2015-11-28

libro sobre segovia






MAGNÍFICO LIBRO DE JOSÉ Mª COSTA ARRIBAS

 

El profesor José María Costa Arribas ha publicado “La Segovia Olvidada” un magnífico retablo de las tradiciones de la Ciudad del Acueducto, sus costumbres, ascendientes, orígenes, así como un estadillo solemne y cabal de los edificios, iglesias, ermitas, oratorios, conventos, los del alfoz, los del arrabal, e intramuros. Segovia, ciudad de acarreo, acredita así su romana catolicidad aunque tambien tuvo algo de musulmana y mucho de judía, pero tambien fue arriana y pagana.
Ofreció incienso a los dioses que después del Edicto de Milán fueron cristianizados de modo que las antiguas creencias mitológicas se transformaron en devociones de otros tantos santos mártires confesores y santas vírgenes. Segovia, ciudad de acarreo, multiétnica tolerante pero a la vez adoleciendo de ese vicio que fustigaba san Isidoro como “moro visigótico” (la envidia) compartiendo hueco con un cierto aperturismo y liberalidad siempre a la sombra de la Cruz y guareciéndose junto a los cimientos de su ebúrnea catedral. Dama de las catedrales sede y trono de los obispos que mandaron siempre mucho aquí en esto, y Dios quiera que sigan mandando, porque este libro testimonia  esa fe de cristianos viejos que nos pervivía. Una fe que creía en la trascendencia del ser humano y otorgaba mandas de los difuntos, donaciones pro ánima y sufragios.

Que me digan misas. Quiero un enterramiento sagrado cabe el atrio de la iglesia, pedían las condesas al otorgar testamento.

Yo ayudé cuando tenía once años a una misa que ofició el capellán de las claras de san Antonio el Real por el eterno descanso del alma del rey  don Enrique IV, benefactor de aquel convento. Más de cinco siglos de misas gregorianas…

He gozado lo indecible, empapándome el alma de Castilla, con su lectura, auténtica fruición para los que amamos esta ciudad alta de castillos, como un barco navegando a todos los acimuts y lontananzas.

Segovia es una nave de piedra que surca los mares de la historia. Es un soliloquio de la arquitectura con la mística y las menudas cuestiones del día a día, los cipos, los pleitos de arrendamiento, la fijación de los fijos comarcales, las pestes y pandemias, invasiones, guerras. Vanidad de vanidades.

Don José María en esta obra, un tour de force, literario, empedrado de sabiduría histórica, nos reconcilia con nuestro pasado, nos explica el origen, la trayectoria y ¡ay! También el derrumbe de todos esos edificios por esas calles que pateamos en nuestra niñez y adolescencia, casas blasonadas como la del Portalón donde vendía manises, pipas y cromos de Diego Valor, Puchero, que era el mejor retratista y acuarelista de aquellos tiempos vagabundos.

Un paseo por el alma recóndita de nuestras calles, esquinas, corrales, callejones, huertos y pomares, y chaflanes es este libro. Cada rincón tenía su leyenda y, a ratos, historia trágica de algún asesinato cometido o algún riepto, como la de aquel caserón vacío en la Plaza de los Espejos. 

Aquí en este libro se estampa el espíritu de una ciudad mágica.  Y se complementa y explican algunos conocimientos que muchos segovianos teníamos por intuición. Pero que eran prosa sin peinar y tabaco sin elaborar. Él los fija, aquilata y ata cabos.

El profesor Costa Arribas, tan apacible, es el hijo de doña Catalina aquella señora maestra tan elegante esposa de nuestro maestro nacional al que algunos falangistas querían meter en la cárcel por rojo (creo que era más por envidia que por ideas políticas) y que desasnó vara en ristre pizarrín catón y cartilla en mano a los chicos de Fuentesoto en la posguerra.

Aquí formula  una relación circunstanciada y circunspecta de los hechos con una impasibiidad y equilibro que nos hace pensar, dentro de la modesta edición de este tratado, sobre el espiritu  y la letra de Segovia, en el cronista Colmenares.

Mucho debe de haber leído a Tito Livio don José María.

Es algo más que una guía turística por más que nuestros cicerones, los que enseñan nuestra ciudad a los forasteros tendrán que aprender en este libro algunos aspectos desconocidos u olvidados. Son nuestros anales.

Se trata de algo más que un vademécum o de una guía turística.

A mi juicio, el profesor Costa Arribas (Segovia 1935), que se licenció en Historia en la Universidad de Oviedo donde todavía pervivía el aliento doctoral, insuflado en aquellas aulas ovetenses por Claudio Sánchez Albornoz, el gran don Claudio el abulense, tan maltratado por Franco, y olvidada su obra por nuestros “demócratas de toda la vida”, abunda en la concepción histórica de Albornoz, diametralmente contraria a la de Américo Castro.

Costa Arribas fue cocinero antes que fraile, conoce la idiosincrasia de nuestro pueblo. Estuvo de maestro de primeras letras en Lovingos  antes de ser catedrático de las universidades de Valladolid y de Salamanca por la UNED. Y ha escrito uno de esos libros que marcan pauta, abren zanja, y son lo que dicen los ingleses un “must”, con talante crítico independiente, siguiendo la norma del objetivismo informativo de Scott aquel famoso director del “Guardian” de Londres: “los hechos sagrados, las opiniones libres”. Insuperable. Creo, insisto que se acerca en la fluidez de su sencilla prosa pero de una gran maestría en el manejo del castellano sin florituras por los conocimientos, la interpretación y la exégesis a nuestro cronista mayor: Diego de Colmenares.

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