2022-11-07

 

EN RECUERDO DE ALFONSO PEREZ PINTOR EL CERILLAS DEL GIJON. FUE UN BUEN AMIGO MÍO EN LOS BORRASCOSOS DÍAS DE LA TRANSICIÓN








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ÉL ERA ANARQUISTA Y YO FALANGISTA DE IZQUIERDAS

SE NOS HA MUERTO ALFONSO

 

No me considero un tipo duro,  soy terne de pelar, es difícil que llore pero esta mañana de Santa Agueda cuando las mujeres mandan en Zamarramala me llamó Pepe Barcena, relaciones públicas del Café Gijón, elegante pincerna, buen escritor y copero mayor de nuestras libaciones eucarísticas [dice de él Umbral que Pepe con su melenita corta, su servicialidad y su sonrisa le cae bien a las señoras, y muy buen dicho además] para darme la noticia de que había fallecido Alfonso González Pintor El Cerillas, del Café Gijón, una institución en la vida literaria, política y periodística  madrileña de la Transición, se me saltaron las lágrimas por teléfono. Lloré de dolor. Tenía sólo 72 años y daba aspecto de sempiterno joven. Su sepelio fue tan humilde y servicial como su vida entera. Creo que no sólo se nos ha muerto un hombre se ha acabado toda una época

Este humilde menestral, en apariencia, pero una alma grande y un corazón que no le cabía en el pecho, él ponía una gota de almíbar donde todo es hiel y acibar con una de sus humoradas, (¿me escuchas, tú me escuahs? ¿Me quieres? Claro que sí, Alfonsito, no faltaría más. Pero ¿tú me escuchas? No me escuchas, y así arreglábamos el mundo, dale que te pego) munificente en los sablazos que jamás se le olvidaba reclamar por cierto, magnificente en el servir sin ser servil y quedar señor incluso con cabrones que no se lo merecían, pero, en fín corramos un tupido velo, era amigo mío. Como de tanta y tanta gente.

No creo que tuviera enemigos y este justo de Israel que no iba jamás a misa y que a lo mejor no creía en dios pero éste  sí que creía en él, Alfonsito, majo traeme un farias y un paquete de chester, eso está hecho a mandar;  me echó más de un capote, y me empujó hacia el burladero del Gijón, tan tolerante de moros como de judíos que el Gran Café fue siempre el gran cantadero de urogallos desde donde se han orquestado conjuras sabidas por todo el mundo y catasta escaparate con veladores y espejos donde el todo Madrid iba a sentarse a hacer el despeje plaza aunque  uno no llevaba por ejemplo a una novia  que nos las acababa quitando Manolo el Guapo y poco nos importaba que el Loco nos pidiera para un café, oye ¿me dejas quince pesetas? Ten, ya digo; era un santo de Israel sin adscripciones sionistas y él que era el Fúcar de todos nosotros odiaba –bueno lo de odiar es un decir porque no creo que en el corazón de Alfonso González Pintor se albergara una micra de odio- miraba con malos ojos al gran capital. Su padre un minero palentino lo pasó mal y anduvo en prisiones pero no creo que sea verdad lo que dice el Tuercebotas  siempre barriendo para casa que lo fusilaran los nacionales, eso sí me contó una historia enternecedora de su madre y él a lomos de un burro huyendo por los puertos camino de Santander, pedían limosna por los pueblos para sacar de comer. Refugiados. Todos somos refugiados y supervivientes de algo. Y si no hubiera habido ese burladero detrás de la barra que él enfilaba con sus ojos cansados y llenos de sabiduría de hombre de vuelta de todo que ve pasar la vida alzado sobre la humilde tajuela de cerillero que más parecía un trono pues todos los guiriguis nada más que lo diquelaban se quedaban con su estampa hidalga y decían aquí tiene su sede un caballero español a mí me hubiera pillado el toro. Y a otros mucho como yo.

En tiempos de tribulación no hacer mudanza recomendaba Iñigo. Yo me fui para el café Gijón cuando venían mal dadas. Allí estaba Alfonso. Siempre te daba las buenas tardes pero si te notaba de mal humor hacía que no te veía. Hizo la mili en Caballería y fue mozo de espuelas con el Rey, al que llamaba mi Rey o mi Capitán Borbón. Hasta supo alguna anécdota [el nieto de Alfonso XIII era putañero y le gustaba sofaldar criadas y andar en juergas como a todos los monarcas de esa casa que siempre tuvieron fama de golfos] de faldas que no quería contar pues, archivo de la cortesía, era también paradigma de la discreción. Jamás le escuché hablar mal de nadie ni decir nada que pudiera ofender aunque a veces era especialista en chistes malos, en retruecanos y acertijos. Hacía como que dormía y que no escuchaba pero se enteraba de todo lo que decían los de la mesa tras su banqueta que era la de los tertulianos como Manolo Vicent el que decía aquí hay que venir lloraos ¿y con caspa no, Manolo? Tampoco, de Álvaro de Luna, Tito el de “Cuéntame” y otros. Alguna vez se tomaba la licencia de intervenir en la conversación con la anuencia de todos aunque los de esa mesa eran un poco repugnantes y a mí en más de una ocasión me mandaron a tomar por culo pues yo nunca me callo ni escondo mis pareceres. 

