Antes de una
venganza, cava dos tumbas
17 de Diciembre del
2019 - José Antonio Coppen Fernández
Nos lo advirtió Confucio: “Antes de empezar un viaje de venganza,
cava dos tumbas”. Por eso, no se debe dudar, la forma más sutil de la venganza
es el desdén, o sea, la indiferencia, el desprecio. Cuando alguien nos causa un
daño lo mejor es huir de proceder a la revancha. Y nada de pensar en esa cita
de la que tanto se abusa: “La venganza es un plato que se sirve frío”, que
proviene de una novela del siglo XVIII titulada “Las amistades peligrosas”,
escrita por el oficial francés y general del ejército Pierre Choderlos de
Laclos. Hemos de reconocer que, con el paso del tiempo, la reacción suele
apaciguarse y, aunque no todo el mundo consigue perdonar a sus agresores, son
la distancia, la resignación o la inteligencia las que ponen de su parte tierra
para enterrar el daño infligido. “Si murmurar la verdad aún puede ser la
justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de
los cobardes”, así nos lo dejó escrito Jacinto Benavente.
Hay que decir sin más dilaciones que la venganza ha formado parte
del comportamiento humano desde sus orígenes. La literatura la ha usado a lo
largo de su historia, de las tragedias griegas al Hamlet de Shakespeare. En la
historia hay muchos ejemplos de venganza. Uno de ellos lo encontramos en la
ópera de Giuseppe Verdi “Un baile de máscaras” ("Un ballo in
maschera"), siendo el autor del libreto Antonio Somma, que hay que tener
muy en cuenta. El caso es que el rey de Suecia, o sea, el rey Gustavo, se niega
a tomarse en serio las advertencias del conde Anckarström, su confidente más
cercano, sobre el complot de asesinato que se cierne sobre él. Pero el
descubrimiento por parte de Anckarström de que es el rey el amante de su
esposa, Amelia, hace que el conde se una a la conspiración. Otro caso de
venganza los encontramos igualmente en el argumento de otra ópera,
"Rigoletto".
Perdón por desviarme, advirtamos que si nos encontramos con un ser
vengativo, debemos tener muy en cuenta que no olvida, ya que son muy dañinos,
rencorosos: “Esta se la guardo”, es una de las expresiones habituales. Está
dicho que la venganza es una justicia salvaje, pero no solo por las tragedias
que provoca, sino por los efectos destructivos que causa en sus agentes, porque
persigue un objetivo injurioso antes que reparador. Es claro que ese ejercicio
simultanea las condiciones de víctimas, de juez y verdugo, porque pierde el
rumbo. Es mucho más juicioso y rentable invertir todas las energías en el
cultivo del perdón o de ese eficaz sucedáneo que es el olvido.
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