2023-12-10

EL CONDE DUQUE LLEVABA EL ESTADO EN SU CABEZA ELOGIO PATRIÓTICO DE UN GRAN POLITICO DIFAMADO ERA EL VALIDO DE FELIPE IV

 

EL CHAMBERGO DEL CONDE DUQUE DE OLIVARES

Antonio Parra

Camino de mis pomaradas el día de Santa Ana no paró de llover- Sacramenia honra a la abuela de la Virgen como santa tutelar desde el siglo X- paso por Toral de los Guzmanes pueblo leonés donde los haya, páramos de tierra rodena, verde de las riberas del Esla, tierra de fray Gerundio de Campazas, bodegas de clarete encuevadas en la ladera del pardo mogote León por Castilla fieras torres de los fueros campos góticos. Siempre España. Este pueblo leonés polvoriento todo él de adobe con sus paredes rojizas tiene toda la gracia de las casas deshabitadas. Pasado y presente se dan mano y no puedo menos al pasar de evocar la grandeza del Conde Duque que me mira mefistofélico desde el caballo condescendiente y altanero desde ese caballo que pintó Velázquez y se nos va a la empinada. Y que con su gallarda cabriola y su coqueta mirada cuando le veo en el Prado siempre me dice:

-Arriba España y viva el papel de estado.

Los funcionarios le deben la sinecura a este prócer sevillano nacido en Roma que llevaba al Estado en la cabeza. Mire, las oposiciones. Venga. El conde duque. Danos y danos hasta que no te conozcamos. Ley de las tabernas. Una sinecura. Una cátedra. Un buen y oscuro pasar un puesto inamovible. Ahí está el Conde Duque con su estatua garantizando ese áurea mediocritas al que aspira todo español (el 75 por ciento de nuestros jóvenes quieren ser funcionarios pero España amigos no da para más y los ala tristes no nos la defienden más bien al revés con gran complacencia de nuestros enemigos históricos que pagan estos bestsellers). Y ahí nos las den todas. Et chacun a son gîte que dirán los franceses. Cada gallo en su quintana y cada mochuelo a su olivo. Noches para destetar hijos de puta y días para que las gallinas no pongan huevos sino cabrones. No está el verde para pitos ni el tafetán de Magdalena para primores y zampoñas. Las nuevas generaciones lo van a pagar caro. No saben historia de España o la aprendieron mal en Oxford o en Amsterdam. Gibson es un headmaster inglés, sin cabeza porque lo de head es un suponer porque si se la abriéramos encontraríamos su sesera hecha agua y odio con pinta de rabino que habla muy mal castellano y lo escribe peor a pesar de sus muchos años en Madrid que va a utilizar the birch (el látigo) esto es la disciplina inglesa contra todos vosotros. Nunca aprenderéis. Otra de García Lorca.

Cuando mandaba don Gaspar de Guzmán todavía éramos grandes. Hoy en cualquier momento nos podemos ir a tomar por el culo y algún jefe de negociado de los que ficha y está en nómina se puede quedar con la tarjeta en la mano y la candela al rabo. Pero viva siempre el papel de estado.

Mírala. Es mucho mayor por lo que hizo que la puerta de Alcalá. Lo malo de mucha gente es que desconocen su historia y no sabían quien era don Baltasar de Guzmán. Peor para ellos pero la España a la que él dio fuero y prematica ahí está. Nos miró una mirada de inteligencia desde el caballo y ahí queda eso. Desde entonces los españoles estamos bajo la protección de su chambergo, ese pavero al que Esquilache quiso quitar retal y rebajar centímetros. Al pueblo se le subieron los humos. En España puede estallar una revolución por una cuestión de centímetros. Por el cipo de una finca, por el ceder el paso en una acera, por el quítame allá esas páginas y claro está aquí todos preferimos el embozo y el ala ancha, los alas tristes que se los coman los dragones. Total una revolución contra los masones y la vieja retórica contra iudeos y pueden arder las sinagogas como otrora prendieron fuego a las basílicas, mucho mondongo, por el fuero y el huebo y aquí todos somos algo taurinos con un si es no de católico y de sentimental. Temo que me lo desgobiernen. La frase de Felipe II se cumplió en aquel Valido.

