ESTEBANILLO Y LA LEYENDA NEGRA. II PARTE
Segundas partes nunca fueron buenas. No embargante lo cual este aserto falla en el Quijote lo mismo que en el Estebanillo González, que en la segunda entrega se muestra superior. Era pequeño y bufón, asiduo de tabernas bruselenses y usuario de lupanares de media Europa. Viva la infantería española que se cubrió de galones y valor en Flandes. El pensamiento puede que les repugne a los globales pero el gracioso de corte, el ranchero de las cocinas de campaña no se cansa de gritar Santiago y cierra a España. Con razón y sin ella mi país. Es la voz la que está detrás de ese grito, no las explicaciones intelectualoides de la historiografía al uso y que se ha transformado en leyenda negra. Organizan las guerras los más cobardes, los señores en sus castillas y los papas en sus palacios. La padecieron los más valientes y sufridos, las castas de los de abajo. Luchan por Cristo, derraman su sangre en defensa de la fe y de la cruz. La tragedia de España es que Roma no creía en las lágrimas y los pontífices a la sazón estaban encastillados en su negocio. España contra todos y mihi non placet Hispania que intimaba Erasmo. Los banqueros holandeses por una parte y los de San Juan de Letrán financiaron aquellas guerras de religión. Al autor de esta obra cuyo padre converso pertenecía al elenco de sefarditas que se refugiaron en la Ciudad Eterna y a la sombra de los dineros de San Pedro hacían sus negocios no le duelen prendas Esta obra denuncia lo que la leyenda negra silencia entre bromas y veras y chacotas como por ejemplo el relato de su propia emasculación a la que fue condenado por violar a una criada. El pasaje ha sido borrado de las ediciones posteriores a la edición príncipe. La cosa debió de ocurrir en Bruselas. Era el castigo a este tipo de delitos que se acostumbraba en los viejos tercios, como prescribían las ordenanzas..
Cuando ya el matarife estaba preparado con los trastos de matar y el jifero se disponía a hacer carne en lo más reservado y valioso de su anatomía llega un mensajero del cardenal Infante – hermano bastardo de Felipe IV- con la papela. Del susto casi se muere nuestro personaje y de la alegría del indulto encuentra una taberna y se emborracha como de costumbre. Es uno de los pasajes más tersos, deliciosos y divertidos de nuestra literatura clásica. Y conserva una modernidad pungente y pinjante, nunca mejor dicho, que parece haber sido ayer mismo. Salió nuestro héroe de Capadocia, quisieron caparlo y no lo consiguieron por la gracia de Dios y prosigue sus travesuras y aventuras de las que al contrario de lo que acontece en otras novelas picarescas suele salir airoso.
Como vivandero de las tropas y entre la impedimenta y los bagajes, lo que hoy se denomina Logística, defiende las banderas del emperador. La guerra huele mal. A cadáver, a mierda de mulo, y a chamusquina por el incendio de las ciudades y no solía haber piedad para el vencido. Las villas eran saqueadas, las mujeres forzadas por la soldadesca. Pero hay en toda ella una vibración épica y hasta cierta generosidad. Estebanillo siempre las apaña, cruza con su regimiento el Rin varias veces. Su columna llega nada menos que a CRUZENAQUE (Kreuznach) en Prusia casi en la frontera rusa y cuenta cómo era la vida en Bruselas donde se situaba el cuartel general. El personal al atardecer se dejaba en la Cur que era como el Prado de Madrid.
En Mansfeld monta un tenderete de tabaco y aguardiente donde gana de dinero pues los legionarios no miraban dispendios. Iba y venía con los convoyes portando sus menudencias y remediando las necesidades de la tropa, les vende botas y piales, ropa de campaña por lo general requisada a los holandeses a los que odia lo mismo que a los judíos, siendo él de la misma raza por parte de padre y hablando hebreo a la perfección, pero no le duelen prendas. A los primeros llama gorgoteros porque al hablar parece que hacen gárgaras y a un hebreo en Viena que no le pagó una deuda lo tiene metido en un pozo de nieve que era una especie de nevera que tenían las casas aquel entonces para conservar la vianda. Se echa varias novias alemanas y las pone al punto. No le importa servir al oficio más viejo del mundo de macarra. En Maguncia tiene un duelo con un compañero por una trampa al juego de dados.
