A LA ROJA LE
SIENTA BIEN EL AZUL
Antonioparragalindo
Escucho a la SER
después de la tormenta después de los de ayer… it is brewing a store. Hablan de
sexo. Algo sicalíptico están estos chicos por ahí pero no hacen mal periodismo.
Una pena que sean rojos. Porque a nuestra selección le sienta bien el azul,
igual que la muerte le sienta bien a Villalobos, título de un Nadal de hace
muchos años. A lo mejor este año me presento con mis Nabos. Razón: aquí
publicas un libro y te lo tienes que comer con patatas, casi dos mil € a la
basura y es que el engranaje de la Inquisición Española (yo le añadiría un
epígrafe ya saben mis lectores cual es porque estamos en las manos de los
marranos y no son moratos, precisamente, ni aquellos que mi abuelo colgaba de
una viga en la portada, sino bípedos y opíparos… todo lo quieren para ellos,
gana la Banca de Botín y sus muchachos, lo malo es que están enseñando la
patita y según entendí el Pasiego ha
reforzado sus medidas de seguridad y viaja por el mundo con una escolta de zaguanetes,
verdaderos armarios y con todos los kits de detección electrónica, tiene miedo
algo habrá hecho… el gachó). Que si esto es civilización yo me voy a Estella.
Nos crecen los enanos y bordonean los moscardones por la bragueta. La diabetes,
azúcar al canto en los cojones. O a lo mejor es la sífilis. Estos chicos no
piensan más que en lo mismo. Pero es muy aburrido todo eso. Yo una vez pasé por
Madrigal que es el pueblo con el nombre más hermoso y vi un viejo sentado en el
poyo del quicio de su puerto. Tenía un verdadero enjambre de moscas
revoloteando en torno a los genitales y me dijo:
- Como no la uso
ya, quieren comérsela estas condenadas moscas. Si tendrán hambre los
animalitos.
- No se
preocupe, abuelo porque se la hayan pasado las ganas de hacer el tonto.
- si me fuese de
niñas seguro que haría el ridículo y no como esos de la tercera edad, viejos y
viejas que aparecen por la tele contándonos batallitas de tres en una noche.
- Lo que hay que
oír y lo que hay que ver.
El vagabundo,
después de cuadrarse ante aquel monumento a la sabiduría, cerca de diez arrobas
de humanidad y con los molestos dípteros lamiendo los quince botones de la pana
que escondía su aparato urinario, a la sombra del castillo donde nació la gran
Reina, pasó de largo y torció por la senda que lleva a Barrerán. No quedaba muy
lejos Barriomán. Había salido de Arévalo al cantar la alondra y con buen paso y
buen andar empujando su bicicleta se plantó a la hora de comer. El vagabundo
que fue archivero había querido ir a visitar el castillo de la capital de las
Morañas, donde se firmó el Tratado de Tordesillas entre España y Portugal de
1502 y se concertaron las paces de las dos naciones ibéricas que habían andado
metidos en guerra por cuestión de una bastarda: la Beltraneja y donde se montó
en un pavés la estatua de Enrique IV al que quemaron en efigie por orden de dos
arzobispos, seis obispos y una cuadrilla de noble levantiscos. Al vagabundo no
le pareció bien que trataron de tan mala manera a aquel buen rey que tanto
quería Segovia y le entran ciertas prevenciones al respecto cuando entra en
aquel pueblo donde quedan sus mejores amigos por la Puerta de Alcocer. Que
reyes España los tuvo peores que aquél y no los queman en efigie. Antes bien,
les besan el culo los lamerones y andones ansones de la hora presente. En fin
corramos un tupido velo y no hagamos demasiado caso a estas invenciones y
sacamientos de gente ociosa y con poco que hacer.
Se le hace de
noche poco antes de alcanzar el termino de la Nava y como no tiene posada, echa
la manta y el morral sobre un barbechera y se tiende cual largo es para pasar
la noche debajo de las estrellas, consolándose un poco lo que puede con el
pensamiento de haber circulado por las Morañas que son el entrecuesto o la
espina dorsal de Castilla, como si dijésemos el riñón y el solomillo. de las
España. Había rodado escuchando el partido por un transistor pequeñito
escuchando la narración de la SER de cesar de la Lama. Parlas más que un
sacamuelas y ahora otra vez en la senda se entretiene y cachondea con los
cuentos amorosos de Soledad Domingo. Los oyentes llaman a la emisora para
contar el número de casquete que echaron la noche antes con su marido, su
amante o su ligue de taberna con motivo de la victoria de la roja sobre Chile.
