BÉCQUER
EN VERUELA BELLEZA DEL CRISTIANISMO
Cerraron
sus ojos que aun tenía abiertos. Taparon su rostro con un blanco lienzo- y
unos sollozando y otros en silencio de la fría alcoba todos se salieron”
estos versos que debieran estar esculpidos en la historia de las literaturas
con letras doradas fueron escritos en la fría celda monacal de Veruela. Son
el registro más patético que del misterio de la muerte. Debieron
estar inspirados por la joven de Trasmoz que le servía fallecida durante su
estancia. Luego el poeta que más y mejor cantó al amor etéreo en lengua
castellana y muy enamoradizo las mujeres fueron su gloria y su perdición ▬
sus Rimas y Leyendas era el libro
que regalamos, víctimas de una especie de sarampión platónico, a nuestras
novias los mozos de mi generación se casaría con su hermana. Fue
un casamiento turbulento y desafortunado. Los
grandes hombres matrimonian con niñas que no son de su condición. Es la
eterna dicotomía entre el buen amor del arcipreste de Hita y el amor villano
y lunfardo. Celos, gritos, adulterios, hijos que no fueron suyos, broncas,
palos. Un artista como él no merecía eso. La
muerte se lo llevó joven al héroe del romanticismo hispano no había cumplido
casi los cruenta años. Es la amarga cara
de la moneda. “Discreta
y casta luna copudos
y altos olmos paredes
de su casa umbrales
de su pórtico” La
heroína que inspira las rimas becquerianas es una ideal inasible. La poesía
del genio sevillano parece condenada a gemir bajo el peso de lo que pudo ser
y nunca se realizó. “cuando
me lo contaron sentí
el frío de una hoja de acero me
apoyé contra el muro y
un instante perdía la consciencia donde
me encontraba cayó
sobre mi espíritu la noche y
en ira y en piedad se
anegó el alma y
entonces comprendía por
qué se llora entonces comprendí por qué se mata” El monasterio de Veruela marcó sus
destinos. Allí le salió al encuentro esa belleza del cristianismo que es
privativa del catolicismo y del que carecen otras religiones como el judaísmo
desde la destrucción del templo esto
quia sea una maldición no le dan importancia al habitáculo desdeñan el lujo
exterior pero los musulmanes. Sin embargo, según atisbó Bécquer, fueron los
grandes alarifes que contribuyeron a la riqueza artística de Aragón y
Andalucía. Teruel es muladí y Zaragoza aljamiada. A lo sumo esa descripción
de la vida de los monjes blancos le hace soñar en un pasado cuando los
frailes calzaban escuelas e iban a la guerra a caballo combinando el peto y
la espada del guerrero con la cogulla monacal. Tropieza bajo el eco de las
bóvedas. Cimbras encajonadas, capillas donde
reposa el último doncel de don Enrique el Doliente ▬
Veruela me salió al encuentro cuando pasé por allí con mi mini de regreso de
Inglaterra y sentí la llamada de San Bernardo pero no quise hacer caso ay de
mí pecador ▬
y de los arcos de medio punto del monasterio el eco de los cantos en
gregoriano las misas a la virgen las plegarias y una actividad incesante de
roturar los campos sarmentar las vides vendimiar trillar beldar. El vino y la
plegaria son partes de esa herencia. El evangelio guarda arcanos
misteriosos que descubre el vate en las noches de luna entre el crujido de
las puertas y el resonar de pasos fantasmales por los ánditos y tandas de los
claustros abandonados. Y obra al pie de las estatuas yacentes
de guerreros como el condestable Atares al que enterraron de medio lado y aun
luce su sepultura los colores medievales de su armadura de guerrear. Allí una dama más allá la mitra de un
obispo al que guardan en su sueño eterno de mármol dos dogos de su jauría
inmortalizados en la piedra:
En la imponente nave del templo bizantino vi la gótica tumba a la indecisa luz que temblaba en los pintados vidrios las manos sobre el pecho y en las manos un libro una mujer hermosa reposaba sobre la urna, del cincel prodigio del cuerpo abandonado al dulce peso hundido cual si la banda pluma y raso fuera se plegaba su lecho de granito De la postrer sonrisa El resplandor divino Guardaba el rostro Como el cielo guarda Del sol que muere el rayo fugitivo Del cabezal de piedra Sentados en el filo Dos ángeles, el dedo sobre el labio, Imponían silencio en el recinto No parecía muerta De los arcos macizos Parecía dormir en la penumbra Y que en sueños veía el paraíso M e acerqué de la nave El ángulo sombrío Como quien llega con callada planta Sobre la cuna donde duerme un niño La contemple un momento Y aquel resplandor tibio Aquel lecho que ofrecía Próximo al muro Otro lugar vacío En mi alma avivaron La sed de lo infinito El ansia de la muerte Para la que un instante son siglos Cansado del combate En el que luchando vivo Alguna vez recuerdo con envidia Aquel rincón oscuro y escondido De aquella muda y pálida mujer Me acuerdo y digo ¡Oh qué amor tan callado el de la
muerte! ¡Qué
sueño el del sepulcro tan tranquilo! Este
es Bécquer inmarcesible. Su lira a cuantos `pensamos y amamos en castellano
conserva esa plasticidad del periodismo lírico que estremece. Veruela. El
Cister. La Virgen María nuestro norte y guá y aquí topamos con lo inefable
algo que sólo entiende el corazón, mas a la razón no se le alcanza.
ESPAÑA MI NATURA |
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