Y era tan poco escrupuloso con su mercancía que bautizaba la cerveza que expendía con el orín de los caballos y los parroquianos no notaban sedientos y bebidos como estaban estas bodas de Caná. Que no tienen vino, pues meales la jarra, no se van a dar cuenta.
Nos cuenta la victoria de las armas españolas frente a los franceses en Namur y al llegar a Lovaina se emborracha para no variar. Llegué a Lovaina, insigne universidad de Brabante y refrescándose la memoria de mis estudios pasados me entré en un escolástico tabernáculo adonde tomando un calepino de tragos, en poco espacio, pensando hablar romance, hablaba un latín que ni yo mismo lo entendía. Sus aventuras etílicas siguen en SCHENKE isla del Rin que tomaron los tercios y al bufoncillo hasta el nombre de la ciudad le agrada pues Schenke en alemán significa taberna. Allí siguiendo al grueso de la caballería española se gana el favor de un capitán al que le arrima las mozas, le limpia las botas y el correaje. Era don Pedro de Montemayor.
En Mastrique entró al grito de Viva España y muera Holanda pero en la famosa plaza de los Nederlands cae prisionero del ejercito del DUQUE DE BULLON. Salva el pellejo en un canje de prisioneros. Al leer esta obra, uno no puede menos de mirar para el CUADRO DE LAS LANZAS en la rendición de Breda, hoy Brest, una victoria para las armas españolas.
En esta panorámica de un campo de batalla se espeja el ambiente caballeresco de aquellas guerras de religión que el protagonista cree que financiaban los banqueros judíos de Amsterdam.
Hay una relación circunstanciada de los campos de batalla y la zona de operaciones de su hoja de servicios mucho más circunspecta y humorística de la que traza la leyenda negra. Ya sabemos lo que decían las madres de NORDLINGEN para asustar a los niños. No decían que viene el coco. Decían que viene el Duque de ALBA.
El Esteban, a lo que estamos, sigue a lo suyo que es la supervivencia del enemigo en el campo de batalla y de sus jefes que lo arrestan por inquieto y revoltoso al corneta, machacante, ranchero, vivandero y provisor, mozo de mulas y pincerna del general al que le bebe el mejor vino poniendo en la copa otro de inferior calidad. Es un soldado profesional que sin grandes alharacas defiende su bandera aunque del propio estandarte hace befa diciendo que era un trapo colorado. Si viviera ahora mismo hasta se limpiaría el trasero con la señera catalana, esa que cuando la ve Arturo Mas y sus comilitones parece que les da un telele y entran en trance.
En Ruppelmunda se echa novia, una DAMA DE DAME. Con esta moza todo el escuadrón tiene esposa aunque sea por un cuarto de hora y el dulce meneito. No sale muy mal parado el amor cortés de esta furibunda diatriba contra la mujer, que rezuma misoginia. En un par de párrafos pone en berlina a las Frigilis, a las Tisbes, las Elisas, los Heros y Dafnes de los sonetos.
No existen Lucrecias ni Porcias en la vida real. La fuerza de la sangre es la fuerza del semen y de los dineros con estas damas de toldo y arandela que llamaban en el Prado y en Flandes eran soldaderas y en la legión hasta no mucho cantineras.
Su poca discreción y temple arisco con las señoras pues nuestro bufón debía de seguir la técnica de aquí te pillo aquí te mato le va a costar una condena a EMASCULACIÓN que el sentiría más que la propia muerte en Ruppelmunda.
Se trata de uno de los pasajes más escabrosos, aunque nada morboso, y más divertidos de todos nuestros clásicos. Con cuanta resignación, un mar de lágrimas los ojos y dando por perdidas sus mejores prendas, aunque reconociendo su delito va a caminar hacia la toza de un capador de gorrinos con más angustia que si fueran las escaleras del patíbulo.
