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Todas estas ideas debían de
circular por los pasillos de la mente del prelado en aquella tormentosa
madrugada del verano madrileño de 1958. Estaba por descargar una tormenta. No
había aun amanecido. Lejanos se oían truenos lejanos y el horizonte de las
montañas oscuras se llenaban de fulgores que los lugareños llamaban el
cordonazo de San Francisco. Debió de ser así la noche de Getsemaní cuando
prendieron a su Maestro. Oh buen Jesús, tus palabras siempre fueron de vida, no
de muerte, puesto que lo que Tú afirmaste se cumple eternamente; vale no sólo
para los seres habitaban la tierra en tu tiempo sino también para los hombres
de todas las épocas hasta que el mundo se termine. ¿Se terminará? Dudas pero es
el sustentáculo de nuestra fe. Pasará el cielo y la tierra pero tus palabras no
pasarán. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Pensamientos tales le imbuían
de una cierta tranquilidad de conciencia. Todo tenía sentido y no lo tenía a la
vez pero él era hombre de libros. Se atenía a la escritura mil veces
escudriñada y aprendida de memoria. En su familia había aprendido el amor a los
libros pero a diferencia de sus abuelos era un creyente enamorado de Jesús y
del Nuevo Testamento. El antiguo no lo comprendía. Le quedaba demasiado lejos.
Amaba a la Iglesia pero le dolía aquella iglesia en la que la caridad brillaba
por su ausencia. Con obispos absentistas, clérigos libidinosos, papas
corrompidos, esperanzas rotas. Como buen hijo de Santo Domingo vestía su hábito
blanco y la capa y la cogulla negra con orgullo aunque recordaba que un día por
las calles de Londres vinieron a su encuentro un grupo de borrachos, recién
salidos de una cervecería de Putney. Apestaban a cerveza. Se le encararon y le
escupieron buena cuenta de insultos e improperios. Bloody black Friar… Spanish zelot. Go back to
your country. We load your King[a].Tuvo una sensación de agobio, como una
opresión en el pecho a la vista de los forajidos. Echó a correr porque la turba
enemiga blandía sus puños, se encomendó a la Virgen y atenazando con furia las
cuentas del rosario que colgaba de sus lomos de dominico, pudo ponerse en
franquía. A pesar de sus kilos corría más que sus perseguidores
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