba unos huevos. Quien un choricillo. Quien le daba dos pesetas. Fue a despedirse muy compungido en la creencia de que no regresaría al pueblo pues tenía intenciones de irse al Congo de misionero.

-Bueno, tía Polonia. Ya hasta el Valle de Josafat que nos volvamos a ver.

-Pues ¿cómo hijo? Eso es el día del juicio final. ¿Es que no piensas volver al pueblo?

Calixto Priscos dijo muy sentencioso.

-No.

-Abandono el mundo, sus pompas y sus vanidades, señora Polonia.

-Muy fuerte te dio, muchacho.

-Sí para ganar la gloria y sacrificarse. Hacer penitencias y todas esas cosas que nos decía el cura y que no cumplíamos pues somos pecadores.

-Ay pecadora mía. ¿Y qué te doy de gala?

-Lo que le parezca bien. El camino es largo hasta el convento y vamos en mulo.

-Bueno pues aquí tienes una chicharronada que acabo de cocer. Para que te la comas cuando pases por cercas del río Botijas que allí siempre que voy al Lenar a visitar a la Virgen me da hambre.

-Como usted guste. Y lo dicho hasta que nos veamos en el cielo. Allí a gozar y cantar salmos por toda la eternidad. Ya sabe que el que quiere algo le cuesta.

-Muy bien hijo me pareces que tienes vocación.

Pero el bueno de Calixto a los quince días estaba de vuelta en Valdebriga. La tía Piquilaya que le había regalado una gallina se mostró muy sorprendida.

-Hombre, Calixto, ¿tú por acá? Pues nos decías que hasta el Valle de Josafat. ¿Qué pasó?

-No me probaba, tía Piquilaya.

-Anda demonio. Y no me vuelvas a llamar tía Piquilaya que yo me llamo tía María.

-Pues vale, tía María.

Yo no sabría a puntualizar a ciencia cierta qué hecho desencadenante motivó mi llamada al sacerdocio. Tal vez fueran aquellas confesiones torturantes con el fraile jerónimo después de haberle visto las bragas a May mi vecina o si sería por ferias cuando un arcipreste que andaba por ahí desterrado por los pueblos de la iglesia porque había tenido un lío con una moza a la que sacó palante por dos veces y me dijo hazte cura que se vive muy bien. Mira yo. Digo mi misa y todos los días a cazar y a pescar, no parao. Mis feligreses son muy buenos las feligresas sobre todo. Hemos formado un coro y tenemos un club parroquial y echamos cine los domingos. Además los curas somos siempre un seguro de vida para los padres cuando se hacen mayores a la vejez. Yo los tengo conmigo a una hermana y una sobrina. Casi somos familia numerosa. El cura aquel se llamaba don –Evaristo y era amigo de mi padre con el que había estado en guerra. Era un tipo muy sano que se fumaba sus buenos puros y no se andaba con remilgos. Pero lo que creo que me empujó al seminario fue una película que echaron en los claretianos que creo que se llamaba Siguiendo Mi Camino y trabajaba Bin Crossby. O puede ser que tambien influyera mi carácter introvertido, mi amor a mis libros y sobre todo a las ceremonias litúrgicas de cuando era monago en la catedral. Más adelante lo explicaré.

Están cayendo las hojas de este otoño y qué lejos están aquesas primaveras del 55 y no me rindo sigo siendo un idealista. Caen las hojas de la acacia de mi jardín. Una a una dos a dos y musitan una canción al caer:

-Púdrete grano que mañana serás espiga.

El mundo sigue su rumbo imparable y en la historia como vengo diciendo no cabe marcha atrás. Los acontecimientos nos desbordan. Carecen de lógica o no hay un diseño establecido. Pero debemos ser optimistas y confiar en Dios. Ese pipo de melocotón o de durazno que ahora arrojamos al desgaire sobre la cerca dentro de un tiempo será un frutal frondoso. Es la estela que dejan detrás los hombres un árbol, un libro, a lo mejor un hijo.

Hoy devano recuerdos y en el flahback del tercer ojo de la memoria regreso a aquel paraninfo en aquella noche del velatorio del pobre Pénjamo que paz descanse. Miro para los altos techos de la ataujía del artesonado mudéjar (Corobias puede que fuese una ciudad judía aunque todos se convirtieron con su rabino y todo en las luchas dinásticas de los últimos reinados de los Trastamara cuando en Castilla eran preponderantes pero también fue significativa la aportación árabe con sus alarifes y huertanos; bajo el reinado de Enrique IV había en el alcázar una guardia mora y el propio rey se sentaba a la morisca y sabía leer en letra cúfica, escuchando con gusto la música de adufes, laudes y chirimías; cierto que tuvo algunos detractores que le llamaban impotente pero en esta ciudad al hermano de Isabela lo queremos mucho) y parece que contemplo aquella decoración de roleos en los bordes con carreras de ninfas que saludaban a Afrodita saliendo del baño (Anadiodema) como si el artista hubiera querido realizar un recorrido por toda la mitología.

Trato de leer aquellas grafías latinas bajo las escenas cinegéticas de Diana Cazadora, de la Venus desnuda surgiendo del amor de una ola, como si fuera de la costilla de Adán, según la Biblia. Desde entonces soy del convencimiento de que el cristianismo no se produce por generación espontáneo sino que es el resultado de unos hechos y creencias antiguas. Los héroes del Olimpo se convertirían en nombres del santoral cristiano. Hércules es san Jorge. Hermes Trismegisto ampara y explica en cierto modo el dogma trinitario. Atlas se convierte en san Cristóbal, Esculapio en san Nicolás y así sucesivamente. Venimos del griego- Cristo era un judío helenizante de origen esenio- del latín, esa lengua maravillosa, y del hebreo. Estas tres raíces conforman el mundo occidental mírese por donde se mire.