Al otro día vendría el sastre de cortar trajes. Era un castigo muy frecuente en palacio pues los enanos y bufones aparentemente inofensivos se convertían en favoritos de las damas con gran furor y celotipia de sus correspondientes esposos. Es posible que don Francesillo el pequeñete que aparece en las Meninas hubiera sido despojado de sus atributos por orden del rey sin embargo, Estebanillo volvió a tener la suerte de cara pues se salva en el último instante cuando el albeitar preparaba los instrumentos para infligir tan horrible suplicio. Atroz pero frecuente en la edad media. A los ladrones se les cortaba la mano, una costumbre prescrita en el Corán. Y a los violadores y abusadores de niños, chas... por eso no abundaban ni el estupro ni el pecado nefando al menos tanto como hoy.
Esteban por su parte no quería acabar en eunuco de Constantinopla, ni músico de capilla ni carabina de damas con guardainfante en poder de la gura que es como se llamaba a los cercenados en la edad media pues iban por la vida como esa paloma de bellos colores y con moño, esto es ramalazo.
Aparte del gozo estético que supone su lectura y la viveza y donaire del estilo castellano impregnado de modernidad El Estbanillo posee una contextura profética y nos precave contra la credulidad o papanatismo que desdeñan lo suyo y aceptan como tesoro las baratijas extranjeras. El episodio de la cendrera con la ceniza de los mártires con que engaña a los cansinos zabulones de Rouen es un presagio de la teología del Show. No consiguieron acallarlo ni convertirlo en caballo percherón. Él era un brioso corcel que coceaba y relinchaba a cada paso. Tiene la desfachatez y el desparpajo de los hijos de la raza, que conocen bien el mundo a partir de una formación clásica en latín y en hebreo. No hay peor cuña que de la misma manera o la befa que hace de los godos, de las ejecutorias de hidalguía y de los linajes.
El antisemitismo español no se plantea en términos de raza sino de credo. El protagonista, que es leal a su Rey y a los capitanes de tuvo, acepta con longanimidad los gajes de lo oficio y la vida a la cual le llevara su infortunio. La bufonería tiene del pan y del palo, de la miel y de la hiel, del gusto y del susto porque no hay cochura sin hermosura. Toda la obra es un canto a la libertad. A veces se lo pasa bien....en Viena celebramos carnestolendas con regocijo y otras horas son horribles...me asieron cuatro galafates de pan de munición, bajándome las bragas me montaron en un potro que no era el de Córdoba y el jifero ya había aderezado una ristra de vendas y estopa... ya afilaba el cuchillo. Su entrada en Bruselas no puede ser más deplorable. Entra en la ciudad llevado por un arriero que le coloca un par de cuernos de ciervo en la testa y le da de beber toda la cerveza que quisiera...dimos tres o cuatro vueltas al Tur bebiendo a tantas saludes que padecieron detrimento las nuestras y cuando ya el aduar iba cuesta abajo y nos hacía el vino y la señora cerveza a unos de Asperges me y a otros de Humilate capita vestra, acertó a pasar Su Alteza el PRÍNCIPE CARDENAL INFANTE, y haciendo todos una salva real de tragos puros y refinados que nos fue forzoso caer rendidos habiendo entrado triunfantes... nos quedamos todos de judíos de paso de la resurrección sin poder ninguno levantarse del puesto ni menearse.
