LOS ÁRABES Y SEGOVIA
Tres moritas “me enamoran en Jaén: Aixa, Fátima y Miriém fueron a coger olivas, tres moritas jarifas y garridas en Jaén”. ¿Quién no se ha enternecido con estos versos de la canción de nuestra infancia o con el don Bueso del romancero astur galaico Camina don Sancho a mañica fría a terra de moros a librar cautiva.
Y la verdad que no puede uno por menos entristecerse ante esta batahola de confusión, desmelenamiento de las redes sociales en fobias. Segovia hasta la undécima centuria fue tierra fronteriza del Islam, con la línea de demarcación en la sierra de Guadarrama.
Uno piensa sin ánimo de zaherir ni molestar' a nadie en los moros de Segovia que vivían en el antiguo barrio de san Lorenzo arrabal con solera. Eran gente pacífica. Yo recuerdo aquellos hortelanos que cultivaban berzas y lechugas en los tablares primorosamente trazados y cavados a la vera del Clamores.
La mesta era morisca y el famoso esgrafiado segoviano de ascendencia mahometana, por el temor que siempre estos tuvieron a la idolatría y a representar la figura humana.
Se trata reminiscencia de la herejía iconoclasta que sembró Bizancio de terrores y a las cristiandades antiguas. Fueron ocho siglos de pelea y de tensiones pero hasta pasada la Edad Media en Castilla convivían las tres religiones mal que bien y aun admitiendo que siempre surgieran fricciones.
El arcipreste de Hita nos habla de un viernes en que su amada no quiso ir a las preces.
Hoy no me siento teólogo, sólo quiero ser un periodista entreverado de historiador desapasionado que pulsa las cuerdas del violín de su narrativa. Práctico aunque, tibio, la religión verdadera pero respeto otras creencias sobre todo cuando no vienen teñidas de intolerancia y de fanatismo.
Lo malo es cuando mezclamos la religión con la política y tergiversamos los argumentos. Y lo peor: los musulmanes no han escuchado los cantos de Resurrección, se empeñan en adorar una piedra y un zancarrón ellos que precisamente odian la idolatría y la representación de Dios en figura de hombre.
Se producen los agravios comparativos, y de la misma forma que muchos españoles sobrenado en un mar de perplejidades y temores tras la masacre de Paris.
¿Han vuelto los almohades? ¿Son esos forajidos que asesinaron a sangre fría a gente que desconocían y con quienes no les unía ningún vínculo al grito de Alá los herederos de Almanzor? ¿Se cumplen las profecías? Estáis destruyendo Siria cuya capital Damasco según la Paleólogia es la ciudad más antigua del mundo
El Islam aporta desde luego valores: un gran sentido del clan y de la familia aunque esto puede degenerar en endogamia pues fueron refractarios a los matrimonios mixtos con “infieles” a mezclarse o a integrarse; la valentía, la paciencia, la capacidad de sufrimiento y la proverbial paciencia que siempre aguarda; el respeto a los mayores; la práctica de sus ritos y la oración cinco veces al día; el ayuno del Ramadán y la limosna; su gran capacidad para la ciencia matemática, inventaron el ajedrez, cultivaron la medicina, saben curar con hierbas, están bien dotados para el apólogo y la poesía. No hay que dudar que el Alcorán para ellos es un libro bendito y matan al que se atreva a objetar contra sus suras. El Corán fue traducido c.1454 del árabe al latín por un fraile jerónimo del Parral fray: Juan de Segovia.
Quiero entender que la morería de nuestra región se instaló en ese cordón sanitario ocupante desde la orilla izquierda del Duero hasta Somosierra en el siglo XII después de la batalla de Jaén ganada a los almorávides por Alfonso VII.
Trajo de tierras gienenses colonos. Muchos eran descendientes de los antiguos mozárabes, otros moriscos declarados pero que se sometieron de fuerza o de grado a la nueva fe, aceptando el bautismo, y aun conservando algunas de sus costumbres y calidades que se mantuvieron hasta no hace mucho en la zona de Sepúlveda y Sacramenia.
Allí los etnólogos han recogidos viejas palabras de la algarabía sobre todo en el lenguaje de la mesta (rabadán, zagal, retel, acequia almunia, alfamar, alomar, aladares, etc.)
Un caso infrecuente fue esta integración e islamitas en la meseta donde el arte románico se junta con lo mudéjar gracias a la llegada de estas remesas de hábiles artesanos que se dedicaron a tareas de agricultura y albañilería.
Sin embargo, para los que hemos andado por los caminos de una cultura ecléctica nos asusta ser adoctrinados por un solo libro. La vida es mucho más compleja, admite muchos dares y tomares que no están en los textos llamados sagrados. Fue lo que le perdió a Lutero y a Calvino, la escritura desnuda y a palo seco. Por ese cabo nos resulta una aberración el dogmatismo incluso a los que amamos la doctrina del Divino Jesús.
Mal que bien nos hemos conllevado moros judíos y cristianos –convendría revivir ese maravilloso libro de viajes de Cela para volver a nuestras esencias-, al albur de la consigna de nuestro refranero de que nadie es más que nadie y del rey abajo ninguno, y nos asombra la falta de tolerancia de los días que corren a lo largo de estas guerras cibernéticas y de las afirmaciones a priori y ex cathedra.
