2021-10-30

LA MUSA DE NUESTRA GENERACION DEL 68 CHARO LÓPEZ

 

Charo López: "Aún los hay que siguen sin dar con el punto G"

Actualizado 

La actriz se confiesa en el documental de Chema de la Peña 'Me cuesta hablar de mí', presentado en la Seminci

Angel Navarrete 28/10/2021 Madrid, Comunidad de Madrid Cultura La actriz  lt;HIT gt;Charo lt;/HIT gt;  lt;HIT gt;Lopez lt;/HIT gt; en la Academia del Cine
Angel Navarrete 28/10/2021 Madrid, Comunidad de Madrid Cultura La actriz lt;HIT gt;Charo lt;/HIT gt; lt;HIT gt;Lopez lt;/HIT gt; en la Academia del CineANGEL NAVARRETE

Charo López se niega a interpretar el papel de Charo López. Habla como Charo López, cuenta al dedillo la vida de Charo López y, a poco que uno se descuida, se ríe a carcajadas como lo haría la mismísima Charo López. Su voz, eso sí, es la de Charo López. De eso no hay duda. Y sin embargo, se diría que todo lo que es en realidad lo fue o será en cada uno de los personajes que tiempo atrás encarnó y, por qué no, en los que aún le quedan por hacer suyos. «Nunca he hablado de mí. No quiero saber quién soy», dice a modo de presentación. Y Chema de la Peña, amigo, confesor y director de cine hace suyas esas ganas de huir de sí misma para componer el documental que se acaba de presentar en la Seminci bajo el título Me cuesta hablar de mí; una película donde Charo López se niega en redondo a ser Charo López. Y es ahí, en la contradicción de no ser más que cada una de sus contradicciones, donde Charo López se hace grande. O sólo gigante. El matiz importa.

Tiene fama de ser mujer a contracorriente. Y ella, como no podía ser de otro modo, lo niega. Nació en Salamanca en 1943. Lo hizo en un España profunda y cruelmente gris. Y ahí, estudió Filosofía con sus letras. «La vida ha ido surgiendo al paso. He ido abriendo las puertas que me han ofrecido. No he hecho nada que no me tocara hacer. Es más, soy una mujer de orden», dice, se toma un segundo y recuerda que si naces en la ciudad que naces y tu padre tiene claro que su hija ha de ser universitaria... «¿qué vas a hacer?». «En el aula de Lázaro Carreter había 20 chicos y dos mujeres. Notaba que algo raro pasaba. Pero no me mosqueaba. Iba a la facultad porque me apetecía». Y aquí, otra pausa y una nueva reflexión: «Siempre he tenido un problema con los chicos y es que lo que ellos me mandan lo hago. He sido muy obediente con los chicos». Carcajada.

Lo primero que le pidieron los chicos ésos de los que habla que hiciera es que trabajara en una obra de teatro; en Final de partida, de Samuel Beckett. Y de ahí, todo lo demás. Su debut con Gonzalo Suárez en Ditirambo, su entrada en la Escuela de Cine y hasta su prueba fallida (culpa del sindicato de actores francés) con Luis Buñuel para hacer de Virgen María en La Vía Láctea. «Eso sí me dolió. No tanto por mí, sino por los chicos [y aquí entra toda la nueva hornada del Nuevo Cine Español] que estaban entusiasmados con el hecho de que trabajara con el maestro», recuerda.

Pronto, suyas fueron descripciones encendidas que emparejaban la cualidad de la belleza con el rigor de lo clásico, de lo peculiar, de lo diferente. Y de nuevo otra negación. «Nunca supe cómo interpretar esa partitura, nunca supe ser sólo guapa. Me llegó a agobiar y llegué a renegar de ello. Yo quería ser una actriz buena. Nada más. Aunque luego aprendí a vivir con ello», dice. Luego llegaron sus trabajos en el célebre programa de TVE Estudio 1, su colaboración con Miguel Narros en el teatro... y así hasta llegar a eso llamado fama de la mano de Fortunata y Jacinta primero y de, sobre todo, Los gozos y las sombras después.

«Mauricia la Dura [la tercera mujer en la novela de Galdós] fue el primer papel que amé, el que me dio la gloria. Cuando está harta de las monjas dice eso de "¡Aire!" y se va, estaba hablando de mí, de mis propia relación con las monjas», recuerda para acto seguido detenerse en la monumental Clara Aldán según el dictado de Gonzalo Torrente Ballester. En ella en general y en la por siempre mítica escena de la masturbación muy en particular. Fue una secuencia que detuvo el tiempo. «TVE mandó una nota donde decía que la escena se rodara en plano general, que para los niños pareciera un dolor de tripas y para los mayores, de muelas. Le di al director el placer del orgasmo... con las muelas y con las tripas. A don Gonzalo le encantó. El director me hizo repetir la toma. Yo le dijo que no iba a salir mejor y él me contestó que lo sabía, pero que quería volver a verla».

Charo López se declara feminista, «pero sin saberlo»; revolucionaria, «sin pretenderlo»; actriz, «por convicción» y «abanderada de nada». Charo contra Charo. Cuando en España «recién se empezaba a follar», como ella dice, trajo hasta aquí en calidad de empresaria y protagonista Tengamos el sexo en paz, de Dario Fo. Y con la obra llegó la revolución. «Recuerdo que salía al escenario y preguntaba a la gente si sabía dónde estaba el punto G. Aún los hay que siguen sin dar con él». Y se ríe.

Charo López nada envidia. «Siempre he hecho mujeres poderosas. No sé si tiene que ver con mi físico o con mi modo de entrar a los sitios o con mi voz, pero nunca he hecho una mujer débil o asustada o frágil. Y eso también está aquí», dice, se golpea el pecho y, de nuevo, se niega a interpretar el papel de Charo López.

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