Ignoramos si llegó a enamorarse de aquella frisona que le fue tan ingrata. Aquí los sueños del eterno femenino se vienen abajo. Como en el Quijote, Dulcinea se convierte en Maritirones y la guerra es un pesadilla como la pugna que mantiene el Ingenioso Hidalgo contra los molinos. El amor es una utopía. Revela el autor buena psicología y dice que las mujeres desdeñan al que las quiere bien y se inclinan por quien las maltrata. Desconocemos el nombre de pila de su querida Balerma y se parte a campaña no sin antes encerarla en un monasterio... mas de fuerza que de grado y tomé las prevenidas postas y repitiendo al son de su trote adiós Bruselas marché a Namur adonde después de romper los cristales del Mosela y de fatigar el bosque de Crucenaje y de desempedrar las calles de Worms me embarqué en el caudaloso Danubio rumbo a Viena. aunque como dice la copla
madre la mi madre
guardas me queréis poner
mas si yo no quiero
yo solita me guardare
la descripción corográfica de los lugares de Europa es una majestuosa descripción de la geografía europea en el siglo XVII. En sus correrías, pasado el Oder, alcanza las riberas del Vistula y se hospeda en el palacio del Duque de Varsovia Ladislao. Poco antes de alcanzar esa frontera tienen un encuentro con los suecos en las filas de la Armada del Archiduque, olvidándose de sus obligaciones castrenses huyó a retaguardia y, afufando, no paró hasta ocultarse dentro de un pajar y debajo de la paja y ser rescatado por su capitán y esta es la razón que esgrime para justificar su cobardía: si vuecencia me mandó llamar a Flandes para que le sirviese de soldado, está mal informado de mis partes, pues como otros son arhiprestes de presbíteros yo soy archigallina de gallinas. Su excelencia estalló en carcajadas esta vez pero en otras ocasiones la suerte pintaba de bastos y el marmitón recibía sarta de palos en pago a sus insolencias y cobardías. Ya dijimos que el protagonista se burla de todo lo divino y lo humano. Al soldado el valor se le supone pero esa frase es muy elástica. Lo suyo eran las provisiones de boca (bocólica), potajerías, perolas de la cantina y andar entre los carromatos o levantando la moral de la soldadesca con alguno de sus donaires y cuchufletas, arrimandoles putas o proporcionando raciones de aguardiente con los que cobraban valor antes del asalto a la trinchera o de una carga de la caballería ligera. Tampoco oculta su menosprecio hacia los zabulones ni su amor al catolicismo que es la única religión verdadera. Cuando Estebanillo se pone serio escribe algún acrostico o un maravilloso poema de felicitación al cardenal infante al que llama rayo de la guerra. Cuando por el contrario está de bromas se mete una cendrera en la faltriquera y dicen que son las cenizas de sus abuelos quemados en un auto de fe cuando no eran más que la escoria de un fuego de campamento.
Catalogado como novela picaresca el Estebanillo tiene su buena dosis de Libro caballeresco pero también es un reportaje periodístico de un corresponsal de guerra desplazado a los países bajos empotrado en las filas de la tropa del Duque de Amalfi y otros insignes mandos militares. De forma desordenada va enumerando las zonas del conflicto. Es lástima que habiendo sido España una primera potencia de primer rango en la guerra y en el decubrimiento del nuevo mundo no carezca de una narrativa de tan formidables hechos siendo la literatura castellana donde empieza la épica con el poema del Cid en las lenguas romances. También es la nación que descubrió los derechos humanos con las leyes de Indias. Tal carencia obedece al escaso patriotismo de los españoles y a las presiones de esos cansinos flamencos instigadores de la leyenda negra. La Vida del Estebanillo González siendo una producción del genio hispano parangonable al Quijote ha sido obliterada pero no sólo por el tema sin por el estilo conceptista como buen especímen del barroco alcanza las alturas de masterpiece. Se escucha como trasfondo a lo largo de sus capítulos la voz del pueblo. Es el sufrido Juan Español quien habla por boca de este pícaro escéptico burlón pero genial por la intelingencia y longanimidad con que se enfrente a toda clase de peligros sobreviviendo a las tempestades, los naufragios, el fuego de arcabuces y lombardas, a las lenguas de doble filo y a los tajos de mosqueteros herejes y a sus jefes algunos ineptos e incultos, elegidos a moco de candil, como bien dice. Sortea las sirtes, se burla de los judíos, de la inquisición sobreviviendo a las pítimas que agarra pues era demasiado dado a empinar el codo como buen legionario
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