A LA VUELTA LO VENDEN TINTO
Me sumergí en un dialogo de besugos
mientras los pavos picoteaban en la corraliza
—¿Qué; ponen las gallinas?
Y la aldeana dijo andi di ahi que a la
vuelta lo venden tinto.
La vieja no tenía cejas tampoco párpados,
se le habían caído a causa de una enfermedad que llaman ptosis. Pobrecilla
había hecho la carrera en la calle la Montera y regresó al pueblo enferma. Fue
sacerdotisa del gusto, y al cabo ya era una arrecogida.
Yo seré puta, decía, pero siempre fui
decente. Me entregué al oficio para comer, entonces no había. Iba todos los
días a la iglesia le fregaba al cura la rectoral y le lavaba la ropa. Tocaba
las campanas y daba el clamor de difuntos cuando alguno moría. Ahora la
prostitución se había generalizado y tanto es así que muchas chicas de la tele
eran putas y hasta alguna ministra no ocultaba su condición. Te abres de
piernas y ganas un puesto y el que venga atrás que arree, pues ya digo a la vuelta
lo venden tinto. Buena mujer la Jesusa a la que llamábamos en mi pueblo unos la
Arrepentida. Otros la Arrecogida. Murió casi una santa y ponía velas a la
Magdalena y hasta Nefrisa que lo hacía por amor al prójimo.
Pues
esta santa Nefrisa haciéndolo de balde y por caridad se santificó. De los
mansos de corazón será el reino de los cielos.
Ya no se acordaba de sus profusiones
orgásmicas ni de sus clientes de la calle la Ballesta. Eran tíos muy guarros.
Se acostaban con nosotras y luego le pegaban a la mujer unas purgaciones de
aquí te espero.
La cosa no tiene remedio y los que digan lo
contrario proejan contra corriente. Solía decir la Jesusa que sus mejores
clientes eran los curas. Y es que efectivamente la cosa no tiene vuelta de
hoja. A la vuelta lo venden tinto.
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