2024-10-30

 

LEMERTOFF UN HEROE DE NUESTRO

 

Al pie del monte Aurés este verano donde las xanas peinan loa cadeixos por la noche, los nuberos se juntan con otras divinidades del bosque se entiende el mensaje, y es hermoso empaparse de sus páginas, que lanza este escritor ruso 1814-1842 contemporáneo de Pushkin al cual se le aparecían loas rusalcas del río Dnieper con sus cabellos dorados sus ojos color malva y sus cuerpos perfectos enigma rusa que siempre seduce a los amantes de la belleza. Ucrania siempre Ucrania.

 Pero las rusalcas de su novela “Un héroe de nuestro tiempo” no eran otra cosa que contrabandistas. Toda la vida por el zar y ahora el Dnieper el rio de Kiev está infestado de nazis. Ya no hay cosacos bailando a lomos de un alazán la priodska sino mercenarios nortemaricanos que luchan por Zelenski.

Mucho cambiaron los tiempos, padrecito. El rio de Kiev ya no vierte agua de encantamiento. Sólo metralla, muerte y disparados, viejecitas acribilladas en su isba delante del samovar por obuses laminadores. Ucrania la santa en manos de ese fascista de Lvov vuelve a ser carne de cañón, carne de prostíbulo, carne de horca.

 Las rusalcas del rio madre de todas las rusias fueronse a gemir a un rincón mientras el mundo cuenta las tumbas de los soldados caídos en combate. Lemertov como todos los grandes poetas muestra en sus escritos una vena sentimental, profética.

El gran personaje el héroe de nuestro tiempo es Pechorin el cual como Pushkin muere en un absurdo duelo. Su cuerpo fue despeñado por un agrio desfiladero del Cáucaso al pie del monte Ebrus.

 Servía como teniente en un regimiento de línea que hacía la guerra a los rebeldes circasianos. Tolstoi también hizo un servicio militar así empotrado en un batallón de castigo.

Hay en sus novelas paginas que huelen a pólvora, se cruzan loa sables, brillan sobre los hombres de aquellos militares rusos esplendores de charreteras brillando en los bailes de salón. En aquellos tiempos se vivía en pleno romanticismo. Tiempos de amor. Mujeres que abandonaban a sus maridos y se fugaban con un húsar o con un alférez gastador de la guardia imperial. La espuma de la pasión derivaba en retos, en suicidios y homicidios. Era muy corriente eso de morir de amor que hoy ya no se estila. Mi vida por el zar. Un vivir apasionado, un perpetuo cherchez la femme, que termina en el abandono y el hastío. El dialogo de un héroe de nuestro tiempo recaba la perfección. Los grandes maestros rusos nos hacen soñar Al tiempo que nos dejan en el alma un poso de melancolía profética. Lemertov pulsa esa cuerda de la alegre “giovenezza”. Todos los héroes mueren jóvenes y no son sólo de nuestro tiempo sino de todos los tiempos. Son eternos. No hay que contar el aquí y el ahora. Ha de escribirse para la eternidad. Toda nuestra vida por el zar.

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