2024-03-09

 

EL DIA DE LA MUJER TRABAJADORA

 

Entré en la apoditeria donde se desnudaban las secuaces de mesalina y Proserpina. El vestuario servía de masturbatorio general a las toriondas de la red cósmica. Las yeguas preñadas por el viento regaban con sus hipómanes los campos elíseos. Vientres, vaginas, cufros, unos verticales y otros cuadrados por los que asomaba la gaita la lujuria, ventanales cómicos de la dicha y la desdicha, cuevas del placer, carne que se torrará en los infiernos. 

Como voy de descubierta y nada de lo humano me es ajeno escuché una voz que lanzaba contra mi toda clase de improperios en ruso.

−Durak, zashranets, ubliodok, bezsilni… y otros peores.

Era una de las yshliokis (putas) la más bella mujer del mundo. No tenía comparación su rostro armónico, ojizarca, pelo color de cobre. Era la Bermeja soltando contra mi sapos y culebras. Ni una palabra había yo pronunciado para que la molestase. Bueno, tengo la desfachatez de entrar en tales salones de gorra y no echo las monedas preceptivas hay quien les regala mil dólares para ver como eyaculan y ponen los paños del pulpito perdido.

 Luego enseñan a los clientes el pringue de sus flujos vaginales en son de triunfo. Mira patescunt; aparecen cosas admirables de la fisiología femínea.

−Qué asco, Bermeja, valovoi; una rusa tan hermosa como tú enseñando tus carnes de forma tan salaz e indecente

−Durak (loco) hoy es el día de la mujer trabajadora.

−Pues vaya un trabajo, ganar dinero enseñando el chocho

Hice la señal de la cruz, la Bermeja montó en cólera y me largó toda una retahíla de insultos.

−Yo no soy rusa, so mamón, aunque hable ese idioma, pertenezco a la raza elegida

 −Eso no te da licencia para que me injuries espetándome toda suerte de obscenidades.

Se volvió contra mí hecha una Euménide.

−Maricón, tardón, impotente

Me dieron ganas de llorar como lloró Xto a la vista de Jerusalén cuando profetizó que no quedaría della piedra sobre piedra y canté con Isaias: Jerusalem, reverteris ad Dominun deum tuum

Apagué el televisor comprendiendo que aquella fiesta de las Mujeres era hostil a mis principios con el propósito determinativo de no volver a entrar en estos salones de la concupiscencia y el libertinaje.

Mañana diré mi misa por la Bermeja y por todas las pobres mujeres sumidas por el río de Babilonia y sus afluentes que practican el oficio más viejo del mundo para el cual no hay redención ni otro remedio que la tolerancia y la compasión.

 

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