Él hizo de este bar un asilo de la inteligencia vencida que se ve cercada como una isla en la vulgaridad ambiente. Habitual de los bancos forrados de terciopelo como los de los Comunes y de sus sillas pasadas de moda he engordado tantos  kilos que ya no me cabía el culo en estas sillerías del coro del cabildo de librepensador. Y allí estaba él.  Siempre igual erecto pues se sentaba tieso para corregir su espalda malhadada por un accidente en la mina y quien lo iba a decir otro absurdo accidente de automóvil sería la causa definitiva de su cita con las parcas.

Se me ha muerto un amigo. Yo le debía muchos favores. A mí me parece que era el alma de este lugar con alma, el último café de Madrid de toda aquella saga “La Fontana de Oro”, el “Lyon”, “Pombo” el “Bilis club” al que no faltaba Clarín en sus visitas a Madrid desde Oviedo.  “Fornos”. “Llhardy”. Todo un florilegio de vida social y literaria llamado al finiquito. Alfonso era el último mohicano y su desaparición física ha coincidido con la implantación de la Ley antitabaco de la ministra esa, con cara de gobernante inglesa empeñada en hacernos a los españoles vivir  más sanos pero con peor mala leche pues allá van leyes do quieren reyes esto es los que tienen el BOE de sartén y de mango. Precisamente los que el bueno de Alfonso creía que eran los suyos. ¡Qué desilusión! Seguro que la palmamos antes.

 Aquí siempre tiene que haber algún guerrocivilista. Hay que hacer la guerra a algo o alguien. Viejos resabios del atavismo ibero ese que pinta Mingote con un garrote y en taparrabos hacioendonos señas. Oye tú pasa para aquí dentro. Que te voy a dar la cena.

 Es el placer de prohibir. A joderse. Antes donde había más de cuatro que cada uno saque su tabaco. Y más de cinco que cada uno se fume el pijo. Ya no. No nos moriremos de cancer de pulmón o de un infarto. Pero a lo mejor un picajoso prurito anal se nos lleva por delante. Descuide, ministra, que aquí nadie va a quedar para simiente. Y si no es del bazo será del espinazo. Empezando por usted que farda incluso de hacer gimnasia en el despacho.  Mens sana in corpore sano. Pero si nos falla la mente a ver qué hacemos con tanto cuerpo cachas pero embrutecido. Veo a los pensionistas solitarios y deprimidos haciendo pedestrismo por el barrio y pienso que mejor estaban echando un tute o en la cantina. A lo mejor estaban menos decontentadizos y habría mucho menos violencia de género.

Bueno lo del pito del después no nos lo quitó aun. Todo se andará. Que ya nos quitan el cigarrillo como después nos quitarán  la siesta. Aunque todo seguirá igual. Hemos salido del no te jode para entrar en el nos ha jodido. Son los perros con los mismos collares. Ahora parece que ladran luego mejor cabalgamos. Buscábamos la celebridad y hemos acabado derrotados anónimos. Estamos seguros de ganar victorias después de muertos.

La pragmática sanción que convierte a la venganza de los indios y sus usuarios en un atajo de apestados creo que va contra el talante y el talento del hombre hispano (aquí con el cigarrilo o el veguero entre los labios se ha hecho el amor, la guerra, la postguerra, se sellaron amistades y enemistades, se escribieron cartas a la novia, instancias y ultimatums) otrora hubiera provocado un motín, una revuelta popular como la de Esquilache. ¡Cualquiera le recorta las alas del chambergo o los vuelos de un manteo a un español ¡  Hoy el personal se ha vuelto como muy light. Pastueño, acomodaticio. Somos acémilas uncidas a la noria del ir tirando. Ya no quedan españoles como los de antes.

Alfonso era uno de ellos. Había mañanas que le veía coger el 27 o el 45 en Atocha. Era un castizo vallecano y creo que del Rayo.  Primero iba al estanco y cargaba con bolsas su tenderete, su chisconcillo, villano en su rincón desde donde veía pasar la vida sin cortejar jamas a la codicia o a la ambición, un secretaire muy coqueto con infulas de bargueño de madera noble. Siempre que se iba cerraba con llave la gabeta. En los alambres pendían billetes de lotería, postales, mecheros, chiclés. Condones no pero alguna vez se los pidió algún cliente en apuros y ese no era Manolo el Guapo que siempre llevaba consigo cajas por un por si acaso.

 Era toda una estampa del ayer. Y con él ha pasado una era. Se nos ha muerto nuestro tiempo. Una vividura. Alfonso descansa en paz dondequiera que estés. Al volver del tanatorio de la M30 y de abrazar a su viuda y deudos, una hija y un chico que es clavadito a él, y que vive en Londres, enfilé los carriles de la A6 mi alma esponjada de tristeza tras el adios para siempre al amigo pero llena de paz. Era la paz que siempre transmitía él.

 

05/02/06


 

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