El chambergo del Gran Guzmán, Zp oído al parcha y ojos de Argos, un símbolo pero viene a ser para nosotros aval de libertad. Somos el pueblo más libre de toda la cristiandad. Ah sombrero que significas albedrío pero que no nos hurguen mucho los cojones. El sombrero del Conde Duque luchó contra los nobles y como en su España de entonces nos crecen los enanos. Cada uno quiere ser un cacique y nos quiere gobernar. Olivares desmochó sus torres. No admitía a su vera señores de horca y cuchillo.

-Reverte se ha hecho rico a costa de la derrota pero no da una a derechas. No hay que fiarse nada de los murcianos ni gitanos de mal vivir. Y las alas de nuestro pavero no son tristes y alicaídas sino enhiestas y bramadoras como el báculo de un garañón en celo. Entramos en Breda y conquistamos Mastrique. Rocroi fue una batalla que perdimos pero con un soldado menos también se gana la guerra.

-Furrieles a la mira. Tercios a mí. Ya lo sé. Nos traicionó la sinagoga de Amsterdam. Inglaterra conspiró en Portugal y Francia en Cataluña. No hubo nación más grande que España. Ni con tantos enemigos tampoco y en ese empeño seguimos y no hay tutía.

-El Conde Duque fue un triunfador. A pesar de todo y muchos españoles le deben la sinecura y el papel de estado, las oposiciones con que siempre nos usan la pluma por el pico a los laborales. Nadie mejor para hacer la estatua. Un gigante en medio de enanos según Marañón. Pero le odiaban las monjas y las mujeres y ello fue causa de su desgracia... aquí, como caigas mal a las señoras vas de culo.

Y si los funcionarios le deben el puesto fijo, los taurinos le deben todo. El conde duque era un torero. Gallardo y sublime. Muy español, algo putero, muy trabajador al que nada se le ponía por delante. Muy religioso hasta rozar la misma superstición. ¿Qué más se puede pedir?

-La decadencia

-Hombre, no me fastidie. ¿Se puede llamar decadencia a un tiempo en que Quevedo escribía sus maravillosas prosas, Tirso hacía encajes de bolillos con sus comedias de costumbres y Alarcón con las de enredo y en los corrales estrenaba Lope y en el Alcázar pintaba el aire don Diego y en Flandes aun no se había puesto el sol con nuestros navíos bojando la esfera armilar? ¿Y el pueblo español hizo lo que siempre supo hacer mejor que nadie: vivir de gorra? ¿Un poco exagerado no?

-Cierto.

-Pues sí. Buen canto a España, nuestra natura y a Italia nuestra ventura y a la puta Holanda nuestra sepultura.

Toral de los Guzmanes es el alma máter de la familia goda con más abolengo de las Españas. Junto a los muros del palacio no cabe tanta grandeza deshabitada. Gutte Männer (Guzmán) nos refieren a los hombres buenos, probos, los leales vasallos del Alto Alemán. Honor y honra como norma. Principio vasallático. El caballo de Carlo Magno parece que pasó por aquí camino de Santiago. ¿Peregrino o un soldado disfrazado? No sé. Niego la menor.

Esta familia dio guzmanes para dar y tomar. El primero el Bueno el gobernador de Tarifa. Ahí tenéis mi puñal le dijo a los moros. No cabe más orgullo ni más honra en una frase. Cien obispos y treinta santos, entre ellos el inventor del Rosario y más de treinta reinas y princesas desde doña Urraca a Eugenia de Montijo. Siempre que cruzo Toral en la noche me asaltan fantasmas de grandeza y el Conde Duque con su gran pavero se me viene al encuentro. Arriba brilla una estrella y en lontananza adivino las espiras gélidas de la catedral gótica. Romero soy y peregrino de una España sublime a la que algunos historiadores y novelistas a sueldo extranjero hacen astillas.

-Buenas noches, don Baltasar de Guzmán. Chapó. Usía y yo no somos derrotados. Por haber amado y comprendido a este país que siempre da la espalda a sus hijos mejores.

