CANTO GREGORIANO
EL cancel de la catedral de Segovia (aquel armatoste de madera de pino de
casi veinte metros de altura y tres de ancho) lo transpuse infinitas veces
cuando era monaguillo. Me sabía el confiteor y el suscipiat y el canon del viejo rito. Las palabras en latín suenan
dulces y terapéuticas en mi memoria.
Era la magia del Siete, las octavas y neumas del canto gregoriano. Percibo
ahora ya viejo en mi memoria los kiries y los gloriapatris conjugadas con el
vozarrón del deán Revuelta que nos convocaba:
─Niños, a coro
Y un revuelo de sotanillas rojas y roquetes blancos se abría paso por la vía
sacra desde el altar mayor a toda prisa. Venían los turiferarios perfumando la
nave de la catedral gótica, detrás los pertigueros seguidos del magistral, el
lectoral, el racionero y el fabriquero.
Sonaba la voz profunda de don Quirino el beneficiado que cantaba la
Passio los viernes santos interpretando a Cristo, Matesanz el tenor lo bordaba
como cronista. Don Macario hacía de pueblo dando voz a las turbas en el
gazofilacio.
Recuerdo aquellos veranos de mi infancia en que me nombraron seise y
tiple de la escolanía. Bajaba pedaleando en mi bicicleta desde Valdevilla hasta
la Plaza Mayor y me introducía por el cancel, casi no tenía fuerza para empujar
el portón y salir indemne del capotazo del grueso telón de cuero que ponía al
templo mayor a recaudo de los fieros fríos invernales de Segovia.
Allí estaba ya doña Bibi la pobre vergonzante envuelta en un ropón de
piel de carnero pidiendo limosna murmurando a través de su boca desdentada la
oración del Justo Juez. Una limosnita por el amor de Dios.
Yo siempre daba a la pobre vagabunda una perra gorda aunque sabía que
luego se lo gastaba en vino. A su marido y a un hijo suyo los habían matado los
rojos en la batalla de Brunete y se dio a la bebida.
Ya estaba todo el cabido sentados
en sus sillares o apoyando el trasero en las misericordia dispuestos a entonar
el Domine Labia mea Aperies.
Las palabras eran en latín pero en todas ellas palpitaba el espíritu de
Israel. Las laudes eran a las diez más cortas que Prima. Acababan con un una
bellos suplica intercesora a la Virgen María. Toda la clerecía entonces salía a
desayunar. Muchos eran profesores del seminario o párrocos. Escapaban a decir
misa. Nona era al mediodía y Tercia a las tres de la tarde. El oficio de Tercia
se desarrollaba a la misma hora en que Jesús expiró en el Monte Clavario.
Más o menos la hora de comer y a la tarde cuando el sol se hundía tras el
horizonte Vísperas. Y así día tras día durante casi nueve siglos. Una melodía
que no cesa y atraviesa el tiempo dejando aparte las guerras, la peste, el
hambre, las secas, los terremotos. Esta continuidad de la iglesia de Segovia es
una de las grandes tradiciones del depósito de la fe cristiana El canto
gregoriano es todo él un fulgor de belleza contemplativa. El hombre se abstrae
de sus miserias y se eleva. A Dios deben de complacerle las alabanzas y derrama
sus gracias sobre la tierra. Es otra de las grandes virtudes del catolicismo. No
lo toquéis más que así es la rosa. Cuando empezamos a razonar y cuestionar con
innuendos, minuendos y sustraendos y pegas, la flor se marchita. Cristo es el
Amor y la Belleza. Permite salir la voz del amor desde sus cuerdas vocales. Gallo
que no canta algo tiene en la garganta. Las secuencias y antífonas gregorianas
son gritos del alma remedio de la tristeza, acicate de la alegría. En e
seminario aprendí yo a amar el canto coral y lamento que Novo Ordo haya obviado
al canto gregoriano dando paso a instrumentos musicales como la guitarra o la
trompeta que fueron prohibidos en las misas por Pío X. el diablo debe de estar
contento por este cambio. Dicen que el mejor instrumento musical es la voz
humana. Únicamente los rusos han conservado tan gran acerbo que data de los
primeros siglos de la cristiandad. Los troparios bizantinos abren la puerta de
los misterios. El ser humano ha cantado siempre en las bodas, en los entierros,
en las faenas del campo, en las del hogar, en las tabernas, en el amor. Los guerreros
iban a la batalla cantando. ¿Dónde ha quedado el arte del contrapunto? ¿Qué se
hizo de las antiguas melodías? Comprenda el lector el desencanto de este viejo
que aprendió a rezar y a cantar el oficio divino en la catedral de Segovia
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