2020-11-28

GUSTAVO ADOLFO

 

BÉCQUER EN VERUELA BELLEZA DEL CRISTIANISMO

 

Cerraron sus ojos que aun tenía abiertos. Taparon su rostro con un blanco lienzo- y unos sollozando y otros en silencio de la fría alcoba todos se salieron” estos versos que debieran estar esculpidos en la historia de las literaturas con letras doradas fueron escritos en la fría celda monacal de Veruela. Son el registro más patético que del misterio de la muerte.

Debieron estar inspirados por la joven de Trasmoz que le servía fallecida durante su estancia. Luego el poeta que más y mejor cantó al amor etéreo en lengua castellana y muy enamoradizo las mujeres fueron su gloria y su perdición ▬ sus Rimas y Leyendas era el libro que regalamos, víctimas de una especie de sarampión platónico, a nuestras novias los mozos de mi generación− se casaría con su hermana.

Fue un casamiento turbulento y desafortunado. Que le fue infiel o al menos él así lo creía. Bécquer es un alcohólico y murió tuberculoso perdido.

Los grandes hombres matrimonian con niñas que no son de su condición. Es la eterna dicotomía entre el buen amor del arcipreste de Hita y el amor villano y lunfardo. Celos, gritos, adulterios, hijos que no fueron suyos, broncas, palos. Un artista como él no merecía eso.

La muerte se lo llevó joven al héroe del romanticismo hispano no había cumplido casi los cuarenta años. Es la amarga cara  de la moneda.

“Discreta y casta luna

copudos y altos olmos

paredes de su casa

umbrales de su pórtico

La heroína que inspira las rimas becquerianas es una ideal inasible. La poesía del genio sevillano parece condenada a gemir bajo el peso de lo que pudo ser y nunca se realizó.

cuando me lo contaron

sentí el frío de una hoja de acero

me apoyé contra el muro

y un instante perdía la consciencia

donde me encontraba

cayó sobre mi espíritu la noche

y en ira y en piedad

se anegó el alma

y entonces comprendí

por qué se llora

entonces comprendí por qué se mata

El monasterio de Veruela marcó sus destinos. Allí le salió al encuentro esa belleza del cristianismo que es privativa del catolicismo y del que carecen otras religiones como el judaísmo desde la destrucción del templo  esto quizá sea una maldición, no le dan importancia al habitáculo, desdeñan el lujo exterior. Sin embargo, según atisbó Bécquer, fueron los grandes alarifes que contribuyeron a la riqueza artística de Aragón y Andalucía. Teruel es muladí y Zaragoza aljamiada. A lo sumo esa descripción de la vida de los monjes blancos le hace soñar en un pasado cuando los frailes calzaban escuelas e iban a la guerra a caballo combinando el peto y la espada del guerrero con la cogulla monacal. Tropiezan bajo el eco de las bóvedas motetes del canto gregoriano.

Cimbras encajonadas, capillas donde reposa el último doncel de don Enrique el Doliente ▬ Veruela me salió al encuentro cuando pasé por allí con mi mini de regreso de Inglaterra y sentí la llamada de San Bernardo pero no quise hacer caso ay de mí pecador ▬ los arcos de medio punto del monasterio, el canto llano, las misas de la Virgen y una actividad incesante de roturar los campos sarmentar las vides, vendimiar, trillar, beldar. El vino y la plegaria son partes de esa herencia.

El evangelio guarda arcanos misteriosos que descubre el vate en las noches de luna entre el crujido de las puertas y el resonar de pasos fantasmales por los ánditos y tandas de los claustros abandonados.

Y obra al pie de las estatuas yacentes de guerreros como el condestable Atares al que enterraron de medio lado y aun luce su sepultura los colores medievales de su armadura de guerrear.

Allí una dama, más allá la mitra de un obispo al que guardan en su sueño eterno de mármol dos dogos de su jauría inmortalizados en la piedra:

 

En la imponente nave

del templo bizantino

vi la gótica tumba a la indecisa luz

que temblaba en los pintados vidrios

las manos sobre el pecho

y en las manos un libro

una mujer hermosa reposaba

sobre la urna, del cincel prodigio

del cuerpo abandonado

al dulce peso hundido

cual si la banda pluma y raso fuera

se plegaba su lecho de granito

De la postrer sonrisa

El resplandor divino

Guardaba el rostro

Como el cielo guarda

Del sol que muere el rayo fugitivo

Del cabezal de piedra

Sentados en el filo

Dos ángeles, el dedo sobre el labio,

Imponían silencio en el recinto

No parecía muerta

De los arcos macizos

Parecía dormir en la penumbra

Y que en sueños veía el paraíso

M e acerqué de la nave

El ángulo sombrío

Como quien llega con callada planta

Sobre la cuna donde duerme un niño

La contemple un momento

Y aquel resplandor tibio

Aquel lecho que ofrecía

Próximo al muro

Otro lugar vacío

En mi alma avivaron

La sed de lo infinito

El ansia de la muerte

Para la que un instante son  siglos

Cansado del combate

En el que luchando vivo

Alguna vez recuerdo con envidia

Aquel rincón oscuro y escondido

De aquella muda y pálida mujer

Me acuerdo y digo

¡Oh qué amor tan callado el de la muerte!

¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo! 

Este es Bécquer inmarcesible. Su lira a cuantos pensamos y amamos en castellano conserva esa plasticidad del periodismo lírico que estremece. Veruela. El Cister. La Virgen María nuestro norte y guia y aquí topamos con lo inefable algo que sólo entiende el corazón, mas a la razón no se le alcanza. No es una mujer de carne y hueso sino un ángel de la guarda

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