Y que el chambergo del Conde sea nuestro refugio cuando vengan mal dadas. Bajo el ala de su sombrero y al pairo de su espuela y fusta, caballista consumado, nos colocaremos. En España ya lo sabemos la vida es una perenne lidia, mas, velay un español con las virtudes y defectos de la raza. En esta pintura ecuestre don Diego Velalquez no pinta solamente a un jinete magnífico sino que también traza con su pincel la semblanza psicológica de un país que prefirió los torneos y las monterías, los juicios de Dios y las procesiones a los trabajos del día a día, un país heroico y tendente a lo sublime pero haragán y descuidado con esa haronía que mata. El conde duque representa el ansia de poder. Todo para mí. Es un caudillo de la totalidad que aborrece las medias tintas. Ahí le veis con cara de ordeno y mando, muy taurino él, muy putero y tan religioso como fanático. Muy tío y muy viril y amigo de los jesuitas aunque la espiritualidad de éstos por entonces no había adquirido el nimbo ñoño que tendría tiempo adelante. Díganlo si no los deliquios en aquel convento de San Plácido calle de San Roque muy cerca de donde está hoy la Ballesta en que don Gaspar en un lateral del crucero se ayuntaba carnalmente con doña Inés su legítima, y tenía coito o la cubría como un garañón a su yegua en la parada, mientras las monjas cantaban tercia en el coro, para pedir un milagro al Todopoderoso y que hiciera que su esposa estéril concibiera un heredero. El cielo le negó esa gracia y el valido de Felipe IV tuvo que conformarse con legar a su bastardo toda su fortuna.

Este es el siglo del milagro y a mí no me parece un tiempo de decadencia sino el del triunfo de la fe española pese a nuestros descalabros bélicos en los Países Bajos en pugna con los herejes. Este auriga del cuadro de Velázquez representa para mí la encarnación de ese triunfo. Marañón dijo que se retardó su nacimiento un siglo que hubiera sido un excelente ministro de Carlos V y de Felipe II pero el Conde Duque fue un hombre de su tiempo, un hijo de su época, empeñado en defender los intereses de la corona española. A los ingleses los tuvo en jaque y su obsesión y casi un sosias alternativo era Richelieu. La frialdad del francés contrasta con el apasionamiento de este sevillano.

Y las mujeres de palacio le odiaban por eso. Por ser demasiado tío y hay hembras que se sublevan a presencia del macho dominante. Isabel de Valois, la esposa del monarca, fue su rival durante lustros pero sobre todo su gestión política suscitó la enemiga de una monja milagrera que se carteaba con Felipe IV y tenía fama de milagrera visionaria y hasta gozaba de las gracias de la transverberación y la bilocación según el historiador Seco Serrano. Hablamos de sor María de Ägreda. A mí lo que más bien me parece es que fue una amiga platónica y quien sabe si de a hecho pues fue en una ocasión a visitarla a su convento el rey que tenía reputación de galán de monjas, lo de las rejas y los capisayos en encierro le ponía, y proclaman los psiquiatras que esto era a causa de su sexualidad insaciable y casi femenina.

Que era un patriota nadie se lo podrá negar. Aunque sin demasiado tacto. Gracias a él se consiguió aplastar la sublevación de los catalanes y a Andalucía que también quería ser independiente la metió en vereda. No vivió para contemplar la secesión de Portugal pero en sus últimas horas de agonía gritaba pidiendo no un confesor sino armas y levas para levantar gente para ir contra los lusitanos apoyados por Inglaterra. “Ah cuando yo era rector de Salamanca”, dijo poco antes de expirar desengañado de las cosas del siglo.

