TRUMP LA ESPERANZA Y LA SOPRESA
Noche de la víspera de la Virgen
de la Almudena. Saltó la sorpresa en los comicios. Hoy me acuerdo de aquella gélida
noche del día de san Andrés que pisé tierra americana por primera vez en la
sensación de que yo había estado en la Gran Manzana quizás a través de las películas
que vi en mi infancia en aquellos programas dobles que echaban en el colegio
Claret de Segovia.
Nueva York atrapa rechaza y
sobrecoge a la vez; esos rascacielos esa actividad que detectas al abnrir una
puerta y te pega un leñazo la estática al palpar un picaporte, un tráfico incesante
que no para toda la noche. New York nunca duerme.
Me sentía con pocas fuerzas e
imploré la ayuda divina: venía a narrar el fin del mandato Ford y comienzo de
la era Carter.
Muchas impresiones sobre mi lucha
mis éxitos y mis fracasos se agolpan en la memoria al memorar aquella noche.
Han pasado cuarenta años de la
fecha. Dormí en el hotel Tudor y al dia siguiente ya estaba yo en la tercera
planta del edificio de Naciones Unidas para tomar posesión de la oficina en que
relevaba a Feliz Ortega y a Guy Bueno los dos de feliz memoria, grandes corresponsales
(consultar sus crónicas en las hemerotecas) .
La sensación de desconcierto no
me abandonó durante toda la andadura de cuatro años en que allí permanecí hasta
que se suprimió la prensa del Movimiento. Yo cerré la tienda. Sacaba los pies
del tiestos se rompían las orzas antiguas y me tiré a la piscina con la ayuda
de algunos amigos como Sam Bolton y mr. Stricker, todos ellos judíos.
New York es una metrópoli torre
de Babel encendida por el gran menorah
(candelabro de siete brazos) de la antena del Empire State, hay que estar
alerta.
América sorprende porque todo es
grandes: las distancias, las montañas, los ríos, las gentes pasaban a mi lado
las mujeres más bellas y las más feas que había visto en mi vida, los más
gordos, los más sabios, los más torpes, las casas más grandes, la escualidez más
espasntosa de los tugurios del West Side contrasta con las mansiones y palacios
del Upper State.
La naturaleza allí es virgen
mientras en el viejo mundo aparece más gastada y convencional.
Nos fuimos Marijose y yo a vivir
a Staten Island donde nació mi hija Henar.
Era una sensación que no se puede
tener en ningún otro lugar utilizando todos los medios de transporte el autobús
el metro y el barco. Me tenía que embarcar en el ferry que cruza la mejana que
da entrada al gran puerto neoyorquino. Todas las mañanas saludaba a la estatua
de la libertad, Lady Liberty, camino de la oficina.
Me sentía empequeñecido, casi
como un personaje de una novela de Kafka, pero hice de tripas corazón e intenté
contar a mis lectores cómo eran los Estados Unidos, entrevisté a una primera
cadete en West Point, estuve a pique de ser expulsado del país por haber
advertido en una crónica el derribo de un satélite espía ruso, recorrí en automóvil
en un costa a costa siguiendo la ruta 66 en diagonal medio país —seis mil kilómetros—desiertos
de Arizona, cumbres de nieves perpetuas de las Rocosas, bosques de Idaho y de
Montana, la sed y las playas de los Ángeles, las brisas de san Francisco.
Resulta muy difícil comprender
para un europeo aquel enorme país. Siempre te sorprende, siempre te saca tus
casillas porque los gringos van siempre delante.
Anoche velé como es habitual en
todo periodista toda la noche en vela siguiendo el resultado de las elecciones.
Donald Trump dio el vuelco, el sorpasso. América siempre te sobrepuja,
te vence. Han inventado el ordenador y la Red y desde entonces el mundo no es
igual. De modo que saltó la sorpresa.
Esa misma sensación de
perplejidad la tuve hace cuarenta años al aterrizar y ha vuelto a pegar un
brinco enorme el 9 de noviembre de 2016 casi igual que el 30 de noviembre de
1976. El magnate del ladrillo (real state)
ha confundido a los comentaristas y a los políticos. Todos esperaban una
victoria de la señora Clinton. Europa contuvo el aliento, estupefacta. Expósito
uno de la Cope narrando las elecciones desde Times Square informaba por los micrófonos
a su audiencia: "esto está desierto, aquí no ha venido ni perry". El
admirado colega no aguardó media hora a que irrumpieran en el emblemático lugar
los seguidores de Trump.
Nadie lo daba por caballo ganador pero uno desde la humildad de su
experiencia norteamericano pensó para el cuello de su camisa "pobres... no
comprenden, "if you dont like the
New York weather wait an hour, reza una adagio neoyorquino: si no te
aclimatas al clima neoyorquino espera una hora porque la borrasca impetuosa
sucederá a la calima" y es que los Estados Unidos la primera potencia es
inabarcable y eso es lo que acaba de ocurrir.
Ese gran país reconcentrado en el
voto oculto parece que se ensimisma y pegó un viraje de ciento noventa grados. Era
de esperar. Creo que los americanos se han embarcado en un tiempo de esperanza
con la reconstitución de sus valores los de la Constitución de Jefferson el
First amendent y la norma de "living
thriftlyand thinking highly" (aspirar a lo alto y vivir modestamente)
que ha dado grandes emprendedores, enormes escritores—los americanos son gente
muy estudiosa siempre tratando de aprender pero sin los vicios de la vieja Europa—
y esos valores provienen del cristianismo. El tiempo de los Bush, el tiempo de
Obama, estuvo marcado por grandes conflictos Siria Libia Iraq Ucrania
Yugoslavia externos y por dentro Barack Obama no consiguió contentar a la minoría
negra e hispana. Trató de vendernos la burra de las falsas libertades.
Por lo general el
"buenismo" pacifista es la antesala de la guerra y los americanos el
pueblo sencillo aunque son la policía del mundo detesta ese ambiente
beligerante en el que han abundado esos tres mandatos. Ahora América se ensimisma,
se arropa, se reconcentra, es posible que por acá muchos agarren pulmonías y
algunos van a sentir el zarpazo del constipado incesante.
Resulta del todo inconcebible la
reacción de don Pablo Iglesias que reaccionó con un insulto a la elección de
Donald Trump: "es un fascista". Pero hombre de Dios cómo puede su
señoría decir tal cosa.
Creo que el Coletas con esa salida de pata de banco regó fuera de tiesto y los
servicios secretos se la guardan. Contrariamente me parece que la era Trump será
un tiempo de esperanza de aspirar alto y vivir con modestia y dentro de
nuestras posibilidades. Por otra parte, el flamante presidente USA de origen
escocés no fustigará los valores cristianos como hizo su antecesor. Es un
tiempo dentro de las cautelas evidentes porque América siempre sorprende para
el gozo, el horror, el perdón y la esperanza. God bless America.
UN POPE GRIEGO BENDICE AL PRESIDENTE USA EN LA INAUGURACIÓN DE UN TEMPLO