En estas representaciones la ninfas de vestes etéreas que el dios Neptuno las puso en el mundo soplándolas por la boca sostenían en sus manos vagorosas cuatro camafeos sitos en la mitad de cada ángulo del paralelepípedo. El modillón del norte efigiaza a Luís Vives. Al sur había un retrato de los Reyes Católicos, al este el de Francisco de Vergara helenista de Alcalá y que fue maestro de latinidad en aquel centro. Era amigo del doctor Laguna otro corobino ilustre y que fue perseguido por la Inquisición a causa de sus ideas erasmistas. Completaba la lista el rostro de Laínez el gesto adusto irónico y como sorprendido. Debajo y entre hojas de laureles se leía el epígrafe de la compañía: AMDG. En el de Vives con una gran gorra de visera cubriendo su cabeza se leía “Vives semper vivas. El camafeo de los Reyes Católicos era el que tenía más arrequives más hojas de roble y de laurel alrededor. Bajo el águila explayada ponía “ex pluribus unum” y el “tanto monta” que eligieron los norteamericanos como divisa de su republica federal, sólo que en su lema imperial hay una particularidad, la del águila calva de las Rocosas, la española es sólo águila caudal o de San Juan desplegando un pico enorme y fuertes garras como para levantar a estos reinos hacia las estrellas. Plus ultra. Luego estaban tambien el yugo y las flechas que nada tienen que ver con el fascismo como consideran algunos lerdos. Son simplemente las flechas del poderío y el yugo de la labor.

En esta pared estaba escrito la historia y esbozado los sueños de nuestros ideales.

Sic vos non vobis ponía en el lema del doctor Vergara. De este modo el cuadrado se incorporaba al círculo; es más lo probaba. Lo cóncavo y lo convexo se juntaba. Era toda una parenética de la perfección o sermón pronunciado no con la voz sino pintado al pastel. Sic ad astra. Por ese camino se va a las estrellas. Y es a lo que aspirábamos al citius fortius altius. Algunos se estrellaron o nos estrellamos no cabe duda pero no hay que achacarlo a nuestros maestros que nos dieron lo mejor que tenían sino que nosotros éramos imperfectos y no dábamos más de sí. Y aquí hay que traer a colación la tan manida frase orteguiana de que el hombre es el hombre y su circunstancia.

La búsqueda de la excelencia, la aspiración a todo lo noble, la ruta de la perfección mediante la renuncia y la abnegación cristiana, la doma de la voluntad, el control de las pasiones: la lengua, el vientre, la ira y la lujuria. El rector que no daba puntada sin hilo nos decía que aquellas ninfas descocadas representaban a los siete pecados capitales. Éramos de barro y querrían hacer de nosotros superhombres. Pero el padre Cabezas le contradecía.

-Esas señoritas, señor rector, son las nueve musas: Melpómene, Tersicore, la teatral Talía, Polimnia, Urato, Erato, Euterpe, Clío y Caliope que es la más bella de todas.

El profesor Cabezas aunque era de ciencias sabía también lo suyo y daba gusto escucharle sobre todo cuando no estaba cabreado porque no nos entraban los logaritmos ni eso de los números primos. Sin embargo apuntaba un detalle que toda esta mitología de Venus Anadiodema, Diana, Neptuno, las Nueve Musas parecen estar corriendo por la pared y parece que van al encuentro del cristo de los ojos bajos que constituía el epicentro de toda la representación pictórica. La precisión del matemático me pareció sumamente importante y no he dejado de cavilar a lo largo de los años. El Verbo humanado es el epicentro de todo lo que acontece y que la cruz seguirá presidiendo el horizonte de todos los siglos y nadie la podrá arrancar ni derribar. Pero venimos de los griegos los latinos y de la Biblia y estos tres polígonos basan el Nuevo Testamento. Mi carga es ligera y mi yugo es suave. Desde aquel crucifijo que pendía sobre el baldaquín de damasco que amparaba el sitial donde se sentaba el obispo nos ligaba al pasado clásico y nos invitaba al futuro y a la modernidad pero sin renunciar a la tradición porque sería destruir el molde en el que nos vaciaron a los europeos.

Nuestro profesor de literatura, otro gran hombre y otro sabio, don Tirso al que llamaban Coramvobis no se cansaba de insistir en este punto y parecía entrar en éxtasis cuando explicaba a cicerón, escaneaba los espondeos de Virgilio y nos familiarizaba con Eneas, con el gallo a Esculapio y hacia que aprendiéramos las cinco declinaciones, las conjugaciones, los ablativos absolutos, los verbos irregulares y nos ponía tareas, un párrafo o pensum que teníamos que memorizar y soltarlo en clase. Ahora mismo todavía me acuerdo porque lo que pronto se aprende tarde se olvida y decía así:

“Flumen est Arar, quod per fines Aeduorum et Sequanorum in Rhodaum influit incredibili lenitate ita ut oculis, in utram partem fluat, judicari non possit” (el río es el Saona que en las fronteras de lose eduos y los secuanos con lentitud increíble desemboca en el Rodano de manera que no se puede decir a simple vista qué río es el principal y cual el afluente)

Por aquella traducción algo libre Coramvobis me puso un diez. Nunca se lo agradecerá bastante aquel canónigo gordo y ágil que venía al estrado siempre deprisa y llegaba cinco minutos más tardes a veces oliendo un poco a anís, pues incentivó un amor al Latín que sigue vigente en mí hasta el día de hoy. Dios tenga en su morada a aquel buen sacerdote.

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