Casi cuatrocientos años después la figura de este personaje uno de los más importantes de la historia española se alza egregia y trágica a la vez. Por su catolicismo, lo que no obviaba la crueldad porque ya Quevedo lo expresa muy bien en aquellos versos: “católica y cruel Majestad,…etc” fue puesto en berlina. En ese cuadro ecuestre Velásquez lo retrata de cuerpo entero a lomos de ese caballo de ancas anchas cabeza corta y melena de yegua, ojos de ternerita, estampa casi femenina pero era lo que se dice todo un caballo andaluz para un jinete castellano aunque don Gaspar fuese de Sevilla y entonces había una recia polémica entre andaluces y castellanos y hubo un duque que pidió para aquel reino la independencia y el regreso a los taifas. Olivares que tenía un concepto unitario del Estado abominaba de aquella nobleza altanera y privilegiada. Todo su afán fue preservar la monarquía frente a las acechanzas de la nobleza insolidaria. Ahí está el caballero sujeta bien la rienda la espuela en su sitio y la montura haciendo corbetas. Retrato de cuerpo entero. El pintor vio no solamente una psicología personal sino que plasma a toda una época desde su caballete en uno de los cuartos de Felipe IV. Velay una español con las virtudes y defectos de la raza: el ansia de poder y el afán de mando auriga de los destinos por lo visto de nuestra decadencia. Mandaba y alanceaba toros. La burocracia unida a la tauromaquia. El conde duque sabía halagarle los gustos al pueblo: romerías triduos y fiestas de toros y cañas. En todos los labios del pechero y del pequeño terrateniente a la cuarta pregunta siempre una interrogante ¿Llegó la escuadra? Y el oro de Indias que iba a parar a Flandes. Pero don Gaspar no podía tener una estampa más recia y más viril que la que luce en el cuadro.

Por demasiado macho las mujeres de palacio le odiaban. Esta razón o sinrazón puede que fuese la causa de su caída. Una monja visionaria amiga del rey que le escribía cartas desde su convento en Ágreda y la malquerencia o la suspicacia de la reina Isabel de Valois que se esforzó en parir y a veces vanamente príncipes herederos y le nacían infantinas que se morían antes del destete y basta para ello recorrer el pudridero y esas cruces tumbales del cementerio de párvulos del pudridero escurialense le declararon la guerra al valido. El rey estaba a la suyo con sus cómicas y sus novicias. “Las monjas a rezar y las mujeres a parir” esta frase del de Guzmán le trajo la ruina. Nada que escandalizarse y el conde duque no hizo más que retomar la vieja enseñanza de las epístolas de san Pablo que la mujer se salve mediante la paciencia y la generación de los hijos pero el feminismo le puso la proa y a la cosa no sirve darle vueltas. Se trata de una de las verdades de la biología pero el Cálido sigue ofreciendo las manzanas de la tentación a Eva y ahí siguen muchos queriendo cambiar la historia y devanándose la sesera para descubrir el andao palante. El conde duque era un populista. Hoy en día a lo mejor le caía el sambenito de fascista. Llevaba al estado en la cabeza y en una España de pícaros y apaniguados todos esperando el maná de las Indias y las pagas de la benéfica, él estaba en su despacho a las seis de la mañana. Hombre al parecer de conducta intachable y de una sola mujer su doña Inés él se empeñó en mantener la unidad del imperio frente a las acechanzas de la sinagoga de Ámsterdam o la rapacidad de Richelieu o la perfidia inglesa que soliviantó as los portugueses contra los españoles. La secesión de Portugal no la vieron sus ojos pero cuando yacía en su lecheo de muerte en Toros quiso levantar gente de armas para ir contra Lisboa alzada en armas. Los piratas asolaban el Levante y Drake azupaba sus bucaneros por la costa andaluza. Quiso ser un atlante pero el peso de la carga era demasiado para un solo hombre enfrentado a su destino. Castilla estaba exhausta derrengada. Era un Titán pero españa ya no estaba en racha.

