CARRY ON TERESA. LA SANTA QUE SE ENTENDÍA CON SU CONFESOR
Cuando escribí “Teresa la judía conversa” era consciente de haber hecho carne al
tocar un tema fuliginoso: el misticismo de la santa abulense patrona de la
escritura y adalid del mundo converso alzó la bandera de los cristianos nuevos
tenía un carácter sexual ineludible. La autora de las “Moradas” vierte en sus
páginas todo el erotismo del que era capaz una castellana guapa y rebelde. Mi
libro por mandato expreso del Vaticano y del general de los carmelitas fue
puesto en el índice. Me gasté una fortuna enviando el librito publicado por
Circulo Rojo a diferentes periódicos, también conventos. Sin ningún resultado
positivo. En la España de hoy se pone sordina a los escritores incómodos cuyo
nombre viene en la lista negra. Sin embargo, mi testimonio ha sido ahora
corroborado por cierta crítica. La Guardia Civil ha recuperado una de las 114
cartas perdidas que la monja fundadora escribió a su confesor el P. Jerónimo
Gracián Societate Iesu.
En los manuscritos se aprecia un alto
contenido erótico. Cuando describe su transverberación por un ángel rubio y
pequeño que mete y saca el dardo en sus entrañas la arrobada carmelita parece
estar describiendo un coito místico. Los éxtasis de la mística también no dejan
de ser sospechosos. Y hacen pensar en fraudes o simulacros de aparición y
contacto con la divinidad. Parecen episodios epilépticos sus visiones del
infierno. ¿Finge? Si mintió la santa habría que deducir que sus arrebatos
fueron demoníacos. Donde está la mentira nunca puede estar Dios. Gracián era un
jesuita treinta años más joven que ella, alto y bien parecido. Se conocieron en
1575.
Gracián tenía fama de mujeriego. Toda
la hechura debió de ser de la de un galán de monjas típico de los que nos habla
toda la comediógrafa del Siglo de Oro. Se hacían pasar por padres espirituales
de las novicias y luego resultaban padres en el estricto sentido de la palabra.
En los procesos de los emparedados de Llerena se alude a un “director de almas”
que advertía a sus pupilas que hay que hacer el amor constantemente para quedar
preñadas y dar a luz al Mesías. Aquel confesor sacó palante a toda una
comunidad de teatinas. Un pensamiento que han tenido presente las hebreas a lo
largo de la historia del pueblo elegido: parir al Mesías. La beata de
Piedrahita decía tener celos de la Virgen María pues si “ella lo tuvo en su
regazo yo tuve a Jesus entre mis piernas”. Y un predicador de Olías desde el
pulpito aconsejaba a los varones santos ayuntamiento carnal con santas esposas
del Señor en los monasterios para engendrar profetas. Magdalena de la Cruz otra
alumbrada gozó de tanta fama como Teresa de Jesus en su tiempo. Estaba
programada una entrevista entre las dos en Córdoba pero la santa abulense
temerosa de la inquisición pasó de largo y se dirigió a Beas a fundar.
Los rondadores de conventos se valían
del confesionario para dar curso a sus aventuras de tapadillo.
Es la idea que esgrime Tirso en el
Burlador de Sevilla y de esta pasión
hacia lo prohibido surge el mito del Don Juan.
Los grafólogos advierten que en esta
relación de un joven y una mujer mayor se fue más allá del platonismo.
La epístola, recuperada, data de Ávila a 19
de agosto de 1978, en un momento en el cual el destinatario pasaba por un
momento difícil fue encarcelado al igual que san Juan de la Cruz otro fraile
con el que la santa pudo tener amores.
Gracián fue perseguido por sus ideas
erasmistas, colgó los hábitos y huyó a Inglaterra. Era aragonés y de origen
converso. Quizá emparentado con Baltasar Gracián tambien jesuita y bilbilitano
autor del “Criticón”.
Puede que Dios escriba al derecho con
renglones tuertos (es frase de Teresa en el Libro de su vida) pero es la condición humana y de dinero y
santidad la mitad de la mitad; nada te turbe nada te espante, y a fecha de hoy
nadie se rasga las vestiduras porque una clarisa se enamore. En el siglo XVI
paradójicamente denominada la centuria del amor sí. De todas formas Cristo que
no aludió a la cuestión sexual en los evangelios parece ser que tiene poco que
ver con las concreciones carnales.
Lo más
curioso e interesante es que la “Virgen de Ávila” respaldada por los cristianos
nuevos y por los mercaderes de Medina del Campo que monopolizaban el comercio
de las Indias con Flandes fue mitificada hasta el paroxismo. Estalló una
verdadera guerra civil ideológica dentro del mito de las dos Españas a costa de
la porfía del patronato.
Los rancios linajes de la estirpe de los
godos invocaban a Santiago el Hijo del Trueno como patrón al grito de nuestra
caballería contra la morisma Santiago y cierra España y a ese grito se
afierran.
En contra, estaban los abanderados de la
santa nueva que querían a Teresa de Cepeda y Ahumada por intercesora celestial.
Dos corrientes enfrentadas dos posturas que chocan y fueron los de origen judío
los que se llevan el gato al agua. Ellos fueron los responsables de la
Contrarreforma. Eran más papistas que el Papa. En santa Teresa se registra la
furia del converso.
Era una hija de la raza y ya se sabe: los
judíos se privan por dos razones: la revolución y el sexo. La carmelita impulsó el cambio contra Lutero
y Erasmo. En cuanto a lo otro, lo supo disimular. Era una mujer muy lista y
humana al fin y al cabo. El descubrimiento de los autógrafos al padre Gracián
el jesuita erasmista corroboran la tesis de mis textos “Teresa la judía conversa” para orgullo propio y satisfacción
nuestra y ad majorem Dei gloriam. En el extraño y recurrente fenómeno de la
marranería digamos en conclusión se encierra el gran enigma de la historia de
España. Con los conversos el catolicismo se convierte en una idea mesiánica que
propugna una nueva sinagoga dejando de lado a Jesucristo. Los marranos
consiguen que la iglesia fuera poder y riqueza. A tal efecto crearon la
inquisición que velaba por el pensamiento único.
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