Sería mucho mejor que hablasen los arabistas y los entendidos en lugar de los tertulianos diletantes que desde su tribuna mediática hacen lo mismo a un roto que un descosido.
Ciertamente el Islam más que una religión es una forma de vida que reglamenta los actos de los creyentes de una manera estricta, siguiendo las pautas de unas costumbres medievales por donde no ha pasado la reforma ni la contrarreforma ni el cisma, ni la revolución. Siguen en el medievo, aun con ipad y las antenas parabólicas en el tejado de sus viviendas.
No hay vuelta de hoja ni término medio. O te conviertes a los postulados de Mahoma y crees en Alá o nunca dejarás de ser un infiel, tolerado algunas veces, otras, os cortarán el cuello.
Los imanes instauraron el púlpito desde donde predican en calidad de doctores de su ley.
A mi juicio son gente muy dogmática, disertando sobre cuestiones prácticas sobre el vivir de cada día, porque entre los sarracenos no existe la teología. Todo se centra en un postulado incontrovertible “Alá es Dios y Mahoma su profeta”. Nadie escudriña a la divinidad. Los mahometanos adolecen de figuras como un santo Tomás de Aquino, de un Hobbes, de un Kant.
La iglesia católica asediada por el dogmatismo ismaelita hubo de adaptarse a esta costumbre que los alfaquíes tenían de hablar al pueblo desde una tribuna separada de la congregación.
Entre nosotros, hasta la invasión de Tarik, los púlpitos eran desconocidos y no se hacía sermón, sólo breves homilías desde el ambón, como se hace ahora por los cristianos griegos. Los árabes no sólo aportaron el púlpito, sino que institucionalizaron el sermón. Incluso el de campanillas.
Sin mala fe cualquier imán incluso los más tolerantes mirará con un aire de superioridad a los cristianos a los que consideran idólatras. Cuantas tentativas se hicieron por aproximar ambas religiones, después de la Edad Media, fracasaron.
A fray Hernando de Talavera nombrado primer obispo de Granada por los Reyes Católicos y que dio a los conversos toda clase de facilidades componiendo incluso para ellos una misa en árabe le tomaban por el pito un sereno. A aquel obispo que era un santo le llamaban los moros de Granada el alfaquí de Jesucristo. Fue relevado por el cardenal Cisneros que utilizó métodos más contundentes.
Quemó todos los coranes de las mezquitas de Granada en un auto de fe delante de la Alhambra. Únicamente los textos que abordaban materias científicas o algebraicas se salvaron de aquella ordalía. Y gracias a Fray Francisco la Biblioteca del Escorial guarda verdaderos tesoros en letra cúfica. Cisneros mandó llevarlos a Alcalá.
Evidentemente, la morisma es contumaz en la guarda de las tradiciones y costumbres. No obstante, cabe decir que cristianos y musulmanes en Castilla nos conocemos bastante bien. Somos pueblos fronterizos. Hemos estado yendo y viniendo peleando haciéndonos la guerra y la paz durante siglos. Existe una entremezcla de sangres. Hay apellidos como el de Muñoz que evidencian el carácter morisco y lo mismo puede decirse de las fisonomías castellanas, donde junto a los semblantes germánicos se observan también rasgos bereberes de morenos, renegridos, gente dura, atezados los cabellos crespos.
España no es un país jacobino, a diferencia de Francia la cual no tuvo estigmatizada su historia por el síndrome de la Reconquista. Conoce bien al musulmán algunas de cuyas virtudes y defectos las llevamos en el torrente de nuestra sangre.
La respuesta debe ser no al fanatismo pero tampoco al irenismo ni a la panfilia ni al buenismo.
A los moros por dinero y a los cristianos de balde proclamaba doña Urraca y al moro nunca hay que perderle de vista. El papanatismo con el Islam es mala política. Españoles y muslímicos durante largos siglos hubimos de convivir juntos pero no revueltos.
Lo que viene ahora de la Isis es una suerte de fanatismo almohade pasado por las redes sociales, los intereses comerciales y la rapacidad o falta de miramientos de las grandes compañías petroleras o los diseños estratégicos para Oriente Medio de USA.
Ahí está la madre del cordero. Los yihadistas he oído decirse alistan en estas cabilas de asesinos no para defender el Alcorán sino por el dinero y ganar un status social y prestigio que desconocen en el aburrimiento europeo.
La cultura occidental no la sienten como suya. Y esto a mi juicio es un Islam desconocido que nada tiene que ver con las tres morillas que me enamoran en Jaén que alguna vez quizás escucharan quienes hicimos la mili en Ceuta. Juntos pero no revueltos. Hay que tolerar, convivir, acoger al buen musulmán pero sin bajar la guardia. Pese a todo, siempre habrá que entonar aquella vieja jarcha:
Tres moritas me enamoran en Jaén
Fátima, Aixa y Miriém
Tres moritas jarifas y garridas
Fueron a coger olivas en Jaén
Aixa Fátima y Miriém
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