El vagabundo es de la opinión que a España le va mucho mejor que el bermellón,
aunque, castellano de pura cepa y sabiendo que en el pendón comunero el color
que manda es el carmesí. Antes se bailaba la Yenka y la Raspa, hoy se homenajea
a los movimientos de cadera del Miguel Jackson ese cuyo cabo de año celebra el
mundo con tanto hastío como regocijo oficial. Pero en los bailongos de los
jubilatas y de los miembros de la Tercera Edad siguen poniendo a Karina y a
Manolo Escobar y pasodobles que no
falten. Al vagabundo no le gusta demasiado el baile ni los bailongos ni los
bailones y bailonas. Ir al baile en sus tiempos mozos era como salir de caza.
Además los curas de su tiempo llamaban a los dancing el saladero de la lujuria
y los tornaderos del pecado. Y desde entonces no se le fueron de la cabeza
tales prevenciones. Su punto flaco no era ese. Si había que cumplir con una
mujer se cumplía, hijas mías de mi vida, pero en formación hubo algo de
disposición hacia la castidad y era del criterio de que fornicar no es el mayor
de los deleites que depara la vida sino el gustirrinín que suavizan el alma las
caricias de Baco. Vade retro, Satanás. De últimas, al pobre vagabundo que
agarró más de una curda y más de dos cuando ve un jarro de vino piensa que se
le aparece el diablo. Huye de las tabernas como del nublado y en muchas botella
de vino en los escaparates ve sentada a la muerte a rebalgas. Rechazando la
tentación de una bodega en un ventorro
que hay en el camino poco antes de llegar a la ciudad de los Santos y de
los Cantos y ya a la v vista de sus murallas con sus 88 cubos y más de cinco
centenares de almenas entona el Herru Santiago como los peregrinos que van a
Compostela. Herru Santiago, Got, Santiago, aurrerá, canto mágico que suena bien
en alemán y en latín con algo de vascuence. Nuestro vagabundo es un hombre que
prefiere al síntesis. No le gustan mucho las comas. Porque las pone el diablo.
Busca la unidad total del mundo. Tiene alma de templario. Saca su libro de
rezos y entra en la catedral donde salen a recibirle dos guerreros bien armados.
En todo el sentido de la palabra pues bajo la cabeza y el lambrequín y allá
donde la espalda pierde su honesto nombre los guerreros de piedra ostentan,
cosa que es maravilla de ver, un contundente “tentemozo” mas que el as de
bastos, y eran las doce y media. Príapo en la misma cancela del portal de una
de las catedrales más viejas de la catolicidad. Oró ante el altar de un obispo
que hay en la nave derecha y luego se fue a honrar la memoria del Tostado que
levanta sus reales en una estatua de jaspe en el trascoro. Él es un poco el
patrón de los escritores y el vagabundo bien es cierto dicen que ha escrito más
que el Tostao en sus 66 años de existencia “que en su vida diaria tres folios
legó”. Nulla dies sine linea, también fue el lema del vagabundo que fue un
escritor sin suerte. Dicen que aquel obispo abulense era algo zarrioso, enano,
genial y con malas pulgas y tuvo sus más y sus menos con Roma. Una vez que el
papa Eugenio IV lo recibiera en audiencia y como el papa se maravillase de la
pequeñez del exiguo mitrado el bueno de don Alonso de Madrigal al pontífice le
soltó una fresca:
-La altura del
hombre, Santidad, se mide desde el empeine de la ceja hasta el nacimiento de
los cabellos.
Lo que quería
decir que a los hombres no se les mide por el grosor de sus cojones sino por la
altura de su inteligencia. El papa que creía que su prelado en visita ad limina
estaba de rodillas lo había mandado levantar y la verdad era que estaba de pie.
El Tostao tenía esa mala leche de los pequeñetes y mandó encargó a su fámulo
que pidiese al zapatero le fabricase unas cáligas con tacón para calzar coturno
cuando iba a celebrar misa. Nicolás Zarkossy ha imitado su ejemplo y aunque no
escriba tanto como el Tostao no permite que haya en su escolta ningún agente de
seguridad que le saque la cabeza. Cosas de la historia. Y que el martes gane La
Roja y Gualda en su nueva guerra- futbolera- con Portugal
(Continuará)
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