Demasiado fue el esfuerzo, Castilla desangrada. Marañón con la acuidad y solercia que le caracteriza y su gran ojo clínico (el libro de este autor sobre el gran valido es una de las biografías mejor escritas de la literatura) descubre el anacronismo de su nacimiento. Olivares vino al mundo con un par de siglos de retraso. Hubiese sido un gran ministro de los Reyes Católicos o de Carlos V. Su mundo no pertenecía al de la Reforma y al de “París bien vale una misa” de Enrique IV sino al del medievo. Su nacimiento en Roma puede que determinase huella profunda en su carácter de católico a machamartillo supersticioso y clericaloide pero nadie le podrá negar la ortodoxia de su fe recia aunque, perdida la privanza, lo acusaron sus enemigos de hereje pero es el axioma ineludible de una país que sabe ser católico pero también cruel y donde no se perdona al que triunfa ni al que fracasa. El magnetismo de su personalidad tuvo un gran atractivo para los historiadores ingleses. De hecho sus mejores biógrafos hasta Marañón fueron Hume y Arnold Benett más tarde Elliott. Por ejemplo en Oxford escuché la idea de que omitió craso error al impedir el casorio del príncipe de Gales Carlos I con una hermana de Felipe IV pero lo hizo por convencimientos religiosos. El novio no era católico y así se inclina por un francés. El fantasma de aquel príncipe después desafortunado rey que murió en el cadalso anda vagando por la Casa de las siete Chimeneas en la Plaza el Rey madrileña donde estuvo hospedado mientras cortejaba a una gazmoña infanta. Se le despachó a Inglaterra cargado de un tesoro de regalos. Es posible que aquellas calabazas de no haberse producido hubieran cambiado la historia de España y del mundo. No respondió a la voz del deseo. El alegato para deshacer el noviazgo fue una supuesta razón de estado. El siglo XVII fue un siglo milenarista. La corona de Castilla pelea como un atlante contra las fuerzas oscuras del Averno que quieren echar a pique la Barca del Pescador que por aquellas fechas no era una frágil lancha de cabotaje sino una enorme urca. En su capacidad de valido o de premier o primer piloto quiere conducir la nave a buen puerto sorteando los escollos. Si bien es cierto que con frecuencia las metáforas nos pierden y la razón da de través encallando contra la sinrazón. El duque se obcecó tal vez. Era demasiado temperamental, muy taurino y muy español. Le faltó sangre fría pero no es ilícito hablar de decadencia según insiste la leyenda negra alimentada mayormente por judíos y por los perdedores que según un dicho inglés beggars and losers can´t be choosers (mendigos y perdedores no pueden elegir) pero en este caso sí: España era el país más rico de Europa y donde mejor se vivía. Lo que ocurre es que hay veces en las cuales parece que descarrilla la historia y los comienzos y comedios del seiscientos al menos en lo que a España afecta pudieron ser una de ellas. Había sed de absoluto y de aspiraciones purificadoras pero esta gran utopía luego se transforma en desengaño y consecuentemente en picaresca. Ante los vientos fuertes y portantes y al desarbolarnos el enemigo algún obenque el timonel hubo de navegar en ceñida. Don Gaspar hubo de ahogar en sangre la rebelión de Cataluña. España entonces se ensimisma. Se entrega a sus profundos y vaporosos sueños y se cierra en banda camino de la iglesia. Nace la mística que es un reencuentro con el carácter picaresco castellano. Los días y meses pasan entre triduos y novenas al efecto eran famosas las cuarenta horas que se celebraban en el convento imperial de San Isidro a las cuales asistía el Rey con toda su corte y las fiestas de toros y cañas en el retiro. Majeza y fervor religioso se conjugan. El cesaropapismo está dando las últimas arcadas. Pero la historia de España ronda por entonces su línea asíntota, la tangente de la curva del infinito. No hubo días mayores. ¿Cómo van a ser decadentes los cuatro lustros que marcan la apoteosis del teatro español? El reinado del Cuarto de los Felipes coincide con Lope Calderón Tirso Alarcón Mateo Alemán... él mismo fue gran mecenas de las artes y él mismo escritor de un opúsculo El Lisandro un pliego de descargos en el que plasma don Gaspar desde el destierro de Toro su melancolía y su desencanto ante el desasimiento de la idea imperial o aquel España contra todos a los que se refiere Quevedo. Hombre de gabinete y un tanto papelista, España le debe al conde ese concepto de unidad que, sin llegar a ser centralista, funciona muy bien bajo los austrias pero que llega a ser siniestra con los Borbones. Fueron dos siglos de esplendor desde el día de Santo Matías de 1500 hasta el de Difuntos de 1700 a la muerte de Carlos II el Hechizado. Dos siglos en los cuales España no ve ponerse el sol bajo sus dominios. Nuestro hombre no sólo inventa el papel sellado y el cargo de primer ministro - ordena a Felipe IV a que asista a los consejos a través de un ventanuco- sino al propio Estado. Su gran afán fue precisamente obviar el desmembramiento de dicho estado. En Barcelona sofocó con mano firme el levantamiento de los segadores el día del corpus y se enfrenta en todo momento a los manejes de la sinagoga que es la que patrocina las guerras de religión. Nuestra derrota en Rocroi marca el principio del fin de nuestra derrota en los Low Landers pero nuestros tercios viejos siguieron allá batallando. La toma de Ostende y de Fuenterrabía serían los grandes éxitos militares del conde duque mas ya casi en la agonía y desde su retiro toresano escribe una carta al monarca pidiéndole autorización para levantar gente de leva y ponerse al frente de un ejercito que fuese contra los lusitanos. El motín lo apoyaba─ como no─ la sinagoga de Amsterdam y la corte de San Jaime gran aliada de Portugal contra España. Se exageró la visión derrotista de aquel mundo dada nuestra atávica tendencia al auto flagelo. Cierto que las condiciones de vida en aquella Castilla esquilmada y dominadora eran miserables pero sin duda mucho mejores que las de los habitantes de Paris o Londres. Rusia estaba en aquella época en estado semisalvaje. Cierto que el fanatismo y la superstición la milagrería y la, raíces acaso de muchos vicios nacionales, hacían estragos en los de arriba y en los de abajo pero nunca rayó tan alto la cultura española como en los años del mandato del gran valido de Felipe IV un hombre excesivo dominador visceral y con las virtudes y defectos de la raza por lo que fue tan adulado como odiado. Desconocía los términos medios y su carácter pícnico tendía hacia esa exuberancia del barroco. Por Toral de los Guzmanes y por estos páramos del viejo reino de León cruza su efigie clásica, su silueta tan distinguida enigmática y prócer. Los guzmanes eran la cifra y el compendio del señorío. Paradójicamente y siguiendo la tendencia de los Reyes Católicos también quiere desmochar las torres de los castillos feudales y a los que más ataca es a los de su estirpe y a los hidalgos de nacencia. De un golpe de vista comprendió que los males de España arrancan de ese feudalismo que se transforma en caciquismo y en esa tendencia a las taifas (lo vemos en este momento en que escribo 2006) Él quiso cortarles los vuelos a los privilegios porque tenía una idea unitaria de la centralidad del mando contra el cantonalismo. Hubo un tiempo en el que odiado por los de arriba era venerado por los de abajo a los que con temple de dictador trata de hacer concesiones y granjerías para hacerles más llevadera la existencia. Favorece la tutela de los, fomenta las obras públicas. Quería ser querido pero más que querido fue temido. Era un caudillo, un dictador. Nada se hacía sin consentimiento. Su verdadera pasión era el mando. “Ahora todo mío” fue la frase con la que despidió al anterior valido el Duque de Lerma en el alcázar madrileño. El caciquismo y el separatismo son males heredados de la lucha de reinos de taifas y de la guerra civil que enfrentó a la corona y a la nobleza en los tiempos de los Trastamaras. Lo de las autonomías acaso no sea sino el reverdecimiento de aquellos instintos puesto que la cabra tira siempre al monte a los que don Gaspar de Guzmán trató de meter en vereda gobernando por decreto y en centralista. La alcurnia entonces se le subió a las barbas se le puso de manos con el mismo brío que el corcel al que le sube don Diego Velázquez para retratarlo en los encinares del Pardo al fondo el horizonte de las crestas guadarrameñas. El arte de Apeles alanza altas cotas en este cuadro. Los de su clase no lo podían ver. No hay peor cuña que la de la misma manera. De los influyentes nobles - ya se sabe que este tiempo como todos fue gobernado por las dichosas cien familias- no era bien quisto. Tampoco le amaban las mujeres que fueron las artífices de su caída y eso no deja de ser fatal en un político. A Napoleón le ocurría lo mismo. Cuando cruzo en mi automóvil camino de Asturias por este pueblo terrizo de casas de adobe ródeno [el alma mater de los palacios hispanos está construido con paja y barro] orillas del Esla, en esa gran recta de cerca de cincuenta kilómetros que va de Benavente hasta León, entono una plegaria por su alma. Dios perdone sus pecados que fueron los de ansias de poder y de grandeza. Decía un pasquín de la época: “sisas y alcabalas y papel de estado me tienen desollado”. Pienso que acaso llevara razón Marañón cuando afirma que el favorito de Felipe IV era un gigante entre pigmeos. De Toral de los Guzmanes de ahí venimos. Por ahí empezó la cosa.

 

 

Miércoles, 27 de septiembre de 2006 y escrito el 7 de julio de ese mismo año

 

 

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